FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

miércoles, 1 de mayo de 2013

ALL THAT REMAINS





Título original : All that Remains 


Año : 2012

Duración : 89 min.

País: Suiza


Guión : Pierre-Adrian Irle, Valentin Rotelli


Género :Drama


Clasificación: Muy recomendada

Acaba de finalizar, acá en Bogotá, Eurocine 2013.  Con la facilidad que dan un marcador, el programa impreso del festival y , sobretodo, un montón de ganas, señalé las siete u ocho películas que vería esta vez.  Como tantas otras veces el asunto se quedó en el deseo y terminé viendo apenas dos. La suiza All that remains y la portuguesa Pilar e yo.

En la programación del Eurocine 2013 All that remains hace  parte del grupo de películas de carretera o road movies. Junto a ella, en esta misma categoría, el festival exhibe  El viaje a ninguna parte (España 1986), Jízda (República Checa 1994), Rabat (Bélgica – Países Bajos 2011) y The Pohjoiseen (Finlandia 2012).

Como sus congéneres, All that remains más que suceder o acontecer, rueda.  Se trata  de dos dispares parejas que emprenden sus travesías de camino sin ningún vínculo entre quienes las conforman y sin otro propósito que el de volcar en la vía un montón de sentimientos que les están reventando el alma. Las parejas, empujadas por una incomprensible suerte, comparten el mismo vehículo, la misma ruta, la misma travesía. Sin embargo los móviles que los llevan a botarse a la vía y los destinos que persiguen o de los que huyen son, al menos eso creen ellos, profundamente distintos.  Un primer gran atractivo de la película es la delicada forma como ambas parejas van evolucionando desde su burda disparidad hacia una empatía que nada tiene que ver con amistades forzadas o con enamoramientos rutilantes.  La pareja conformada por el hombre mayor, oriental él,  y la muchacha es, pese a los años, las culturas y las vidas que los separan, enigmáticamente armónica y complementaria. No se necesitan, no se buscan, no se entrelazan en el torrente humano de las ansias y las dependencias; simplemente se reúnen en el camino para recorrer juntos un fragmento que los marcará por siempre. La otra pareja, llamada quizás a un encuentro fugaz de cuerpos,  no hace más que reconfirmar, él con sus silencios y ella con sus inagotables parlamentos, su compartida condena a la soledad. Son sus diferencias las que de alguna manera los asemejan y es la imposibilidad esencial de compartir la que les permite, recíprocamente, aproximarse al indescifrable mundo del otro.

Hay, en All that remains, una fascinante quietud que contrasta con su idea central de permanente movimiento. Aunque nada se detiene, aunque todo rueda y aunque todo parece ir quedándose a la vera del camino, hay una constante sensación de quietud. Los distintos viajes que todos emprenden, suceden más por dentro. Las carreteras y sus impactantes paisajes no son más que un pretexto para hacernos ver que los viajes emprendidos no siguen ni una lógica de tiempos, ni una lógica de partidas y arribos.  Son travesías en las que el movimiento más que desplazar a los viajeros ,  remueve sus sentimientos, sus dolores y, en medio de ellos, el sinsentido perdurable de sus esperanzas. All that remains nos recuerda, con maestría visual y con un ritmo narrativo muy bien medido, que cuando estamos en movimiento pensamos y sentimos de otra manera.  De alguna manera no somos los mismos cuando el paisaje desfila veloz por nuestra ventanilla que cuando estamos inmersos en él. Cuando el avión aterriza, cuando el tren llega a su estación o cuando el auto se estaciona, no solo son ellos los que se detienen; algo en nosotros que con ellos se movía, también se detiene. Nos pensamos mejor desplazándonos por virtud del  movimiento que no es nuestro, que estando quietos. De alguna inexpresable y paradójica manera, la quietud que a veces demanda el alma, se la encuentra mejor dejándonos llevar por una carretera que nos conduzca a ninguna parte.  Es esto lo que a mi juicio transmite con enorme belleza y con sensible agudeza All that remains

No sé si Pierre-Adrian Irle y Valentin Rotelli, sus directores y guionistas, conozcan la obra del maestro Ozu. Quiero pensar que sí porque en varias ocasiones se siente ese lente minucioso que se posa sin afanes sobre un puente, o sobre un aviso de neón o sobre un enjambre de techos destacando de ellos un detalle que otra lente no habría percibido. Pienso por ejemplo en la escena donde el oriental y la muchacha comparten habitación en el hotelito de carretera. Como en las películas de Ozu, la cámara se arrodilla para estar a la altura de sus objetivos y transmitirles - y transmitirnos -  una indescriptible calidez de intimidad y cercanía. A este manejo magistral del lente se suma una fotografía que extasía y una música que lo envuelve todo con un tono que sin dramatismos ni exageraciones bordea perfectamente la suave melancolía.

Seguramente dejé de ver grandes joyas en el Eurocine que acaba de dejarnos.  Pero como en otras ocasiones y como suele pasarme cuando me acerco a los estantes de una librería y me decido, sin guía alguna, por aquel libro que pareciera haberme hecho algún guiño para que lo escogiera,  haber visto All that remains fue la confluencia de la suerte y de  un viejo gusto  por las películas de carretera. Siempre me ha gustado eso de irme sin tener que moverme.