Clasificación : Buen plan
Sorprender no siempre es conquistar; sobresaltar no equivale a acertar. En esta oportunidad Steven Soderbergh, el versátil e irregular director de películas como Ocean´s Eleven (2001), Traffic (2000) y Sexo, mentiras y cintas de video (1989), intenta construir , con muy buen material de base, un thriller complejo y sofisticado pero al final el resultado no es otro que una historia enrevesada que sacrifica los componentes atractivos de su guión por el sobrevalorado espejismo de un final inesperado.
Sorprender no siempre es conquistar; sobresaltar no equivale a acertar. En esta oportunidad Steven Soderbergh, el versátil e irregular director de películas como Ocean´s Eleven (2001), Traffic (2000) y Sexo, mentiras y cintas de video (1989), intenta construir , con muy buen material de base, un thriller complejo y sofisticado pero al final el resultado no es otro que una historia enrevesada que sacrifica los componentes atractivos de su guión por el sobrevalorado espejismo de un final inesperado.
En Efectos Secundarios Emily (Rooney Mara) es una mujer con trastornos emocionales que
acude a un siquiatra, el Dr. Banks (Jude Law), para que la ayude a superar la conmoción del reencuentro con su esposo recién salido de la cárcel y al que siente y resiente como una
presencia indescifrable y amenazante. La ruta terapéutica no es otra que la del
paraíso, artificial e infernal, de los fármacos. A partir de este planteamiento
los hilos tensos del relato empiezan a entrecruzarse de tal forma que no es su
propia tensión, como en los buenos thrillers, la que termina por romperlos,
sino que es su equivocado planteamiento el que termina enredándolos. Hasta la mitad de la película los temas
insinuados son, principalmente, la ética médica, la ambición voraz de la
industria farmacéutica y la concepción, manipulada desde distintas esferas del
poder establecido, de la salud humana.
Temas como estos que permitían presagiar una historia sustanciosa, se
botan de pronto por el primer desagüe que se encuentra y en su lugar la
historia opta por la ficha devaluada y plástica de un drama enredado que
pretende brillar solo porque su final es distinto a aquel que todos imaginábamos. Sí,
sorprender no siempre es conquistar y sobresaltar no equivale acertar. Steven
Soderbergh anunció un número de
elaborada prestidigitación y terminó con el truquillo barato de la baraja marcada.
La fórmula del buen thriller, como tantas otras, ya está inventada sin
que ello quiera decir que los márgenes de sorpresa de este género sean escasos.
Aunque pudiera sonar paradójico o contradictorio, en este tipo de películas la capacidad de asombrar o
innovar siempre parte del respeto a un modelo establecido al que solo se le
supera bien cuando se lo enriquece, no cuando se lo ofende, desconoce o ,
simplemente, empobrece. El thriller no es más que el arte de tejer una telaraña
y lograr que sea la cuasi invisibilidad de sus hilos la que genere una
sensación insuperable de emoción y agarre . El buen thriller envuelve sin
agredir, dosifica el aire sin ahogar y copa toda nuestra atención dispensándonos
de pensar. En el caso de Efectos
Secundarios seguramente otro hubiera sido el resultado de la película si no se pone en
juego tanto para sacar de ello tan poco; el cine está lleno de majestuosos
ejemplos de cómo hacer cosas grandes a partir de las muy pequeñas cosas.
Del reparto sobresale Rooney Mara que logra empujar una historia que siempre está bordeando el despeñadero de la confusión;
su papel es sólido y convincente al punto de ser ella quien opaca a sus
afamados compañeros de reparto. Jude Law lo hace bien, solo bien. La
corrección de su actuación pone en evidencia que la historia que no se llegó a contar le habría sacado
mucho más brillo a su capacidad actoral. Y de la Zeta-Jones solo decir, sin pedir perdón, que en mi
abecedario actoral la mujercita de Douglas ocupa exactamente el puesto de la
letra que la apellida.
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