Searching for Sugar Man
Público apropiado: Jóvenes
Año: 2012
País: Suecia, Reino Unido
Dirección: Malik Bendjelloul
Guión: Malik Bendjelloul
Música: Rodríguez
Fotografía: Camilla Skagerström
Distribuye en cine: Avalon
Distribuye en otros formatos (DVD, Blu-ray): Cameo
Calificación : Muy recomendada
Confieso que cuando me senté en
la butaca no tenía la menor idea de quien era Sixto Rodríguez; esta vez, a
diferencia de tantas otras, llegué a ver Buscando
a Sugar Man sin haber hecho ningún tipo de pesquisa. Apenas el comentario
de un amigo que me dijo que le había gustado. La primera y equívoca
sorpresa que tuve fue la de toparme con un documental. Tan no sabía que se
trataba de una película de este género que sospeché durante un buen rato que se
trataba de una total impostura. Pensé que estaba ante un drama al que se le
inyectaba su buena dosis de credibilidad bajo la fingida estructura de un
documental. A medida que la película fue avanzando con su lento y a la vez
trepidante ritmo, me di cuenta que sí, que efectivamente estaba viendo un
documental pero un documental que se salía del formato un tanto estereotipado
de este género.
En el documental dos seguidores del emblemático
cantante Rodríguez, ícono de las juventudes inconformes que vivieron el apartheid sudafricano, deciden reconstruir la
enigmática vida de este artista
que algunos comparan, por la hondura de sus letras, con Bob Dylan y otros, por
ese imán que marca a unos pocos, con Elvis Presley. Buscando a Sugar Man es el resultado de una investigación que
esconde, bajo la fachada endeble de una reconstrucción biográfica, la humanización de un
mito.
En contraste con la lisura
argumental que suele caracterizar al documental, Buscando a Sugar Man es una historia potente que echa
mano del factor intriga para envolver al espectador. Uno solo va sabiendo, paso a paso, si Rodríguez aún está vivo o si
fue verdad que, trocando el micrófono por un revolver, se voló los sesos delante de su público;
solo de a pocos uno se va dando cuenta que la música que suena es la
voz gangosa y profunda de Rodríguez. Es en un momento que nos damos cuenta que al tiempo que lo vemos en la pantalla
Rodríguez estará, kilómetros al norte, en la desvencijada Detroit rasgando su
guitarra.
En Buscando a Sugar Man Malik Bendjelloul, su
guionista y director, no se fue por la línea fácil de hablar de viejos o de niños en tonos dramáticos y emotivos;
optó por hacer una historia muy humana sobre un
ser real, complejo pero a la vez enormemente sencillo. Se trata de una historia absorbente en la que van convergiendo
temas tan disímiles como las veleidades de la industria discográfica, la
vocación auténtica del artista y la aberrante plasticidad de la fama.
Tanto la estructura argumental
como la visual de Buscando a Sugar Man son
impecables. Basada en una sucesión de entrevistas y testimonios, a la película nunca se la siente como un
collage periodístico; sus piezas se
disuelven en la historia y es esta la que da a aquellas una sorprendente
cohesión. Uno no queda con el efecto estéril y pasajero de saber algo sobre el enigmático Rodriguez; uno queda por el contrario con la
sensación fecunda de haber descubierto una obra que esconde, como las grandes,
al artista que hay tras ella.
Desde lo visual Buscando a Sugar Man rompe con los arquetipos de lo bello. Las imágenes de Detroit son desoladoras; la cámara elude la simpleza de los lugares comunes de lo superficialmente bonito y prefiere quedarse con la expresividad de los rostros de los entrevistados y con la poquísima locuacidad del protagonista. La fotografía explota muy bien el material de archivo y logra, combinándolo con tomas de momento, un tono visual en el que los defectos de la imagen terminan convirtiéndose en su gran virtud. Sin las acrobacias a las que nos hemos ido acostumbrando cuando se trata de filmaciones de conciertos, las imágenes del de Rodríguez en Sudáfrica son de antología. También queda en la retira esa toma en la que la silueta de Rodríguez baja del gran avión rumbo al encuentro con un público que lo hizo suyo sin él siquiera saberlo absorto como estuvo por años y a kilómetros de distancia, pegando ladrillos y llevando al museo a sus hijas.
Desde lo visual Buscando a Sugar Man rompe con los arquetipos de lo bello. Las imágenes de Detroit son desoladoras; la cámara elude la simpleza de los lugares comunes de lo superficialmente bonito y prefiere quedarse con la expresividad de los rostros de los entrevistados y con la poquísima locuacidad del protagonista. La fotografía explota muy bien el material de archivo y logra, combinándolo con tomas de momento, un tono visual en el que los defectos de la imagen terminan convirtiéndose en su gran virtud. Sin las acrobacias a las que nos hemos ido acostumbrando cuando se trata de filmaciones de conciertos, las imágenes del de Rodríguez en Sudáfrica son de antología. También queda en la retira esa toma en la que la silueta de Rodríguez baja del gran avión rumbo al encuentro con un público que lo hizo suyo sin él siquiera saberlo absorto como estuvo por años y a kilómetros de distancia, pegando ladrillos y llevando al museo a sus hijas.
Cuando al final de la proyección nos
damos cuenta que lo contado es verdad; que Sixto Rodríguez anda por ahí
en algún lugar del mundo y que durante años, creyéndoselo muerto, fue cuando
más vivo estuvo, sentimos que Buscando a
Sugar Man es la prueba de como el cine es capaz de catapultar una
historia extrayendo de sus aparentes simplicidades el valor extraviado de la
honestidad y la autenticidad.
Nota a deshoras: Imposible, después
de ver Buscando a Sugar Man, no correr
a buscar su música. Los dejo con ella.