FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

domingo, 10 de marzo de 2013

LA NOCHE MÁS OSCURA - ZERO DARK THIRTY



TÍTULO ORIGINALZero Dark Thirty
AÑO2012
DURACIÓN157 min
PAÍSEstados Unidos
DIRECTORKathryn Bigelow
GUIÓNMark Boal
MÚSICAAlexandre Desplat
FOTOGRAFÍAGreig Fraser
REPARTOJessica ChastainJoel EdgertonTaylor KinneyKyle ChandlerJennifer Ehle,
Mark Strong,Chris PrattMark DuplassHarold PerrineauJason Clarke,
Édgar RamírezScott Adkins,Frank GrilloLee Asquith-CoeFredric Lehne,
James GandolfiniReda KatebFares Fares,Stephen Dillane
PRODUCTORAColumbia Pictures / Annapurna Pictures
WEB OFICIALhttp://www.zerodarkthirty-movie.com/
PREMIOS2012: Oscar: Mejor montaje de sonido (ex-aequo). 5 nominaciones.
2012: Globos de Oro: Mejor actriz dramática (Chastain). 4 nominaciones
2012: Critics Choice Awards: Mejor actriz (Chastain) y mejor montaje. 5 nom
2012: Premios BAFTA: 5 nominaciones, incluyendo mejor película y actriz
2012: National Board of Review (NBR): Mejor película, director y actriz
2012: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película, dirección y fotografía
2012: Satellite Awards: Mejor guión original. 5 nominaciones
2012: Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor montaje
2012: American Film Institute: Top 10 - Mejores películas del año
2012: Directors Guild of America (DGA): Nominada a Mejor director
GÉNEROThrillerAcciónDrama | Terrorismo11-SBasado en hechos reales
Clasificación: Vale la pena


Una de las claves esenciales del cine es el manejo de la mentira.  La  cámara necesariamente transfigura lo que mira. Cuando el lente se posa sobre un rostro o sobre un aviso de neón o sobre un rostro que atrás tiene un aviso de neón, la cámara hace de ellos y con ellos otra cosa; sí un rostro, sí un aviso de neón, sí un rostro que atrás tiene un aviso de neón pero  distintos, sutil pero profundamente distintos,  a aquellos en los que se posó y de los que se sirvió para moldear otro rostro, otro aviso de neón, otro rostro que atrás tiene un aviso de neón. Nada de lo que salga en el cine, ni siquiera en el que se pretenda más real o documental, puede ser verdad. El cine es lo que es porque falsea todo cuanto ve, toca y relata.  No importa cuales sean sus modalidades - pictórica, verbal, plástica, musical o visual -  todas nuestras aproximaciones de expresión a  la verdad son apenas eso, aproximaciones o, quizás más bien, variaciones en torno a un objeto que se sospecha verdadero. La humana propensión a nominarlo todo,  a encapsularlo todo en un concepto, a reducirlo todo a un rótulo que aspira a confundirse con lo rotulado, es  la inevitable condena, mágica y trágica a la vez,  a vivir en un mundo de mentiras. El cine es una manera más de aprehender algo revestido de aparente verdad con el fin de expresarlo en un plano adyacente a ese otro que llamamos realidad. Es precisamente la precariedad de nuestras verdades la que propicia que las miremos desde otras ópticas, el cine una de ellas, para completarlas, para que la mentira que la exprese se adhiera a su enclenque verdad y sobrevenga así otro tipo de verdad.

Hay películas, no pocas, que se presentan con el embauco de basarse en hechos reales pero que desde un comienzo dejan ver su irredimible entrega a la mentira; películas que no vacilan en sumergirse desde la primera escena en las confortables y a veces también turbias aguas de la ficción. La entrega a la mentira o la inmersión en la ficción no son, per se, ni negativas ni positivas. La una y la otra no son más que la esencia misma del cine y de su tratamiento depende la fortuna de toda película.

Bajo nobles pero torpes intenciones de apego a la verdad, Zero Dark Thirty pretende la reproducción objetiva y desapasionada de la tortuosa búsqueda de Osama Bin Laden; en su intento la película se sume en una complejidad innecesaria y tediosa. Todos han dicho y diré con ellos que el relato está bien armado y que la estructura de la película es contundente y sólida. Pero son estos mismos calificativos los que le niegan la plasticidad y la levedad - que no la ligereza -  propias de todo buen relato. Las más de dos horas de proyección vencen la más estoica de las atenciones y dejan en el espectador una sensación de documental maquillado  de un maniqueísmo para justificar torturas y venganzas por fuera de todo derecho.

La dirección de Kathryn Bigelow es impecable, pero el problema es que es lo es en demasía. Le faltó lo que le sobró en The Hurt Locker: ese adentrarse en la historia pero no con las pinzas finas del historiador sino con la intromisión del sicólogo o con el descaro del fabulador. En Zero Dark Thirty uno no se siente ni ante la minuciosa reconstrucción de un acontecimiento ni, menos aún, frente a una mirada arriesgada capaz de darle a ese acontecimiento  un nivel distinto de verdad. 

En esta oportunidad la Bigelow sacrificó el  desborde de la sensibilidad por la frialdad del tecnicismo. Se ha dicho de ella que es una de esas directoras que no se arruga frente a temas normalmente tratados por directores hombres. De hecho, Loveless (1982) su primera película acerca de una banda de pandilleros en los cincuentas es para algunos una pieza de culto en la galería del cine violento . Más allá de estas dudosas correlaciones de género, lo que sobresale en el cine de la Bigelow  es ese balance no premeditado entre la barbarie y la atrocidad de las que es capaz el ser humano y su facultad  de asombrarse ante lo elemental y cotidiano.  La feminidad - honda precisa y detallista - puesta al servicio de un relato sin tapujos ni fronteras.  El reto, sin duda alguna enorme, de querer recrear esta persecución obsesiva, llevó a la Bigelow a negarse esas concesiones subjetivas que, para bien o para mal, terminan poniéndole el sello personal a toda expresión creativa. Por apegarse a una supuesta verdad no solo terminó distanciándose de ella sino que desperdició la oportunidad de recrear la suya, tiznada o tamizada como toda verdad, por sus propios anhelos y sus inevitables sesgos. 

Zero Dark Thirty no es una mala película ni es, tampoco, una buena película. Es una aproximación bien elaborada pero fallida a lo que pudo ser, con mucha menos precisión y con mucha más introspección, pasión y  riesgo,  una buena película. 

Nota a deshoras: Buena esta crítica. Desparpajada, fresca y certera






sábado, 2 de marzo de 2013

SILVER LININGS PLAYBOOK - JUEGOS DEL DESTINO




TÍTULO ORIGINALSilver Linings Playbook
AÑO2012
DURACIÓN120 min
PAÍSEstados Unidos
DIRECTORDavid O. Russell
GUIÓNDavid O. Russell (Libro: Matthew Quick)
MÚSICADanny Elfman
FOTOGRAFÍAMasanobu Takayanagi
REPARTOBradley CooperJennifer LawrenceRobert De NiroJacki WeaverChris Tucker,
Julia Stiles,Anupam KherJohn OrtizShea WhighamDash MihokPaul Herman,
Brea Bee
PRODUCTORAMirage Enterprises / The Weinstein Company
WEB OFICIALhttp://silverliningsplaybookmovie.com/
PREMIOS2012: Oscar: mejor actriz (Jennifer Lawrence). 8 nominaciones.
2012: Globos de Oro: Mejor actriz comedia/musical (Lawrence). 4 nominaciones
2012: 4 Critics Choice Awards: Mejor comedia, actor, actriz de comedia y reparto.
2012: Premios BAFTA: Mejor guión adaptado. 3 nominaciones
2012: Festival de Toronto: Mejor película (premio del público)
2012: Independent Spirit Awards: Mejor película, director, guion y actriz
2012: Premios Gotham: Nominada a Mejor reparto
2012: Satellite Awards: 5 premios, incluyendo Mejor película y director.
2012: National Board of Review (NBR): Top 10, Mejor actor (Cooper)
2012: Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor actriz (Jennifer Lawrence)
2012: American Film Institute: Top 10 - Mejores películas del año
2012: Hollywood Film Festival: Director, Actor (Cooper, De Niro)
GÉNERORomanceDramaComedia | Comedia románticaComedia dramática
Calificación : Muy recomendada

Silver Linings Playbook, entre nosotros Juegos del Destino, era mi Oscar 2013 para mejor película. Explico mis razones. La última película de David O Rusell (The Fighter 2010) es una comedia inusual porque logra un muy balance entre ese cosquilleo epidérmico del cuento romántico y el estremecimiento del drama sincero. Pat (Bradley Cooper) y Tiffany (Jennifer Lawrence) se conocen en las circunstancias menos propicias para el romance: él acaba de salir de una institución mental y, deshecho su matrimonio, regresa a casa de sus padres; ella, tan  o más deschavetada que él, se pasea por el mundo con el pesado fardo de la marginalidad y la incomprensión. Con el deseo de aplacar su mente galopante, Pat sale a trotar y es en una de sus correrías que se topa con esta mujer, una mujer que a la vez que lo asfixia con la desmesura de su sinceridad, lo desafía para que se abra a la posibilidad de un cambio radical en su vida.


El guión de Rusell, basado en el libro de Matthew de Quick, ni se va por la línea fácil del enamoramiento almibarado, ni tampoco se hunde en la amargura de su negación.  Pat y Tiffany están a igual distancia de la pareja de ojos entornados y manos entrelazadas que de aquella otra, disfuncional y traumática, ensañada en su autodestrucción.  Estando, la pareja de Pat y Tiffany, a leguas de distancia de estos dos arquetipos, toma de ambos algunos elementos para transmitir, en tono de comedia,  la sensación de que toda relación tiene inevitablemente sus marcas de cordura y,  bendito sea dios, su sello indeleble de locura.

Mi Oscar no premia la contundencia de una imprescindible película; agradece más bien una historia muy bien contada a la que nos enganchamos de principio a fin no solo con el inocultable y legítimo  deseo de que esa pareja disfuncional y amorfa llegue a algo, sino también con el reconocimiento de que, más allá de los rótulos médicos,   todos en este mundo estamos un tanto desquiciados. 

Juegos del Destino es un homenaje a la imperfección, a la posibilidad anónima de vivir una vida sin aspavientos de felicidad o sin insulsas ambiciones de superación.  Russell lo transmite sin la chabacanería de la comedia de pacotilla y sin la pesadez del drama angustiado.  Pat y Tiffany no son la pareja ideal, como ideales tampoco son sus familias. Son los seres que son y más  retratar fielmente de algún tipo de relación humana, lo que logra Juegos del Destino es hacer de ellos unos personajes cuya  irrealidad  nos fascina porque nos devuelve, por los instantes infinitos de toda buena película,  a nuestra propia fragilidad y a la posibilidad única que tenemos de vivir con ella cada día.

Un par de líneas sobre la Lawrence. Para algunos, una actriz que rebosa talento y que se lleva el mundo por delante con su fuerza interpretativa. Para otros, una actriz sobre valorada a la que faltan largas horas de escuela actoral.  Para mi, una  piedra que si bien todavía admite pulimento y talla, ya es, de lejos, preciosa. Si mi pronóstico falló en el Oscar para mejor película, acertó en cambio en la Lawrence como merecedora de la estatuilla a mejor actriz.  Tendremos, no les quepa duda, Jennifer para rato.

Leyendo la crítica, especialmente la europea, es común la nota descalificadora por el happy end de Juegos del Destino. Como tantas otras veces, discrepo de quienes creen que el final de Juegos del Destino la demerita. El final feliz de esta película no es una impostura ni es, tampoco, un falsete desatinado. Es una manera de redondear una historia que lejos de pretender remates fantasiosos y perfectos, lo único que quiere es decir que la vida puede alcanzar, rozar tal vez , fugaces momentos de felicidad.

Nota a deshoras: Una buena escena