FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

lunes, 9 de enero de 2012

EL ARBOL DE LA VIDA


TÍTULO ORIGINALThe Tree of Life
AÑO2011
DURACIÓN138 min.
PAÍS
DIRECTORTerrence Malick
GUIÓNTerrence Malick
MÚSICAAlexandre Desplat
FOTOGRAFÍAEmmanuel Lubezki
REPARTOBrad PittJessica ChastainHunter McCrackenSean PennLaramie EpplerTye Sheridan,Fiona ShawCrystal ManteconPell JamesJoanna GoingKari MatchettMichael Showers
PRODUCTORAFox Searchlight Pictures / Riverroad Entertainment
WEB OFICIALhttp://www.twowaysthroughlife.com/
PREMIOS2011: Festival de Cannes: Palma de Oro - Mejor película
2011: Premios Gotham: Mejor película (ex-aequo)
2011: Círculo de críticos de Nueva York: Mejor actor (Pitt), actriz sec. (Chastain) y fotografía
2011: Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor director, fotografía y actriz sec.
2011: Críticos de Chicago: Mejor película, director, actriz sec. (Chastain) y fotografía
2011: Satellite Awards: Mejor guión original y actriz secundaria (Chastain). 4 nominaciones
2011: Online Film Critics Society: 5 premios, incluyendo Mejor película y guión
GÉNERODrama | FamiliaInfanciaAños 50


Calificación: Vale la pena



Cuesta trabajo hacerlo. Cuesta trabajo decir que una película como El árbol de la vida, teniéndolo casi todo a su favor, termina malográndose como proyecto cinematográfico. Y cuesta trabajo hacerlo porque la idea de Terrence Mallick es monumental; porque el manejo de las cámaras es soberbio, casi poético; porque las actuaciones, especialmente la del reparto menos estelar, son más que convincentes y porque de una manera inteligente y desafiante su línea narrativa  opta por un relato al que le resulta totalmente indiferente el orden aquel del inicio, el nudo y el desenlace. Sin embargo y pese a la concurrencia de todos estos factores positivos hay una cierta demasía  en El árbol de la vida que les sale en contravía. 

Todo en esta película da una sensación de desborde, de haber ido más allá de lo que se requería sacrificando de esta manera el eje central de cualquier película: su propia historia. Es tanto el detenimiento en los recursos visuales de la película que aquello que pudo ser fascinación termina en hastío. Es la maestría con la que la cámara de zambulle en el universo convulso de un adolescente y, más allá,  es el mensaje que ágilmente  serpentea por toda la película, los que nos traban la lengua para atrevernos a decir que Mallick fue más allá de donde debía y que con una versión  menos ambiciosa pero más depurada y simple hubiera logrado un mucho mejor resultado.

Sí, hay que decirlo: El árbol de la vida está repleta de tomas estelares, de conmovedoras escenas, de mensajes edificantes pero falla como película porque entre tanto y tan bien intencionado decorado su argumento terminó extraviándose. En el cine siempre tener que haber un cuento y la forma como se le cuente es el factor determinante. Cuando no hay cuento no puede haber encuentro.

La propuesta argumental de El árbol de la vida es relativamente simple: Jack (Hunter McCracken) es un adolescente que vive en medio del contraste de la actitud de sus padres. Su madre, la fantástica Jessica Chastain, es la expresión pura del amor y de la entrega incondicional; su padre, el consolidado Brad Pitt, es la obsesión personalizada por formar un hijo valiente y competitivo que sea capaz de enfrentarse al mundo hostil que lo espera. Entre estas dos fuerzas, ambas amorosas, y en medio de lacerantes preguntas sin respuesta, va creciendo un Jack ensimismado y rebelde. Sirviéndose, quizás en exceso, de la voz en off y de un contrapunteo visual con imágenes que van desde la eclosión  molecular hasta la erupción volcánica,  El árbol de la vida plantea sus grandes tesis: primera, el amor es el único código posible para, aún sin entenderla, vivir y gozar esta vida y, segunda, somos uno solo con la naturaleza que nos rodea y de haber sido algas marinas pasaremos a ser, por voluntad divina y después de este tránsito humano, chispas, saltamontes o quizás enormes girasoles.

Las preguntas que Jack  se hace sobre los caprichos de dios son las mismas que nosotros, entonces de niños y ahora también de adultos, nos hacemos y esa coincidencia elemental nos emociona al punto de la compenetración y la solidaridad con el incomprendido protagonista.  Pero en el cine una cosa es el posible torrente de emociones contagiosas y otra, distinta,  el cauce por el que las mismas circulan. Una película puede (de hecho abundan los ejemplos) ser un mar de emociones y, a la vez, un completo desierto en cuanto al hilo argumental, a la historia misma, por la que aquellas transcurren. Una buena película es aquella que nos llega, sin estridencias, a través de la historia que la misma nos cuenta. Entre más se apele al artificio innecesario mayor será el distanciamiento de esa inamovible regla del bien contar para poder atrapar. Uno puede admirar muchas cosas de El árbol de la vida; puede uno incluso comulgar con sus propuestas filosóficas y puede uno salir, después de las más de dos horas de proyección,  con ese deleite propio de la conmoción anímica. Todo eso puede pasar pero nunca se deben confundir los destellos aislados, por sobrecogedores que ellos sean, con la uniformidad de una noche estrellada.

Para destacar la actuación más que sobresaliente de Jessica  Chastain. Esta mujer logra con su sola presencia todo un halo de ternura y compasión capaz de reaccionar enérgicamente cuando las circunstancias imponen la defensa de aquello en lo que cree. Compartir reparto con unos monstruos como Pitt y Sean Penn (Jack adulto) no era cosa fácil y la verdad es que terminó superándolos. A Pitt porque su papel, sin duda alguna bien logrado, no daba para exprimir todo su talento y a Penn porque lo invitaron a lo que parecía ser una gran fiesta dejándole apenas traspasar el umbral de la puerta.  Tratándose de un actor de esta estatura, todo un desperdicio. Queda el brillo de la Chastain más elocuente que los resplandores de la naturaleza y más diciente que el pálpito de las células.




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