FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

sábado, 27 de julio de 2013

LA PARTE DE LOS ANGELES



La parte de los ángeles

The Angels' Share

106 min. | Comedia | Drama
Público apropiado: Jóvenes-adultos
Año: 2012
Dirección: Ken Loach
Guión: Paul Laverty
Música: George Fenton
Fotografía: Robbie Ryan
Distribuye en cine: Altafilms
Distribuye en otros formatos (DVD): Paramount


Clasificación : Vale la pena

Ken Loach, el director de La parte de los Angeles, lleva haciendo cine desde la segunda mitad de los sesentas. De su nutrida filmografía, mucha de ella en llave con el guionista Paul Laverty,  son pocas las películas  exhibidas en las salas colombianas. Su incursión en nuestra cartelera no tiene más de siete años. Aceptando el riesgo de la equivocación por omisión, El viento que agita la cebada (2006),  Buscando a Eric (2009) y, en este momento en cartelera, La parte de los ángeles (2012), son los títulos que hemos tenido oportunidad de ver. Es difícil, con apenas tres películas vistas, caracterizar una obra con más de treinta calendarios encima. Sin embargo a partir de tan reducida muestra y con la guía de quienes han seguido su trayectoria, al cine de Loach puede tenérselo como un trabajo donde predomina - visual, actoral y argumentalmente hablando - lo espontáneo, lo primario y lo natural . Todo puesto al servicio de una causa social y, propio del espíritu sesentero de su autor, con cierto ánimo contestatario de denuncia e inconformidad.

La parte de los ángeles, enseña la película, es ese mínimo porcentaje de alcohol que se evapora en el proceso de destilación y añejamiento del emblemático whisky escosés. Ese dos por ciento habrán de bebérselo, inhalándolo,  los ángeles que por allí merodeen.

Roobie, su protagonista, es un joven  rodeado de enemigos y de incertidumbres existenciales provocados, los unos y las otras, por su temperamento agresivo y rebelde.  Condenado a realizar trabajos de rehabilitación social con otros tres compañeros de infortunio,  vislumbrará en su desconocido talento para la cata del whisky, una compuerta para salir de ese mundo opresivo e injusto que lo ha visto mal crecer.

El cine de Loach tiene ese inconfundible tono con el que uno termina asociando el modus vivendi de las provincias del Reino Unido. Un tono tan burdo y simple que termina bordeando la ordinariez. Los jóvenes que protagonizan La parte de los ángeles carecen de toda esperanza y, también, de todo refinamiento. Son la muestra, primaria y maniquea, de una generación marcada por el fantasma de una Europa en crisis. A partir de ese prototipo Loach arma una historia que  usa como estribo de apoyo el humor y la sorna. Bobbie y sus compañeros de aventura  se matriculan en el cliché ya desgastado del clan disfuncional de amigos desadaptados en el que siempre está el tontarrón, el inteligente y la infaltable chica que sin ser de ninguno es, a la vez, la pareja de todos. Sin embargo la historia no se queda, al estilo de la saga de  The hangover,  en el encadenamiento hueco de los chascos que les suceden a estos aventureros marginales. Acomodado en el aburguesamiento que siempre viene con los años pero fiel aún a sus apegos ideológicos, tras el entramado cómico de La parte de los Angeles subyace la crítica de Loach a una sociedad en la que conviven, en inmanente tensión, el desempleado y el millonario que sin ningún empacho  gasta miles de dólares en una afamada botella de licor.

Sin lograr un relato compacto y convincente, la película de Loach alcanza, con algo de esfuerzo, un sabor placentero y entretenido. No tiene ni la estatura narrativa, ni la demoledora e irónica crítica de un Full Monty pero nos la recuerda de principio a fin por la desfachatez de sus personajes y por esa manera única del cine británico de mofarse de sus sofisticadas decadencias. En términos etílicos La parte de los ángeles es más un digestivo, agradable y ligero, que un single malt lleno de aromas y misterios.  

  

martes, 23 de julio de 2013

¿Y SI VIVIMOS TODOS JUNTOS?



¿Y si vivimos todos juntos?


Et si on vivait tous ensemble?

96 min. | Comedia | Drama
Público apropiado: Adultos
Año: 2011
País: FranciaAlemania
Dirección: Stéphane Robelin
Fotografía: Dominique Colin
Distribuye en cine: Golem
Distribuye en otros formatos (DVD): Cameo


Clasificación : Buen plan

Vejez y cine conforman un binomio de vieja data.  Ni son de ahora sino de siempre las películas sobre el viejo incomprendido y cascarrabias que se enfrenta a sus propios hijos, ni nuevas son aquellas otras en las que volteando las últimas esquinas de la vida, unos viejos juegan a reinventarse como amantes tardíos. En cada momento y según cual sea el lente que se emplee, la mirada es distinta porque distintas son las circunstancias que en cada momento rodean el declinar inevitable de la vida. Para referirme a algunas recientes pienso ahora, además de Y si vivimos juntos , en películas como El exótico Hotel Marigold (2011) o El Cuarteto (2012). En todas tres la vejez es presentada con una, a mi gusto, exagerada nota de glamour y encanto. En las tres hay un fingimiento que bordea el empalago. Los viejos de estas películas son una mar de vitalidad, distinción, humor y belleza. Hasta la muerte que los acecha tiene un discreto encanto que lejos de opacar sus vidas las lustra de sabiduría y solidaridad.

En Y si vivimos juntos unas parejas mayores y un amigo de ellas deciden  irse a vivir juntos porque, eso piensan,  nadie mejor que ellos mismos para cuidarse y acompañarse recíprocamente en esos silencios obtusos o en esas descoloridas melancolías que suelen rodear el final de los días. El problema de Y si vivimos juntos está en ese intento simplista y a la vez efectista de combinar comedia y drama con el muy cuestionable propósito,  desde lo cinematográfico y también desde lo estético,  de aseriar la primera y de volatizar el segundo. El resultado es pobremente entretenido. Se la pasa bien en Y si vivimos juntos  pero la película pasa sin ningún bien. Tampoco creo   - y en esto me aparto de varias críticas -  que lo rescatable sea el elenco y su desempeño actoral. Lo que hacen Bedos, Rich, Chaplin, Fonda y añosa compañía, es pararse allí a hacer valer, no lo que están haciendo, sino lo que alguna vez hicieron. Admitamos que la película no tiene pretensiones redentoras pero admitamos también que  tiene un cierto tufillo elitista que exalta como condición para un buen ocaso existencial cierto refinamiento, es decir, estiladas copas de vino tinto en la mesa y una sofisticada afición operática.

Desde lo creativo la película no intenta mayor cosa. Más que contar una buena historia o adentrarse en las complejidades de la ancianidad, la película de Robelin  es un producto cuyo demérito no es su levedad sino la imposibilidad  de aceptarla camuflándola tras una larga cascada de lugares comunes.  En lugar de la inmersión en las complejidades del comportamiento de la persona mayor, la película se va por la ruta rápida y, reconozcámoslo, también plácida, de apenas asomarse a las situaciones amables y graciosas que surgen de la convivencia de este selecto grupo de adultos mayores. Podrá decirse, como defensa de género, que se trata de una simple comedia y que fue con ese ánimo que se la hizo y que ha de ser con esta misma disposición  que ha de ir, despreocupadamente, el espectador a verla. 

Más allá del rótulo que se le ponga, en este caso el de comedia y también más allá de las fórmulas eclécticas que se utilicen tales como comedia dramática o drama cómico, lo cierto es que Y si vivimos juntos no es, desde la estructura argumental básica de la que nace tal clasificación, una comedia. Es por esto que al salir de la proyección queda esa sensación de haberla pasado bien pero con el desazón de no  haber podido asistir a  la buena película que Y si vivimos juntos pudo ser.

A manera de colofón un listado incompleto y personalísimo de películas que lograron con maestría - léase con respeto, humor e inteligencia -acercarse al mundo, ya algo nuestro, de los viejos:

“El crepúsculo de los dioses” Billy Wilder 1950
“Cuentos de Tokio” Yasujiro Ozu 1953
“El festín de Babette” Gabriel Axel 1987
“Lugares comunes” Adolfo Aristain 2002