Pacto de silencio
The Company You Keep
121 min. | Thriller
Año: 2012
País: EE.UU.
Dirección: Robert Redford
Intérpretes: Robert Redford, Shia LaBeouf, Julie Christie, Richard Jenkins,Susan Sarandon, Stanley Tucci, Nick Nolte, Sam Elliott, Terrence Howard,Brendan Gleeson, Anna Kendrick, Chris Cooper, Jackie Evancho
Argumento: Neil Gordon (Novela)
Guión: Lem Dobbs
Música: Cliff Martinez
Fotografía: Adriano Goldman
Distribuye en cine: Tri Pictures
Con Causas y
consecuencias, la última pelicula dirigida y protagonizada por el icónico Robert Redford,
habría que hacer lo que dice su título en la cartelera española: un pacto de
silencio. Sí, un pacto de silencio porque a medida que más se la mira y
analiza, más se desintegra en sus numerosos defectos y más se hunde en su
malograda pretensión de llegar a ser el thriller trepidante que nunca llegó a
ser. Un pacto de silencio que quizás pudiera servir, sin quedarse en el facilismo crítico con esta prescindible película, como discreto tributo a un Redford que marcó - y sigue
marcando - un momento importante
en la historia del cine americano.
Del cine de Redford y a sabiendas de que toda escogencia es
arbitraria y subjetiva, personalmente prefiero su labor como actor que como
director. Guardo y guardaré en la memoria al Redford de Dos hombres y un destino (1969), del Golpe (1973) y de Todos los hombres del presidente (1976).
Las dos primeras, bajo la dirección de George Roy Hill, haciendo el inolvidable dueto
Redford-Newman y la tercera, ambos entonces tan jóvenes y apuestos,
con Dustin Hoffman. De su trabajo como director, a mi juicio siempre correcto,
moralista y plano pero nunca fascinante o soprendente, me quedo con su premiada
Gente Corriente del año 1980.
Sin perjuicio del respeto y del agradecimiento hacia un
artista que ha sido, quizás como pocos, consistente y coherente a lo largo de
toda su trayectoria, del Redford de Causas
y consecuencias hay que decir que su particular obsesión
por sobreponerse al paso de los años desdibuja a tal punto su presencia en la
escena que uno no termina de entender bien si está ante alguien que ha sabido
decantar a su favor el discurrir del tiempo o si su vanidad de permanencia lo
ha llevado a personalizar la caricatura de un joven muy arrugado o, peor, la de un viejo mal empacado en el
envoltorio de un joven muchacho.
Lo cierto es que Causas y consecuencias es
un relato apenas pasable de un grupo de viejos - usemos el término sin temores ni
ambages - que habiendo sido
terroristas en su juventud ahora
se exponen, treinta años más tarde, a la revelación de sus delitos y al riesgo
de su tardía pero simbólica captura. Esta idea que pudo catapultarse para
construir una historia de justificaciones ideológicas y para restaurar el
debate maquiavélico sobre la justificación de la violencia como medio , se
queda a mitad de camino cuando
Redford dulcifica innecesariamente la historia y la hace girar en torno a sí
mismo para mostrarse como el héroe que tiene, a la vez, la sabiduría del que envejece y el glamour
cosmético del siempre joven. Quizás su intención no haya sido narcisista pero
el resultado es un hombre, el propio Redford en este caso, en el que confluyen
demasiados méritos en desmedro de una historia que queda a la deriva y de un
reparto con figuras de la talla
de Susan Sarandon, Nick Nolte y
Julie Christie que aceptó, antes que desplegar su talento, acompañar al amigo
en un divertimento pasajero.
Causas y consecuencias
es una película que se deja ver pero que también se deja fácilmente
olvidar. Si no fuera por el sello Redford habría pasado sin pena ni gloria como
un thriller del montón. En las
buenas muestras de este género el misterio es una fuerza latente que siempre va
in crescendo y que termina resolviéndose en un punto inesperado y
desconcertante. En Causas y consecuencias
al misterio se lo sacrifica
para pincelar un drama forzado que termina resolviéndose en la predecible
llanura del triunfo del prohombre patriota, padre y amigo.
Pero más allá de las inocultables flaquezas de esta película, lo que no debe dejarse a un lado es la presencia de un hombre que inscribió su nombre en la
exclusiva galería de los grandes por su trabajo frente y tras las cámaras. Dónde resida o no su talento, de que textura está hecho su
talante cinematográfico y que tan poderosas o planas puedan haber sido sus
actuaciones o direcciones es otra discusión. Lo cierto es que en los corredores de séptimo arte su
nombre evoca y resuena, entre los vivos, tanto como el de un Eastwood o el de un Clooney. Nombres que
arrastran y maravillan por esa conjunción, no siempre emparejada con la
calidad, de beldad, magnetismo y
talento. Que el trabajo de Redford
tenga, como en Causas y consecuencias,
sus altibajos puede deberse, como lo dijera Pacino en El abogado del diablo, a que quizás la vanidad sea uno de sus pecados favoritos.
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