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Acaba de terminar, en distintas
ciudades colombianas donde se desarrolló,
el undécimo festival de cine francés. En esta ocasión la homenajeada fue la bella Sandrine Bonnaire;
una muestra representativa de su trabajo, como actriz y como directora, se
exhibió en las distintas salas.
Con la guía de las reseñas del
festival y con aquellas otras encontradas en las páginas especializadas de cine, escogí y fui a tres de sus películas. La guerra está declarada (Valérie
Donzelli) , Vientos contrarios (Jalil
Lespert) y Pierrot le fou (Jean Luc Godard). Se me quedaron en el camino, sin
ver, películas como Las nieves del
Kilimandjaro (Robert Guediguian) ,
Les diaboliques (Henri George Clouzot), Le tableau (Jean-Francos Languione)
y del gran Renoir Boudu sauvé des eaux
De las que vi las dos primeras
estaban en competencia. Ahora que reviso los resultados del festival encuentro
que la ganadora fue La Guerra está
declarada. De mi trío, incluida la afamada Pierrot le fou, también ella fue la ganadora. Fui a ver La guerra está declarada por la misma
razón por la que su directora y actriz principal, Valérie Donzelli, se decidió
a hacerla. La experiencia de un hijo enfermo es una experiencia estremecedora
que merece ser contada y que merece ser vista, oída o leída cuando otro la ha
contado. Al leer que este era el tema de la película no vacilé en escogerla.
Quería ver como se encaraba, cámara en mano, una vivencia como esta. Estaba la posibilidad, evidente y a la
vez decepcionante, de encontrarme con una de esas películas de intenciones salvíficas
en las que el hijo enfermo es apenas un pretexto para amplificar el heroísmo de
los padres. También estaba la posibilidad de toparme con un drama contado y
deformado desde la perspectiva de
un pequeño que no logra entender – y mucho menos querer – un mundo volcado
sobre su enfermedad. Otra opción, quizás la menos
probable, era aquella de encontrar la transfiguración estética de una situación
extrema que, como cualquier otra, siempre tiene la potencialidad de ser
interpretada en trazos, notas, palabras o imágenes que la resignifiquen y
trasciendan. Fue con esto último con lo que felizmente me topé cuando vi la
última película de la Donzelli.
La guerra está declarada es la versión libre y por sobre todo
artística que esta directora y actriz francesa hace de su propia experiencia
como madre de un niño al que muy temprano se le diagnostica un tumor en el
cerebro. Para este proyecto convoca al que tenía que ser convocado. Quien sino
al propio papá del niño, el actor Jérémie Elkaim, quien fuera hasta hace algún tiempo su pareja. Bajos otros
nombres ambos se auto representan sin ánimo documentalista y, mucho menos,
aleccionador. Lo que logra La guerra está
declarada es un asomo distinto, alternativo y creativo a una realidad cuyos
interrogantes y estremecimientos pueden hacer emerger lo mejor y lo
peor de quien la vive.
Las actuaciones de sus
protagonistas son frescas y espontáneas. La cámara se
deleita reinventándose a sí misma allí donde la escena no pareciera la propicia
para este tipo de juegos creativos. El niño enfermo es un referente muy importante
pero no se lo manosea emocionalmente. Sin heroísmos bordeados de final feliz,
son los padres quienes cuentan ese torbellino de sensaciones que los asalta y
que nunca terminan de entender muy bien: los interminables diagnósticos
médicos, la insufrible compasión de quienes los rodean, las preguntas sin
respuesta y ese vértigo que de repente pulveriza el sentido mismo de la vida.
La Donzelli logra un muy balance entre el drama que
soporta la historia y la técnica que emplea para narrarla. Los corredores pálidos de una clínica se convierten en el escenario ideal para representar, con tomas
inusuales y una perfecta violencia visual, la conmoción de unos padres que no
terminan de entender en qué momento se les rompió la burbuja de su felicidad. La guerra está declarada tiene el mensaje encriptado de unos padre
que supieron sobreponérsele a la adversidad pero tiene, sobre todo, el
magnetismo de una talentosa directora que supo apelar a unos recursos
cinematográficos para expresar, con una estética inusual y sorprendente, ese caos que ni siquiera quien lo padece
es capaz de dimensionar.
Al acierto narrativo lo redondea
con un acople sorprendente la música de la película. Cuando las palabras no
alcanzan, cuando el poder de las imágenes amenaza dilución, la música siempre
reitera la inigualable precisión de su lenguaje.
Espero que el justo premio
que se le ha otorgado a La guerra está
declarada signifique su pronta reaparición en las carteleras nacionales.
Nota a deshoras: Una muestra de la música, tan a la medida, de La guerra está declarada
Nota a deshoras: Una muestra de la música, tan a la medida, de La guerra está declarada
1 comentario:
Me emociona encontrar un blog donde se analizan peliculas que he visto. Un enfoque personal de como se enfrenta una crisis de esas que pueden cambiarte. Aunque me parecio buena, en mi opinion falto redondear el objetivo, un poco menos de dispersion y una edicion mas efectiva. Salu2
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