FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

domingo, 28 de noviembre de 2010

Cena de amigos


TÍTULO ORIGINAL Le Code a changé

AÑO 2009 

DURACIÓN 100 min.    

PAÍS  Francia    

DIRECTOR Danièle Thompson
GUIÓN Danièle Thompson, Christopher Thompson
MÚSICA Nicola Piovani
FOTOGRAFÍA Jean-Marc Fabre
REPARTO Karin Viard, Dany Boon, Marina Foïs, Patrick Bruel, Emmanuelle Seigner, Christopher Thompson, Marina Hands, Patrick Chesnais, Blanca Li
PRODUCTORA StudioCanal / TF1 Films Production / Radis Films Production

GÉNERO Comedia. Romance | Comedia romántica

Clasificación : Buen plan

Leo que Le code a changé (en Colombia Cena de amigos) ha sido clasificada como una comedia Y no puedo menos que esbozar una sonrisa. Y tengo que hacerlo porque la película es más bien un drama que a ratos se camufla entre situaciones extremas, incluso forzadas, y apuntes irónicos. 

Un grupo de amigos se encuentran para comer. Las fisuras - evidentes las unas, agazapadas las otras -  son la constante en todas las relaciones de las parejas asistentes. La anfitriona tiene un affair con el joven arquitecto que remodeló su cocina, cocina en la que su esposo prepara, con ingentes dosis de cebolla, un bigo que le ofrecerá, disimulando mal su atracción,  a la esposa de un prestante y pedante penalista y quien fuera compañera suya en la universidad y quien habrá de ser su nueva y perturbadora amante. El arrogante abogado (será acaso un pleonasmo) contratará a la anfitriona de la cena para catapultarla desde su elegante bufete como la estrella de los divorcios en Paris y hacerse, para la causa de su propio divorcio, cliente suyo. A la comida también asiste la hermana de la anfitriona acompañada de su sexagenario compañero. La hermana se enfurece cuando la dueña de casa le dice que papá vendrá esa misma noche, papá que dejó a mamá y por el cual solo puede sentirse ese rencor que nos provocan aquellos a quienes tanto queremos y a los que tanto nos parecemos. Papá y compañero de la hiha menor (esposo se sabrá más tarde) terminan juntos en un añoso ritual de nostalgia musical, los dos fumando, los dos sabiéndose tan distantes de ese lugar donde amores tan cruzados los han convocado. Al grupo se une una pareja de médicos, ginecóloga ella oncólogo él, ambos sumidos en sus mundos profesionales con la diferencia que mientras que él, no obstante bordear a diario la muerte, es un apasionado de lo suyo, ella tan próxima a la celebración de la vida se hunde en los engañosos oasis de la fe y un amor furtivo. Tan heterodoxo listado de comensales se cierra con una española que da clases de baile flamenco y tiene, entre sus alumnas, a la anfitriona de esta cena que deambula entre el sentimiento sincero y el fingimiento y, recubriéndolos a ambos, ese humor inteligente y sarcástico de la cultura francesa.

Cena de amigos es un ensayo inacabado sobre este galimatías de emociones, amores, desamores,  rencores, celos, despedidas y reencuentros. Por momentos uno llega a sentir que este tumulto entrecruzado de historias  indigesta tanto como el bigo de la cena pero por momentos uno también llega a sentirse presa de ese estremecimiento existencial que suele provocarnos el cine francés.
La película tiene sus méritos y sus defectos. Más, pienso yo, los primeros que los segundos.

Sobresale de entre los aciertos el interesante juego con el tiempo. De la cena, epicentro de toda la historia, se nos transporta al futuro para regresársenos nuevamente a la disparatada y memorable comida de esa noche. Este ir y venir le imprime a la acción un ritmo atractivo que además no se usa con claves de misterio. Lo que habrá de suceder luego de la cena se nos revela pronto porque no estamos ante una trama de acontecimientos sino ante una enramada de sentimientos. También se destaca el matiz de humor que le impide a la historia caer en un empalagoso melodrama. Tan es así que al final no nos queda esa sensación maniquea de que el  bien, arropado de moral aprobada, se impuso sobre un mal aquí llamado infidelidad, abandono o simple y rutinario desinterés en el otro.  No. Con el sentimiento con el que quedamos es que de héroes y villanos, de buenos y malos,  todos llevamos un poco y que en el tiovivo de la vida  estar abajo o arriba es, además de un estado transitorio, un concepto relativo que solo se explica comparándoselo con su contrario.

Los defectos de Cena de amigos están en la forma como se malogran los que hubieran podido ser sus mayores aciertos. Las escenas que debían conmover tienen un halo de impostura y repetición. Me refiero, por ejemplo, al encuentro del padre y su contemporáneo yerno. Cuando se les ve bailando juntos hay algo que no fluye del todo bien y que desluce la escena. Algo parecido sucede cuando padre e hija ven el video del matrimonio secreto de la otra hermana. De nuevo hay un cierto facilismo emotivo realzado por el hecho de que la hermana ve, sin ser vista, como su padre y su hermana se emocionan ante las imágenes de su boda. Recordé el video que Martín H le deja a su padre en la película argentina de igual nombre. La sobriedad de esta última contrasta con el almíbar de la francesa y, por ese efecto deslumbrante de lo simple y austero, es mucho más sentida y honestamente emotiva.

El otro defecto de Cena de amigos es el exceso. Todo se da en demasía. Muchas historias, muchos cruces entre ellas, muchos personajes, muchas emociones, París abigarrado de gente e, incluso, una Paris no parisina donde se amalgaman mal el flamenco y la salsa. A veces la multitud en lugar de poblar desocupa y la melodía, interpretada entre tantos y con tan disímiles tonos,  termina desafinando. Mejor centrarse en  poco y extraerle  mucho que lo contrario le diría yo, respetuosamente, a Daniele Thompson, la directora de Cena de amigos.

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