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Calificación : Vale la pena
En el calendario romano los idus
eran los décimo terceros días de cada mes. Fechas de buenos augurios en los
meses de marzo, mayo, julio y octubre. Para los otros meses del año la fecha
favorable se desplazaba al día quince.
Contradiciendo esta creencia o quizás corroborándola, fue un idus de
marzo cuando, no obstante haber
sido advertido del infortunio que se le avecinaba, muere asesinado Julio Cesar.
Así nos lo recordará más tarde Shakespeare en su injustamente olvidado Julio Cesar . Más tarde fue Thornton
Wilder quien bautizó una de sus novelas con el sugestivo y a la vez equívoco
título The ides of march (1948). Digo
sugestivo y equívoco porque el idus
de marzo ha estado ligado - y lo estará ya por siempre - a la
relatividad connatural que
acompaña a la buena suerte. Lo que pareciere en principio un infortunio deviene
luego en fortuna y viceversa. La secuencia sigue y ahora es nuestro querido
George Clooney el que, basándose en la obra de teatro Farragut north de Beau Willimon, se apropia de este título para
adentrarse en los turbios vericuetos de la política norteamericana.
Ides of march dirigida y coprotagonizada por Clooney muestra hasta
donde puede llegar la sofisticación de la perversión si el objetivo es el
poder. Ryan Gosling (Half
Nelson, Blue Valentine y Drive,
entre otras)
trabaja al servicio de Clooney un candidato demócrata que tiene muy buenas
posibilidades de llegar al sillón presidencial de la Casa Blanca. Su suerte –
la esquiva y bifronte suerte -
depende del resultado de las elecciones primarias que en el sistema
americano preceden la elección presidencial. Como siempre, como en todas
partes, las alianzas partidistas resultan indispensables para alcanzar el voto
de los electores y es en su insaciable búsqueda que se violentan, con los más variopintos disfraces, fronteras legales, éticas y morales.
Mal reencauchado, como siempre lo ha estado, resurge el maquiavélico slogan
según el cual “el fin justifica los medios”.
Ides
of march, entre nosotros Poder y traición,
es un producto compacto y bien logrado que elude con inteligencia las
simplezas habituales de los thrillers políticos
pero que por unas fallas en la estructura de su guión termina valiéndose de algunas de ellas. De otra parte es
una regla de oro que cuando el peso de una película gravita exclusivamente sobre los kilates actorales
de su reparto , la que resulta lastimada es la trama del relato y en
particular la forma como se pretenda contar una determinada historia. Algo de
esto pasa en Ides of march. Su historia
arranca con un ritmo envolvente pero muy pronto echa mano de un incidente que
se siente forzado y que desluce su guión. Pese a eso su tono se mantiene pero
es inevitable sentirse ya no frente a un diagnóstico descarnado y sobrio de
hasta donde se puede llegar tras la consecución del poder, sino frente a un
entramado algo artificioso que infla, más de la cuenta, un affaire
del candidato con una pasante
de su campaña.
Imposible no reconocer la contundencia de
actores como el propio Gosling y,
realzándolo, de maestros como Philip
Seymour Hoffman y Paul Giamatti y de la ya consolidada Marisa Tomei. Sin embargo es la estatura
interpretativa de estos la que pone en evidencia las fragilidades del relato
que se soporta en ellos. Son ellos
quienes lo sostienen cuando debiera ser al revés. Debiera ser el relato quien
los justifique y no a la inversa.
Sería sin embargo injusto y totalmente
desproporcionado decir que Ides of march es un relato más de
intrigas políticas y lo sería especialmente con un Clooney que vuelve a
demostrarnos su compromiso con un cine serio y con una forma cuidada y
elaborada de transmitir algo que va más allá, mucho más allá, de la
entretención fugaz y vendedora. Es evidente y por lo mismo indiscutible que el
nombre de Clooney ya está ligado con una
estética y una técnica que
rebasan los cánones ordinarios de la industria cinematográfica. Así lo
demuestra en Poder y traición una
película a la que no obstante faltarle el poder para ingresar al estante de las
imprescindibles no traiciona la trayectoria de un hombre que con los años ha
ido madurando una obra merecedora desde ya del reconocimiento que siempre se le
debe al trabajo marcado por una línea definida, quizás no de genialidad, pero
sí de coherencia y consistencia. Cada vez estoy más convencido que, incluso en
el cine, valen más estas que
aquella.
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