FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

jueves, 2 de diciembre de 2010

LONDON RIVER




TÍTULO ORIGINAL London River

AÑO 2009 

DURACIÓN 87 min.    

PAÍS España    

DIRECTOR Rachid Bouchareb
GUIÓN Rachid Bouchareb, Olivier Lorelle, Zoé Galeron
MÚSICA Armand Amar
FOTOGRAFÍA Jérôme Alméras
REPARTO Brenda Blethyn, Sotigui Kouyate, Roschdy Zem, Sami Bouajila, Bernard Blancan, Marc Bayliss, Gareth Randall
PRODUCTORA Coproducción Argelia-Francia-GB
PREMIOS 2009: Festival de Berlín: Mejor actor (Sotigui Kouyaté). Nominada al Oso de Oro.

GÉNERO Drama | Terrorismo. Amistad

Clasificación : Vale la pena

Toda película se construye sobre sus personajes. Es inevitable y  deseable que así sea. En algunos pocos casos aquellos se desdibujan y le ceden el lugar protagónico a un relato  que parecería capaz de subsistir sin ellos.  No es fácil deslindar a los personajes del relato que encarnan ni a este de aquellos. Los personajes hacen que el relato sea lo que es y el relato, a su vez, perfila a los personajes  imprimiéndoles el carácter que el propio relato necesita para hacerse a sí mismo. Es una simbiosis que por no obvia deja de ser maravillosa.

En London River  los personajes  alcanzan tal fuerza y vigor que se convierten, por encima de los sucesos que les sirven de escenario, en la propia esencia narrativa de la película.  


El 7 de julio de 2005 Londres sufre dos ataques terroristas en los que mueren decenas de personas. London River no es una película sobre ese trágico evento es, en cambio, una película sobre un par de seres humanos, diversos y distantes,  que se enteran de los ataques y temen por la suerte de sus respectivos hijos. Ambos emprenden el sendero incierto de la búsqueda  sin saber que la unión desconocida de sus hijos será el factor que los llevará a su propia, inusual e inesperada unión.

Ella,  encarnada por Brenda Blethyn, es la madre de la hija desaparecida.  Mujer que ya en el ocaso de su vida se ha dedicado a las labores de la tierra y que se dice, más  por tradición que por convicción, profundamente cristiana. El, interpretado magistralmente por Sotiqui Kouyate, es el padre del hijo desaparecido. Su oficio, exótico y poético, es cuidar un bosque y particularmente sus moribundos olmos. Ella inglesa, él africano; ella cristiana el musulmán; ella el paradigma de una madre occidental, solitaria y afligida; él es una especie de rasta sexagenario que a fuerza de cuidar olmos ha terminado pareciéndose a uno muy lánguido de ellos.

Cuando en medio de la búsqueda angustiada se enteran de que sus hijos son pareja, empiezan a recorrer juntos la ruta estrecha de la esperanza. Ella al principio se resiste. No puede ser que su hija conviva - o quizás haya convivido - con un musulmán  y que  ella tenga ahora que buscarla en compañía de un hombre andrajoso y de pelo demasiado largo. El, por el contrario, desde un comienzo se muestra receptivo y abierto. Sólo quiere encontrar al hijo que desde muy temprano abandonó. Muy pronto ella renunciará a sus prevenciones y lo que antes fuera recelo se convertirá en esa solidaridad  que genera compartir un mismo dolor.

El trabajo de Rachid Bouchareb, el director de London River privilegia, quizás en demasía, la presencia de estos dos personajes. Son ambos tan centrales y unívocos que el drama compartido los hace un tanto irreales. No se puede negar que la relación que entre ambos se construye es, en medio de la tragedia, a la vez que triste reconfortante. El drama que ambos viven los despoja, especialmente a ella, de ese necio equipaje de prejuicios con el que la cultura, incluida la religiosa, suele cargar al ser humano.  Sin embargo a una película no la hace la trascendencia de su mensaje ni la ternura de sus personajes. A una película la hace una conjunción compleja de elementos en la que todos ellos  conforman un espiral de causas y efectos. 

De London River se sale satisfecho porque sus protagonistas logran unas actuaciones sobresalientes y porque a través de sus personajes uno vuelve a entender que en medio de tanta diferencia, ante el dolor y la esperanza solo nos queda reconocernos, más allá de los credos y los colores, como seres humanos. .

No sé si la función primordial del cine sea entretenernos o formarnos o simplemente contarnos algo. Yo siempre he pensado, de seguro por mis fantasmas literarios, que el cine está hecho para contarnos historias. La entretención y la formación son unos derivados valiosos pero siempre accidentales. Y es por esperar siempre del cine el había una vez  que de London River salí, si bien satisfecho e incluso emocionado, con el sutil  sinsabor de la historia que nunca fue contada.

2 comentarios:

Ricardo Di Mario dijo...

Es muy bueno tu comentario, pero creo que además de los prejuicios que claramente están sólo del lado de la mujer cristiana, hay también otros silencios en el tratamiento de la realidad, de la convivencia, en occidente, de cristianos y musulmanes, muy especialmente a posteriori de los atentados mutuos donde la violencia no es sutil sino brutal. No importa de qué signo esa violencia no aparece en la peli, por surte, pero está presente, en las imágenes de los atentados, en el trato dispensado por la policia, y también está en la omisión que el director hace de ella! Conmovido agradezco a Marco, mi hijo bonito, que me la recomendó. RDM

Ricardo Di Mario dijo...

Es muy bueno tu comentario, pero creo que además de los prejuicios que claramente están sólo del lado de la mujer cristiana, hay también otros silencios en el tratamiento de la realidad, de la convivencia, en occidente, de cristianos y musulmanes, muy especialmente a posteriori de los atentados mutuos donde la violencia no es sutil sino brutal. No importa de qué signo esa violencia no aparece en la peli, por surte, pero está presente, en las imágenes de los atentados, en el trato dispensado por la policia, y también está en la omisión que el director hace de ella! Conmovido agradezco a Marco, mi hijo bonito, que me la recomendó. RDM