FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

domingo, 12 de junio de 2011

EL MUNDO ES GRANDE Y LA SALVACIÓN ESTÁ A LA VUELTA DE LA ESQUINA



TÍTULO ORIGINALSvetat e golyam i spasenie debne otvsyakade (The World is Big and Salvation Lurks around the Corner)
AÑO
2008
DURACIÓN
105 min.  Trailers/Vídeos
PAÍS
  Sección visual
DIRECTORStephan Komandarev
GUIÓNYurii Dachev, Stephan Komandarev, Dusan Milic (Novela: Ilija Trojanow)
MÚSICAStefan Valdobrev
FOTOGRAFÍAEmil Hristow
REPARTOMiki ManojlovicCarlo LjubekHristo MutafchievAna PapadopuluLyudmila CheshmedzhievaNikolai UrumovVasil Vasilev-ZuekaDorka GryllusHeinz Josef BraunStefan Valdobrev
PRODUCTORACoproducción Bulgaria-Alemania-Eslovenia-Hungría; RFF International / Pallas Film / Vertigo/Emotionfilm / Inforg Stúdió / BNT
WEB OFICIALhttp://www.piramide-films.com/mundo-grande.html
GÉNERODrama | Comedia dramáticaRoad Movie

Clasificación : Vale la pena

Las buenas películas, las perdurables, son como el salmón. Nadan contra la corriente.  Remontan los ríos desafiando el sentido de sus cauces para luego volver al mar donde ya sabrán diferenciar lo dulce  de lo salado. 

Cuando uno se detiene en la colección imaginaria de las grandes películas encuentra siempre en ellas ese sello de rebeldía, esa impronta propia del que se arriesga a decir de otra manera lo que ya tantas veces se ha dicho.  A ese nado opuesto lo empuja un deseo oscuro de aproximarse de otra forma a las verdades y a las mentiras que nos circundan. El salmón de la genialidad nunca aspira a la notoriedad, la obtiene como presea de su desafío y no nada a contracorriente para diferenciarse de los demás peces; se diferencia de los demás peces porque nada a contracorriente. Es distinto, es profundamente distinto.

El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina, la película del director búlgaro Stephan Komandarev , es una muy bien lograda movie road, que nada serena y tranquila dejándose llevar - y llevándonos de paso - por la corriente predecible de estas historias de camino. Después de un accidente automovilístico en el que fallecen sus padres, Alex (Carlo Ljubek), que iba en el coche con ellos, pierde su memoria.  Será su abuelo Bai Dan ( Miki Manojlovic) quien acompañará a su nieto en una travesía ciclística que lo llevará a la lenta y algo fantasiosa recuperación de su pasado, un pasado que nos es contado a través de un relato que se desliza entre presentes y pasados.

La películas está llena de todos los elementos que normalmente se asocian con este tipo de historias. Los paisajes son espectaculares; abuelo y nieto construyen una relación de respeto y complicidad;  el pasado esquivo va reapareciendo en escenas cargadas de una poesía elemental que a nadie sorprende y a todos acaricia. Pareciera que pedalear en una tándem por las empinadas montañas es cosa fácil, que basta dejarse llevar por el viento para cruzar, como si nada, un buen pedazo de Europa. Y para cerrar un bello cuento de sensibilidad y fantasía,  al final de la travesía aparece la mujer de los sueños,  tan hermosa y tan postiza como toda la historia que con ella culmina.

Todo lo anterior no demerita la película, puede incluso enaltecerla si se la mira como un recorrido del corazón en el que tanto la trama como los personajes se desenvuelven con la levedad artificial que les imprime un guión sentimental.  La falla en El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina es que nada falla. Estamos ante una historia bien contada, bien ambientada y, también, conmovedora a la que le falta un impulso de contrariedad. Hay que volver a decirlo: el buen cine es aquel que de una u otra forma nada en contra, aquel que serpentea donde la línea suele ser recta y también aquel que va derecho donde el recoveco se había impuesto.  La película del búlgaro Komandarev es un placer para los ojos, no una inquietud para el alma. Con una destreza admirable El mundo es grande echa mano de todo un equipaje de situaciones y recursos conocidos que suelen no fallar en los proyectos cinematográficos donde el objetivo central es atrapar al espectador con maquillajes emotivos.  Por eso, precisamente por eso,  es la película perfecta para ganarse los premios del público pero es también por eso, precisamente por eso, que no va más allá de la emoción periférica.

Que sea o no un atrevimiento decirlo, no lo sé; que sea artística o cinematográficamente inexacto decirlo, tampoco lo sé. A lo mejor es que no se trata  de saber o no saber algo sino de intuir que la mejor expresión es y será siempre  aquella que vulnera - con o sin violencia - el lenguaje aceptado, aquella que se lanza al vacío corriendo el riesgo, para que se le oiga de otra forma, de no ser oída.

Tanto la obra de un director específico como el cine de un determinado país son el resultado de todo un proceso de maduración en el que se dan cita aciertos, aprendizajes, errores, abandonos y hallazgos. Aunque puede haber destellos individuales, el buen cine ni se hace ni se aprende a ver de la noche a la mañana. Hay trechos que recorrer,  trechos amenazados  por esos cómodos desvíos que conducen al extravío.  Es muy poco, poquísimo, el cine búlgaro que se ve en Colombia. Con el desconocimiento que esto implica me atrevo a decir que si El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina es una muestra de un cine que empieza a trepar la cuesta, los pronósticos son más que favorables; si por el contrario es un ejemplo de un cine con obras consolidadas,  habría que decir que la película de Komandarev se dejó llevar por la comodidad de los lenguajes aprendidos pero que se palpa en ella el talento para  incursionar en el terreno incierto de la diferenciación, que se le sienten las agallas para remontar el río como lo hace el salmón. 

Nota: Dicen los que lo juegan que en la simpleza del backgammon está su complejidad. En la película está presente de principio a fin. Véanlo y, si fuera posible, siéntanlo.  


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