FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

domingo, 29 de diciembre de 2013

CAUSAS Y CONSECUENCIAS/PACTO DE SILENCIO


Pacto de silencio


The Company You Keep

121 min. | Thriller
Año: 2012
País: EE.UU.
Dirección: Robert Redford
Argumento: Neil Gordon (Novela)
Guión: Lem Dobbs
Música: Cliff Martinez
Fotografía: Adriano Goldman
Distribuye en cine: Tri Pictures
Calificación : Buen plan


Con Causas y consecuencias, la última pelicula  dirigida y protagonizada por el icónico Robert Redford, habría que hacer lo que dice su título en la cartelera española: un pacto de silencio. Sí, un pacto de silencio porque a medida que más se la mira y analiza, más se desintegra en sus numerosos defectos y más se hunde en su malograda pretensión de llegar a ser el thriller trepidante que nunca llegó a ser. Un pacto de silencio que quizás pudiera servir, sin quedarse en el facilismo crítico con esta prescindible película,  como discreto tributo a un Redford que marcó - y sigue marcando -  un momento importante en la historia del cine americano.

Del cine de Redford y a sabiendas de que toda escogencia es arbitraria y subjetiva, personalmente prefiero su labor como actor que como director. Guardo y guardaré en la memoria al Redford de Dos hombres y un destino (1969), del Golpe (1973) y  de Todos los hombres del presidente (1976). Las dos primeras, bajo la dirección de George Roy Hill,  haciendo el inolvidable dueto Redford-Newman  y la tercera,  ambos entonces tan jóvenes y apuestos, con Dustin Hoffman. De su trabajo como director, a mi juicio siempre correcto, moralista y plano pero nunca fascinante o soprendente, me quedo con su premiada Gente Corriente  del año 1980.

Sin perjuicio del respeto y del agradecimiento hacia un artista que ha sido, quizás como pocos, consistente y coherente a lo largo de toda su trayectoria, del Redford de Causas y consecuencias  hay  que decir que su particular obsesión por sobreponerse al paso de los años desdibuja a tal punto su presencia en la escena que uno no termina de entender bien si está ante alguien que ha sabido decantar a su favor el discurrir del tiempo o si su vanidad de permanencia lo ha llevado a personalizar la caricatura de un joven muy arrugado o, peor,  la de un viejo mal empacado en el envoltorio de un joven muchacho.

Lo cierto es que  Causas y consecuencias es un relato apenas pasable de un grupo de viejos - usemos el término sin temores ni ambages -  que habiendo sido terroristas en su juventud  ahora se exponen, treinta años más tarde, a la revelación de sus delitos y al riesgo de su tardía pero simbólica captura. Esta idea que pudo catapultarse para construir una historia de justificaciones ideológicas y para restaurar el debate maquiavélico sobre la justificación de la violencia como medio , se queda a  mitad de camino cuando Redford dulcifica innecesariamente la historia y la hace girar en torno a sí mismo para mostrarse como el héroe que tiene, a la vez,  la sabiduría del que envejece y el glamour cosmético del siempre joven. Quizás su intención no haya sido narcisista pero el resultado es un hombre, el propio Redford en este caso, en el que confluyen demasiados méritos en desmedro de una historia que queda a la deriva y de un reparto  con figuras de la talla de  Susan Sarandon, Nick Nolte y Julie Christie que aceptó, antes que desplegar su talento, acompañar al amigo en un divertimento pasajero.

Causas y consecuencias es una película que se deja ver pero que también se deja fácilmente olvidar. Si no fuera por el sello Redford habría pasado sin pena ni gloria como un  thriller del montón. En las buenas muestras de este género el misterio es una fuerza latente que siempre va in crescendo  y que termina resolviéndose en un punto inesperado y desconcertante. En Causas y consecuencias  al misterio se lo sacrifica para pincelar un drama forzado que termina resolviéndose en la predecible llanura del triunfo del prohombre patriota, padre y amigo.  

Pero más allá de las inocultables flaquezas de esta  película, lo que no debe dejarse a un lado es la presencia de un  hombre que inscribió su nombre en la exclusiva galería de los grandes por su trabajo frente y tras las cámaras.  Dónde resida o no  su talento, de que textura está hecho su talante cinematográfico y que tan poderosas o planas puedan haber sido sus actuaciones o direcciones es otra discusión. Lo cierto es que  en los corredores de séptimo arte su nombre evoca y resuena, entre los vivos,  tanto como el de un Eastwood o el de un Clooney. Nombres que arrastran y maravillan por esa conjunción, no siempre emparejada con la calidad,  de beldad, magnetismo y talento. Que el  trabajo de Redford tenga, como en Causas y consecuencias, sus altibajos puede deberse, como lo dijera Pacino en El abogado del diablo,  a que quizás la vanidad sea uno de sus pecados favoritos.

sábado, 2 de noviembre de 2013

PORTUGAL MON AMOUR




Título Original: La cage dorée


País: Francia

Dirección: Ruben Alves

Guión: Ruben Alves - Jean-André Yerles - Hugo Gelin

Reparto:  Rita Blanco, Joaquim de Almeida, Roland Giraud,  Chantal Lauby,  Barbara Cabrita, Lannick Gautry, Maira Vieira, Jacqueline Corado, Jean-Pierre Martins

Género: Comedia

Duración: 90 minutos  


Clasificación : Vale la pena

Encuentre esta y otras reseñas en distintamirada.com

Hay películas que marcan y desestabilizan; hay otras que ofenden e incluso hieren; las hay que simplemente entretienen o que provocan oleadas constantes o intermitentes de aburrimiento y las hay, por supuesto, que logran impactar en ese centro, inubicable y móvil, donde convergen razón y corazón. Portugal mon amour, película francesa del director portugués Ruben Alves, es una de estas últimas. Lo suyo no es desestabilizar o cuestionar pero sí, con fina profundidad, emocionar. No estamos ante la comedia ligera y fácil que echa mano de unos ingredientes conocidos y ordinarios para preparar una receta del montón que endulce sin mayor pretensión. Estamos sí ante una comedia y estamos, también, ante una receta con ingredientes reconocibles y básicos pero cuyo resultado, la torta que nos llevan a la mesa o , mejor, el bacalao que nos sirven con cerveza, tiene ese sabor y ese particular encanto de haber sabido hacer con lo común y ordinario, quizás no un manjar exquisito, pero sí un plato de esos que se comen con un enorme deleite.


Su título original, La cage dorée, La jaula dorada, sintetiza bien la historia que se nos cuenta. María (Rita Blanco) y José (Joaquim de Almeida) son una pareja de inmigrantes portugueses que llevan años viviendo en París. María es la conserje de un bloque de apartamentos y se ha convertido con el paso de los años en una presencia amable e indispensable para los copropietarios. José es un maestro de obra aplicado y generoso que le pone el alma - y sus manos fuertes y ajadas - a todo cuanto hace, incluida su dispendiosa labor de apilar ladrillos que luego serán paredes que serán casas que serán espacios donde habrán de suceder las felicidades y los dramas de todo ser humano. Con sus hijos Pedro (Alex Alves) y Paula, la guapísima Barbara Cabrita, viven en un pequeño apartamento del conjunto que cuida y mantiene María. Esa es, para los cuatro, su jaula dorada. Se presentará la posibilidad de abandonarla pero antes tendrán que entender que son, como todos lo somos, seres de encierros y que en lugar de renunciar cándidamente a ellos lo que debemos es escoger el que mejor rime con nuestros sueños.


La película está hecha con no pocos de esos lugares comunes que de inmediato reconocemos: la familia pobre que repentinamente recibe la noticia de una fortuna heredada; el hombre honesto y servicial que, superada la tentación del destino, reivindica el valor de sus principios;el joven apuesto y rico que se enamora de la mujer humilde y sencilla pero, eso sí, extraordinariamente bella… Lugares que nos son tan conocidos y próximos como el coro de esa cancioncilla que, sin apenas darnos cuenta, tarareamos cuando suena a nuestro lado. La historia pudo quedarse en ser el mal revoltijo de estos temas manoseados y trillados pero logra un resultado completamente distinto: los amasa de tal forma que sin traicionarlos le da, a su atinada mezcla, una apariencia cálida, leve - que no ligera -   y cuidadamente sensible.



sábado, 12 de octubre de 2013

ANTES DEL ANOCHECER



Antes del anochecer


Before Midnight
108 min. | Comedia | Drama | Romántico
Público apropiado: Jóvenes-adultos
Año: 2013
País: EE.UU.
Dirección: Richard Linklater
Música: Graham Reynolds
Fotografía: Christos Voudouris
Distribuye en cine: A Contracorriente
Distribuye en otros formatos (DVD, Blu-ray): A Contracorriente


Antes del Anochecer, la tercera de las películas de Richard Linklater sobre la relación amorosa entre Céline (Julie Delpy) y Jesse (Ethan Hawke), es una historia forzada y recargada que dista mucho del encanto y del brillo de sus predecesoras. Podrá decirse - y de hecho mucho se ha dicho – que en esta oportunidad la pareja protagonista  toca tierra y muestra como  ha pasado de los arrebatos y ensoñaciones  juveniles a las arideces, hoscas no pocas veces,  de la edad adulta. Eso es cierto como cierto es también que ninguna relación de espíritu, carne y hueso conserva el cosquilleo y el asombro de los primeros momentos. Pero una cosa es la constatación un tanto perogrullesca de que las relaciones amorosas mudan constantemente sus expresiones y formas y otra, bien distinta,  que Antes del Anochecer haya logrado hacer de ello una buena película......

Para ver el comentario completo de Antes del Anochecer visítenos ahora en:

http://www.distintamirada.com/es/cms_reviews/view_item/94/antes_del_anochecer

En esta nueva página  www.distintamirada.com encontrará los comentarios que hasta ahora venían publicándose en este blog. Lo esperamos.

sábado, 7 de septiembre de 2013

BUSCANDO A SUGAR MAN





Searching for Sugar Man

86 min. | Biográfico | Documental | Musical
Público apropiado: Jóvenes
Año: 2012
País: SueciaReino Unido
Dirección: Malik Bendjelloul
Música: Rodríguez
Fotografía: Camilla Skagerström
Distribuye en cine: Avalon
Distribuye en otros formatos (DVD, Blu-ray): Cameo

Calificación :  Muy recomendada

Confieso que cuando me senté en la butaca no tenía la menor idea de quien era Sixto Rodríguez; esta vez, a diferencia de tantas otras, llegué a ver Buscando a Sugar Man sin haber hecho ningún tipo de pesquisa. Apenas el comentario de un amigo que me dijo que le había gustado. La primera y equívoca sorpresa que tuve fue la de toparme con un documental. Tan no sabía que se trataba de una película de este género que sospeché durante un buen rato que se trataba de una total impostura. Pensé que estaba ante un drama al que se le inyectaba su buena dosis de credibilidad bajo la fingida estructura de un documental. A medida que la película fue avanzando con su lento y a la vez trepidante ritmo, me di cuenta que sí, que efectivamente estaba viendo un documental pero un documental que se salía del formato un tanto estereotipado de este género.

En el documental dos seguidores del emblemático cantante Rodríguez, ícono de las juventudes inconformes que vivieron el apartheid sudafricano, deciden reconstruir la enigmática vida  de este artista que algunos comparan, por la hondura de sus letras, con Bob Dylan y otros, por ese imán que marca a unos pocos, con Elvis Presley. Buscando a Sugar Man es el resultado de una investigación que esconde, bajo la fachada endeble de una reconstrucción biográfica,  la humanización de un mito.   

En contraste con la lisura argumental que suele caracterizar al documental, Buscando a Sugar Man es una historia potente que echa mano del factor intriga para envolver al espectador. Uno solo va sabiendo, paso a paso, si Rodríguez aún está vivo o si fue verdad que, trocando el micrófono por un revolver,  se voló los sesos delante de su público; solo de a pocos uno se va dando cuenta que la música que suena es la voz gangosa y profunda de Rodríguez. Es en un momento que nos damos cuenta que al tiempo que lo vemos en la pantalla Rodríguez estará, kilómetros al norte, en la desvencijada Detroit rasgando su guitarra.

En Buscando a Sugar Man  Malik  Bendjelloul, su guionista y director, no se fue por la línea fácil de  hablar de viejos o de niños en tonos dramáticos y emotivos; optó por hacer una historia muy humana sobre un ser real, complejo pero a la vez enormemente sencillo.  Se trata de una historia absorbente en la que van convergiendo temas tan disímiles como las veleidades de la industria discográfica, la vocación auténtica del artista y la aberrante plasticidad de la fama.

Tanto la estructura argumental como la visual de Buscando a Sugar Man son impecables.  Basada en una sucesión de entrevistas y testimonios, a la película nunca se la siente como un collage periodístico; sus piezas se disuelven en la historia y es esta la que da a aquellas una sorprendente cohesión. Uno no queda con el efecto estéril y pasajero de saber algo sobre el enigmático Rodriguez; uno queda por el contrario con la sensación fecunda de haber descubierto una obra que esconde, como las grandes, al artista que hay tras ella.  

Desde lo visual Buscando a Sugar Man rompe con los arquetipos de lo bello. Las imágenes de Detroit son desoladoras; la cámara elude la simpleza de los lugares comunes de lo superficialmente bonito y prefiere quedarse con la expresividad de los rostros de los entrevistados y con la poquísima locuacidad del protagonista. La fotografía explota muy bien el material de archivo y logra, combinándolo con tomas de momento, un tono visual en el que los defectos de la imagen terminan convirtiéndose en su gran virtud. Sin las acrobacias a las que nos hemos ido acostumbrando cuando se trata de filmaciones de conciertos, las imágenes del de Rodríguez en Sudáfrica  son de antología. También queda en la retira  esa toma en la que la silueta de Rodríguez baja del gran avión  rumbo al encuentro con un público que lo hizo suyo sin  él siquiera saberlo absorto como estuvo por años y a kilómetros de distancia, pegando ladrillos y llevando al museo a sus hijas.

Cuando al final de la proyección nos damos cuenta que lo contado es verdad; que Sixto Rodríguez anda por ahí en algún lugar del mundo y que durante años, creyéndoselo muerto, fue cuando más vivo estuvo, sentimos que Buscando a Sugar Man es la prueba de como el cine es capaz  de catapultar una historia extrayendo de sus aparentes simplicidades el valor extraviado de la honestidad y la autenticidad.

Nota a deshoras: Imposible, después de ver Buscando a Sugar Man, no correr a buscar su música. Los dejo con ella.



sábado, 27 de julio de 2013

LA PARTE DE LOS ANGELES



La parte de los ángeles

The Angels' Share

106 min. | Comedia | Drama
Público apropiado: Jóvenes-adultos
Año: 2012
Dirección: Ken Loach
Guión: Paul Laverty
Música: George Fenton
Fotografía: Robbie Ryan
Distribuye en cine: Altafilms
Distribuye en otros formatos (DVD): Paramount


Clasificación : Vale la pena

Ken Loach, el director de La parte de los Angeles, lleva haciendo cine desde la segunda mitad de los sesentas. De su nutrida filmografía, mucha de ella en llave con el guionista Paul Laverty,  son pocas las películas  exhibidas en las salas colombianas. Su incursión en nuestra cartelera no tiene más de siete años. Aceptando el riesgo de la equivocación por omisión, El viento que agita la cebada (2006),  Buscando a Eric (2009) y, en este momento en cartelera, La parte de los ángeles (2012), son los títulos que hemos tenido oportunidad de ver. Es difícil, con apenas tres películas vistas, caracterizar una obra con más de treinta calendarios encima. Sin embargo a partir de tan reducida muestra y con la guía de quienes han seguido su trayectoria, al cine de Loach puede tenérselo como un trabajo donde predomina - visual, actoral y argumentalmente hablando - lo espontáneo, lo primario y lo natural . Todo puesto al servicio de una causa social y, propio del espíritu sesentero de su autor, con cierto ánimo contestatario de denuncia e inconformidad.

La parte de los ángeles, enseña la película, es ese mínimo porcentaje de alcohol que se evapora en el proceso de destilación y añejamiento del emblemático whisky escosés. Ese dos por ciento habrán de bebérselo, inhalándolo,  los ángeles que por allí merodeen.

Roobie, su protagonista, es un joven  rodeado de enemigos y de incertidumbres existenciales provocados, los unos y las otras, por su temperamento agresivo y rebelde.  Condenado a realizar trabajos de rehabilitación social con otros tres compañeros de infortunio,  vislumbrará en su desconocido talento para la cata del whisky, una compuerta para salir de ese mundo opresivo e injusto que lo ha visto mal crecer.

El cine de Loach tiene ese inconfundible tono con el que uno termina asociando el modus vivendi de las provincias del Reino Unido. Un tono tan burdo y simple que termina bordeando la ordinariez. Los jóvenes que protagonizan La parte de los ángeles carecen de toda esperanza y, también, de todo refinamiento. Son la muestra, primaria y maniquea, de una generación marcada por el fantasma de una Europa en crisis. A partir de ese prototipo Loach arma una historia que  usa como estribo de apoyo el humor y la sorna. Bobbie y sus compañeros de aventura  se matriculan en el cliché ya desgastado del clan disfuncional de amigos desadaptados en el que siempre está el tontarrón, el inteligente y la infaltable chica que sin ser de ninguno es, a la vez, la pareja de todos. Sin embargo la historia no se queda, al estilo de la saga de  The hangover,  en el encadenamiento hueco de los chascos que les suceden a estos aventureros marginales. Acomodado en el aburguesamiento que siempre viene con los años pero fiel aún a sus apegos ideológicos, tras el entramado cómico de La parte de los Angeles subyace la crítica de Loach a una sociedad en la que conviven, en inmanente tensión, el desempleado y el millonario que sin ningún empacho  gasta miles de dólares en una afamada botella de licor.

Sin lograr un relato compacto y convincente, la película de Loach alcanza, con algo de esfuerzo, un sabor placentero y entretenido. No tiene ni la estatura narrativa, ni la demoledora e irónica crítica de un Full Monty pero nos la recuerda de principio a fin por la desfachatez de sus personajes y por esa manera única del cine británico de mofarse de sus sofisticadas decadencias. En términos etílicos La parte de los ángeles es más un digestivo, agradable y ligero, que un single malt lleno de aromas y misterios.  

  

martes, 23 de julio de 2013

¿Y SI VIVIMOS TODOS JUNTOS?



¿Y si vivimos todos juntos?


Et si on vivait tous ensemble?

96 min. | Comedia | Drama
Público apropiado: Adultos
Año: 2011
País: FranciaAlemania
Dirección: Stéphane Robelin
Fotografía: Dominique Colin
Distribuye en cine: Golem
Distribuye en otros formatos (DVD): Cameo


Clasificación : Buen plan

Vejez y cine conforman un binomio de vieja data.  Ni son de ahora sino de siempre las películas sobre el viejo incomprendido y cascarrabias que se enfrenta a sus propios hijos, ni nuevas son aquellas otras en las que volteando las últimas esquinas de la vida, unos viejos juegan a reinventarse como amantes tardíos. En cada momento y según cual sea el lente que se emplee, la mirada es distinta porque distintas son las circunstancias que en cada momento rodean el declinar inevitable de la vida. Para referirme a algunas recientes pienso ahora, además de Y si vivimos juntos , en películas como El exótico Hotel Marigold (2011) o El Cuarteto (2012). En todas tres la vejez es presentada con una, a mi gusto, exagerada nota de glamour y encanto. En las tres hay un fingimiento que bordea el empalago. Los viejos de estas películas son una mar de vitalidad, distinción, humor y belleza. Hasta la muerte que los acecha tiene un discreto encanto que lejos de opacar sus vidas las lustra de sabiduría y solidaridad.

En Y si vivimos juntos unas parejas mayores y un amigo de ellas deciden  irse a vivir juntos porque, eso piensan,  nadie mejor que ellos mismos para cuidarse y acompañarse recíprocamente en esos silencios obtusos o en esas descoloridas melancolías que suelen rodear el final de los días. El problema de Y si vivimos juntos está en ese intento simplista y a la vez efectista de combinar comedia y drama con el muy cuestionable propósito,  desde lo cinematográfico y también desde lo estético,  de aseriar la primera y de volatizar el segundo. El resultado es pobremente entretenido. Se la pasa bien en Y si vivimos juntos  pero la película pasa sin ningún bien. Tampoco creo   - y en esto me aparto de varias críticas -  que lo rescatable sea el elenco y su desempeño actoral. Lo que hacen Bedos, Rich, Chaplin, Fonda y añosa compañía, es pararse allí a hacer valer, no lo que están haciendo, sino lo que alguna vez hicieron. Admitamos que la película no tiene pretensiones redentoras pero admitamos también que  tiene un cierto tufillo elitista que exalta como condición para un buen ocaso existencial cierto refinamiento, es decir, estiladas copas de vino tinto en la mesa y una sofisticada afición operática.

Desde lo creativo la película no intenta mayor cosa. Más que contar una buena historia o adentrarse en las complejidades de la ancianidad, la película de Robelin  es un producto cuyo demérito no es su levedad sino la imposibilidad  de aceptarla camuflándola tras una larga cascada de lugares comunes.  En lugar de la inmersión en las complejidades del comportamiento de la persona mayor, la película se va por la ruta rápida y, reconozcámoslo, también plácida, de apenas asomarse a las situaciones amables y graciosas que surgen de la convivencia de este selecto grupo de adultos mayores. Podrá decirse, como defensa de género, que se trata de una simple comedia y que fue con ese ánimo que se la hizo y que ha de ser con esta misma disposición  que ha de ir, despreocupadamente, el espectador a verla. 

Más allá del rótulo que se le ponga, en este caso el de comedia y también más allá de las fórmulas eclécticas que se utilicen tales como comedia dramática o drama cómico, lo cierto es que Y si vivimos juntos no es, desde la estructura argumental básica de la que nace tal clasificación, una comedia. Es por esto que al salir de la proyección queda esa sensación de haberla pasado bien pero con el desazón de no  haber podido asistir a  la buena película que Y si vivimos juntos pudo ser.

A manera de colofón un listado incompleto y personalísimo de películas que lograron con maestría - léase con respeto, humor e inteligencia -acercarse al mundo, ya algo nuestro, de los viejos:

“El crepúsculo de los dioses” Billy Wilder 1950
“Cuentos de Tokio” Yasujiro Ozu 1953
“El festín de Babette” Gabriel Axel 1987
“Lugares comunes” Adolfo Aristain 2002