FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

miércoles, 9 de febrero de 2011

El gran concierto


TÍTULO ORIGINAL Le concert

AÑO 2009 

DURACIÓN 119 min.  

PAÍS   Francia

DIRECTOR Radu Mihaileanu

GUIÓN Radu Mihaileanu
MÚSICA Varios
FOTOGRAFÍA Laurent Dailland
REPARTO Aleksei Guskov, Mélanie Laurent, Dmitri Nazarov, Valeriy Barinov, François Berléand, Miou-Miou, Lionel Abelanski, Vasile Albinet, Laurent Bateau, Ramzy Bedia
PRODUCTORA Coproducción Francia-Bélgica-Rumanía-Italia; Oï Oï Oï Productions / Les Productions du Trésor / France 3 Cinéma / Europa Corp. / Castel Film Romania / Panache Productions / Radio Télévision Belge Francophone (RTBF) / BIM Distribuzione
PREMIOS 2010: Premios del Cine Europeo: Nominada mejor guión

GÉNERO Comedia | Música


Clasificación : Vale la pena

El gran concierto es una película que te abraza a cada rato y que  al hacerlo te impide detenerte en sus altibajos. Hay un momento, no sabría decir cual, en el que te desentiendes de estructuras, ritmos, planos y verosimilitudes para entregarte, con  una envidiable irresponsabilidad, al  primario placer de la emoción.

Desde las juiciosas tribunas de la crítica El gran concierto es una película que cojea de principio a fin  por  todos los lugares comunes que la pueblan. La historia es ingenua y enteramente predecible.  Su humor es algo ramplón  y los personajes de la historia parecen  bajados de un carromato circense. No obstante todas estas notas que podrían tenerse como defectos, la película provoca un  inocultable encanto en  el espectador que muy pronto reconoce de que se trata el juego que se le propone y sin mayor vacilación lo acepta porque en  el cine  no todo ha de ser o entretenimiento pasajero o  travesía con sentido intelectual.

La historia de  El gran concierto  es de suyo atractiva y pegajosa.  El  viejo director del  Bolchoi, hoy relegado a la condición de simple utilero de la famosa orquesta, se entera del proyecto de un concierto en Paris.  Sin pensarlo dos veces se embarca en la disparatada aventura de reagrupar, haciéndolos pasar como si fueran la orquesta  oficial, a  los viejos músicos para demostrarse a sí mismo, demostrarle a sus viejos compañeros de ruta y demostrarle  al mundo entero, que lo que fue alguna vez puede rehacerse  y que si  el mayor riesgo es no lograrlo, un tal fracaso también  será un sentido homenaje al irrecuperable pasado.  Tras ese sueño suceden entonces los típicos percances de  comedia ordinaria: no hay plata para los tiquetes aéreos, los músicos son indisciplinados, ninguno de ellos tiene visa para entrar  Francia y en la recta final el director del Bolchoi se da cuenta del engaño.

La película no se hunde en  la banalidad de una comedia de pacotilla por dos o tres elementos: el primero de ellos, arrasador e indiscutible, la magia de la  música y, más exactamente, la del concierto para violín  y orquesta de Chaikovsky; hacia su interpretación  en  París se mueve toda la película y no es difícil presentir que la ceremonia será apoteósica. Uno segundo y quizás el más valioso, está dado por los referentes históricos de la trama: de una parte la era oscurantista de Brezhnev  con  todas sus arbitrariedades y, de otra, la historia de Lea , la mamá de la protagonista, una violinista judía que no puede interpretar el concierto de Chaikovsky por orden  del dictador. A esos puntos de historia  se suma, ya quizás incomprensible para las nuevas generaciones, el sueño igualitario del estado comunista. Y el tercero corre a cargo de la bellísima Mélanie Laurent en  su papel de Anne Marie Jacket , la joven  violinista que después de un  titubeo inicial aceptar tocar,  con  el inmortal  Bolchoi, el concierto del maestro ruso. La interpretación magistral tendrá que estar atada al esclarecimiento de su pasado. La Laurent enamora desde su primera aparición y deja impregnado todo el ambiente de su elegante sensualidad.  Como no recordarla en su inolvidable papel en la fantástica Bastardos sin gloria del gran Tarantino.

Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Que el Gran Concierto nos enganche con una historia un tanto clichesuda y que lleguemos incluso a realmente emocionarnos con el allegro vivacísimo del concierto de Chaikovski, no la hacen una buena película. A riesgo de ofender razones y corazones hay que decir sin empachos que el que nos guste una película no la hace una buena  película aunque por supuesto y felizmente casi siempre nos gusta una buena película. Uno puede, por ejemplo, adorar Pretty woman y verla infinidad de veces, a pedazos, por la tele cerrada. Pero de allí a decir que es una buena película hay una enorme distancia. No puede negársele a películas como esta su halo, su singular encanto. A esa capacidad indescifrable de encantar al público el cine le debe muchísimo o, sin temor a exagerar, el cine se debe, todo él, a esa capacidad de cautivar, de transportar. Pero  una cosa es ese perturbador efecto en el siempre vale la pena caer y otra,  diversa, que quien lo cause tenga la estatura de una buena película .

Con una simpleza que yo no soy quien para desaprobar pero que simplemente no comparto, suele decirse que por ser el cine entretención aquel que nos entretenga y bien lo haga  será ya por eso buen cine. No. El cine es mucho más. Su ambición pasa por la estación de la entretención pero su rumbo final tiene más que ver con la conmoción estética, con el resignificado mismo de nuestra condición humana.

El gran concierto es un  bien logrado pizzicato  en la piel. Pero no es, lejos está de serlo, un concerto grosso para el espíritu.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay muchas películas que en sus bandas sonoras incluyen música tipo 106.9 (emisora de la Jorge Tadeo Lozano...la voz del señor Hoyos es exquisita para ese entorno de números)...sin embargo, hay una película muy casual y mal dirigida que ha adoptado unas muy buenas canciones de este tipo..."two lovers", una película muy insulsa de un Fotógrafo atrapado en sus frustraciones y desamores, que se ata en dos mujeres; una mala mujer caprichosa e interesada (por lo general son rubias en este tipo de películas, tal vez por la belleza de sus hebras haciendo fieros al sol y sus ojos azules opacando el cielo) y en la de cabello negro (una mujer juiciosa de familia y deseosa de las relaciones extensas, de presentación familiar y foto del bautizo del sobrino (tal como lo dice una canción), marcando por su color una seriedad y una estabilidad firme)…que al final no escoge, se decide por su única opción, el plan b…el caso es que, lo importante de esta película es su banda sonora… “O Lola c'hai di latti la cammisa” interpretada por Pavarotti, “una furtiva lagrima” también por Pavarotti…son excelentes canciones para una película gris y triste…Confieso; un deseo que siempre he tenido, interpretada por Pavarotti escuchar “Non T’amo Più”, en una escena donde el actor principal este en un tren rumbo a Paris, con un par de tragos de coñac encima, e inevitablemente lá recuerda, algo inexplicable hace que su mente reconstruya esos besos furtivos , ese amor inmaculado y bendito que lo abandono por irse a otro rumbo donde él estorba…una escena perfecta para tan magnífica canción y letra, la recomiendo. Diego Palacios