FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

lunes, 4 de octubre de 2010

Cinco días sin Nora

 
TÍTULO ORIGINAL
Cinco días sin Nora
AÑO2008
DURACION93 min.  Trailers/Vídeos 
PAÍSMejico  (Novedad) Sección visual 
DIRECTORMariana Chenillo
GUIÓNMariana Chenillo
MÚSICADarío González
FOTOGRAFÍAAlberto Anaya Adalid
REPARTOFernando Luján, Ari Brickman, Verónica Langer, Enrique Arreola, Max Kerlow, Cecilia Suárez, Juan Carlos Colombo, Angelina Peláez, Silvia Mariscal, Juan Pablo Medina, Rodrigo Cachero, Marina de Tavira
PRODUCTORACacerola Films / Foprocine

Clasificación : Vale la pena

Una  tela de encaje que  cae suavemente;  una mesa impecable de la que se rescata el sonido que produce el cubierto que sobre ella se posa; una cocina atiborrada de gente compartiendo los oficios de cortar, enrollar y aderezar; un cajón que pareciera ocultar algo; los avisos multicolores, con advertencias de cómo usar esto y aquello, adheridos a los recipientes de una nevera….  Todos detalles femeninos que pueblan de principio a fin Cinco dias sin Nora, la opera prima de la directora mejicana Mariana Chenillo.

Antes de suicidarse Nora se encarga minuciosamente del montaje de su propio duelo. Sabe quiénes asistirán y prevé, de seguro con las flaquezas propias de la previsión humana,  las tensiones y conflictos que desencadenará su provocada ausencia. José, su esposo, se ve envuelto en una situación tragicómica que lo arrastra del enojo a la dulzura, de los celos y el resentimiento a la reconciliación y al sosiego. El plan de Nora no era otro que el de propiciar, bajo sus obsesivas reglas,  un reencuentro de los suyos en torno a la mesa, a esa mesa con cuya preparación se abre la película.

Lo cierto es que más allá de la simple reunión de los suyos con ocasión de su muerte, lo que provoca la ausencia de Nora es la revelación de unos secretos que le darán  una nueva dimensión a relaciones que se creían, las unas truncadas y las otras ocultas. Una foto arrojada al piso,  no sabemos bien si por el azar o por la malicia de la propia Nora, será el elemento que descorrerá máscaras y revelará la esquiva verdad de los sentimientos, tanto los de Nora como los de los hombres que la rodearon.

En Cinco días sin Nora se siente la presencia de una mujer y, también, la presencia femenina. 
 
Se siente, de una parte, que Nora, la mujer, está en todas partes; que nunca estuvo más presente que ahora que  decidió ausentarse.  Esposo (o ex esposo), amigo, hijo, nuera, nietos,  hermana y  empleada giran en torno a ella como las figuras de un carrusel de feria. En la escena final, sentados todos a la mesa, se la siente presente, presidiendo la mesa. No hay que estar para mandar.

Y se siente también  esa otra presencia, la femenina, la de la finura de la vajilla; la de los prismáticos que cada uno de los esposos tiene para vigilar, en el edificio del frente, los movimientos del otro;  la de la magia que emerge cuando todos se congregan en la cocina; la que revela el irremediable egoísmo amatorio de los hombres. Y digo, al referirme a este  tono de la película, presencia femenina que no es lo mismo que decir presencia de mujer porque aquella es, antes que una cuestión de género, una cuestión de sensibilidad. 

Decir  que en Cinco días sin Nora la presencia femenina es una constante no quiere decir, en modo alguno, que sea una película para mujeres. Es, bien por el contrario, una película llevada  por una manera femenina de ver las cosas como muchas veces, hombres y mujeres, deberíamos verlas. La escena del judío en la cocina preparando algún tipo de amasijo mientras habla con la empleada de lo cercanos que son sus pueblos natales es un perfecto ejemplo de esta feminidad que circunda y aquilata toda la película.

Cinco días sin Nora pudo caer en la chabacanería de una comedia de pacotilla o pudo también caer, por el suicidio de Nora, en la pesadez  del melodrama. Sin embargo no cayó ni en la una ni en el otro y logró en cambio una historia amable y fluida que además de hacernos reír con su demoledor humor negro, también logra ese sutil toque de conmoción  que apela siempre, abstracción hecha del género, a nuestro lado femenino. 


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