FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

sábado, 27 de noviembre de 2010

GRAN TORINO


TÍTULO ORIGINAL Gran Torino

AÑO 2008 

DURACIÓN 119 min.    

PAÍS    Estados Unidos

DIRECTOR Clint Eastwood

GUIÓN Nick Schenk (Historia: Nick Schenk, Dave Johannson)
MÚSICA Kyle Eastwood, Michael Stevens
FOTOGRAFÍA Tom Stern
REPARTO Clint Eastwood, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her, John Carroll Lynch, Cory Hardrict, Brian Haley, Geraldine Hughes, Dreama Walker, Brian Howe, Doua Moua, Sarah Neubauer, Chee Thao
PRODUCTORA Warner Bros. Pictures / Malpaso Productions / Double Nickel Entertainment
WEB OFICIAL http://www.thegrantorino.com/
PREMIOS 2008: Nominada al Globo de Oro: Mejor canción
2008: National Board of Review: Mejor actor (Clint Eastwood), guión

GÉNERO Drama | Vejez. Racismo

Clasificación : Muy recomendada

En el cine, como en la literatura, como en la música, como en la pintura, como en el arte todo, las recomendaciones tienen su especial efecto. Fui a ver Gran Torino porque un amigo que dijo que no me la perdiera, que era fascinante. Me senté pues frente a la pantalla predispuesto al indefinible deleite porque  con quien me la recomendó tengo una enorme coincidencia en gustos cinematográficos.

No sé - y no llegaré por supuesto a saberlo nunca - cuál habría sido mi reacción durante y después de la película de no ser por la buena marca que me llevó a verla. Creo que de alguna manera fui buscando, a medida que la veía, los pasajes, los diálogos, los instantes que hicieron de ella, para mi amigo, una buena película. Y a decir verdad los encontré. 

De Gran Torino salí con ese suave sabor  que nos dejan las buenas películas, no las perturbadoras, no las majestuosas, no las delirantes, sino, simple y llanamente, las buenas películas.  Walt Kowalski (Clint Eastwood) es un veterano de la guerra de Corea que se ha quedado solo. Su mujer ha muerto y en su barrio lo rodean, cercándolo,  inmigrantes asiáticos que a su juicio nunca debieron salir de sus casas de origen. Sólo le queda la compañía de su perro, la cerveza en lata, uno que otro cigarrillo, cortar meticulosamente el césped y su negrísimo Gran Torino parqueado en el garaje.

Un incidente lo obliga a salir de su huraño hermetismo: una pandilla, también de asiáticos,  acosa a su joven vecino, un muchacho tímido y retraído que parece un bueno para nada. Walt sale a su defensa encubierto con el argumento de estar protegiendo el sacro recinto de su jardín impecablemente podado. Sale a defender al muchacho y de paso a toda su familia china porque lo ofende, no la diversidad de lenguas, bellezas o razas, sino la injusticia, el atropello ciego de la fuerza, el aprovechamiento del débil, la virilidad como argumento de imposición.  Y es a partir de ese gesto disfrazado de desgano que empieza a tejerse una simple historia de acercamiento, agradecimiento y respeto. Walt aprenderá de sus vecinos que no siempre es descortés no mirar a los ojos de quien te habla, que no hacerlo puede ser, bien por el contrario, una prueba de enorme respeto. Entenderá que la hermandad es posible así mis ojos no sean rayados como los del otro.

La pelea con la pandilla queda cazada y tendrá un desenlace inesperado, un desenlace que ratifica que Gran Torino no es ni una historia más ni es, tampoco, la reaparación gratuita, algo ególatra y desgastada de un Eastwood que lo dejó todo en su inolvidable Mystic River. Gran Torino es un homenaje discreto a la convivencia, a la aceptación e, incluso, al sacrificio por el otro. Pero lo es sin aspavientos y grandilocuencias. Lo es a la manera del barrio, con herramientas prestadas, con cerveza tibia, con el Gran Torino perdiéndose por la avenida en homenaje a lo que fue y aún, porque no, puede seguir siendo.

Tendré que darle las gracias a mi amigo y decirle que Gran Torino fue la película que vi en alguna medida por la película que él vio. Ahora que la recuerdo a pedazos me queda esa sensación de las películas que van mejorando después de haberlas visto. En el fondo es por eso que escribo sobre las películas que veo: porque volviendo letras las impresiones que me dejan, me reencuentro con ellas y es entonces cuando hallo una distinta y  mejor forma de quererlas.

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