FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

sábado, 25 de febrero de 2012

EL ARTISTA




TÍTULO ORIGINALThe Artist
AÑO2011
DURACIÓN100 min.
PAÍS
DIRECTORMichel Hazanavicius
GUIÓNMichel Hazanavicius
MÚSICALudovic Bource
FOTOGRAFÍAGuillaume Schiffman (B&W)
REPARTOJean DujardinBérénice BejoJames CromwellJohn GoodmanPenelope Ann MillerMissi PyleMalcolm McDowellJoel MurrayEd LauterBeth GrantBitsie TullochKen Davitian
PRODUCTORAWildbunch / La Petite Reine / Studio 37 / La Classe Américaine / JD Prod / France3 Cinéma / Jouror Production / uFilms
WEB OFICIALhttp://weinsteinco.com/sites/the-artist/
PREMIOS2011: Oscars: 10 nominaciones, incluyendo mejor película, director y guión original
2011: Globos de Oro: Mejor película comedia/musical, actor (Dujardin) y BSO. 6 nomin.
2011: BAFTA: 7 premios, incluyendo mejor película, director, guión original. 12 nomin.
2011: Premios Cesar: 6 premios, incluyendo mejor película y director. 10 nominaciones
2011: Festival de Cannes: Mejor actor (Jean Dujardin)
2011: Independent Spirit Awards: Mejor película, director, actor y fotografía. 5 nominaciones
2011: Critics Choice Awards: 4 premios, incluyendo mejor película. 11 nominaciones
2011: Festival de San Sebastián: Premio del público
2011: Premios del Cine Europeo: Mejor banda sonora. 4 nom., incluyendo mejor película
2011: Premios Goya: Mejor película europea
2011: Satellite Awards: Mejor dirección artística. 5 nominaciones, incluyendo mejor película
2011: Producers Guild of America: Mejor película
2011: Premios de la Crítica de Washington (WAFCA): Mejor película
2011: Directors Guild of America (DGA): Mejor director
2011: Screen Actors Guild: Mejor Actor (Dujardin) Nominados Actriz secundaria, reparto
2011: Círculo de críticos de Nueva York: Mejor película y director
2011: Festival de Hampton: Mejor película (Premio del público)
2011: Festival de Sevilla: Premio del público
GÉNEROComediaDramaRomance | MelodramaCine dentro del cineAños 20.Años 30Gran DepresiónCine mudo

Calificación: Muy recomendada

No dejan - ni dejarán nunca - de sorprenderme  las tan diversas reacciones que en la gente que la ve causa una misma película. Para algunos aquella película es una inolvidable joya en tanto que para otros es, cuando más, una despreciable baratija. Aunque ligada a ese concepto, la valoración de una película no tiene porque confundirse con el conocimiento cinematográfico de quien la valora.  Es cierto que la persona que ha hecho del cine su oficio, su pasión o su envolvente entretención, tendrá una serie de elementos que le ayudarán a hacer valoraciones cinematográficas más elaboradas pero, no por eso, mejores valoraciones. La valoración de una película siempre seguirá siendo, en su expresión más auténtica y primaria, un fenómeno espontáneo que revela, más allá de la aglomeración de unos  pocos o unos muchos  conocimientos específicos y de la inevitable injerencia de una cultura circundante, los vericuetos de un determinado espíritu. 

El Artista,  la aclamada y muy nominada película del director Michel Hazanavicius, es una muy buena muestra para aterrizar este discurso. De entrada creo que es muy difícil, sino imposible, que cualquier espectador la desprecie tildándola de mala. Ni siquiera aquel joven o niño que nunca tuvo contacto con el cine en blanco y negro - y menos con el mudo - podrá despacharla de esa forma. Le parecerá cuando menos curiosa y me atrevo a decir que le dejará sembrada una inquietud sobre como puede hacerse una película que no requiera, para entendérsela y gozársela, ni de palabras, ni de colores. Pero más allá de esto pienso en el porqué una película como El Artista puede embelesar a algunos,  agradar a  otros y simplemente entretener a los demás. 

Dejo de lado, así sea por un momento, los méritos de su producción y me detengo en esa simple historia de amor que nos es contada a la vieja usanza, es decir,  con ojos entornados, con poses casi caricaturales,  con dramas acartonados y, especialmente, con ese mudo blanco y negro tan capaz de expresar con mil matices la finura, la penuria, el desespero y la esperanza. ¿Por qué una historia así contada estremece a algunos y a otros en cambio solo les sugiere que así se hizo alguna vez el cine? ¿Por qué para algunos El Artista es una gran película en tanto que para otros no es más que un buen y merecido tributo al esplendor cinematográfico del Hollywood de los años treinta?

Me inclino a pensar que los embelesados y estremecidos con El Artista son aquellos cuyos vericuetos del espíritu están conectados con una suerte de romanticismo en decadencia y con la creencia un tanto ingenua de que la felicidad cabe en el fotograma sepia de una historieta.  Pero especialmente creo que los conmovidos con El Artista son aquellos que siguen pensando que el buen cine siempre estará en deuda con sus orígenes, que toda buena película es un homenaje a esa idea cumbre de transportar al ser humano a la planicie de una pantalla y desde ella proyectarlo con tan sorprende vivacidad que  logre olvidar, en términos de realidad, su absoluta falsedad.

La diferencia está en que para algunos El Artista es, técnicamente hablando, un muy buen y emocionante remedo de la películas que se hacían hace ochenta años. Para otros es una historia de amor muy bien contada que se pasea por los corredores de esa simpleza blanquinegra a la que, en últimas, siempre terminan llegando todas las cosas de la vida.  Para aquellos a quienes El Artista les llega de  esta manera es claro que el cine, lejos de ser un sofisticado ejercicio intelectual, es siempre ese deleite de asomarnos, con la conducción de un puñado de imágenes, a la vida de los otros. Un sorprendente asomo que cuando es bueno nos deja en la retina la impresión de habernos visto proyectados en esos otros que una luz cónica puso a desfilar ante nuestros ojos.  

La historia de amor de amor entre George Valentin (Jean Dujardin) y Peppy Miller (Bérénice Bejo), él la estrella decadente del cine mudo y ella la estrella naciente del cine sonoro, es a tal punto elemental que bordea lo trivial. Sin embargo lo que menos importa en El Artista es la complejidad o la hondura de su relato. Toda su fuerza, todo el poder de su atracción,  se centra en el diciente lenguaje de las miradas cruzadas de sus protagonistas, de sus vestuarios, de sus cabellos engominados, de la historia que viven y que  ante la pantalla se siente tan fingida como real, tan distante como próxima.

El gran mérito de El Artista no está, como se ha querido ver, en ser un emotivo y logrado esfuerzo de retrospección;  está, bien por el contrario, en ser una apuesta de proyección. Lo que logra Hazanavicius es valerse de un hermoso pretexto, en este caso la historia de amor entre George y Peppy, para demostrar que la simpleza casi cándida de los comienzos del cine - actuaciones, ambientaciones y guiones -  sigue siendo la regla de oro para la confección de una buena película. Haberse servido como lo hizo Hazanavicius de las viejas técnicas para lograrlo es una venia genial al neón y al claqué de una época dorada pero es también, hacia el futuro, un llamado discreto recordando que genialidad y la belleza siempre han estado cerca de la simpleza.

Soy uno de aquellos que si pudiera detendría la película en la escena del encuentro de George y Peppy en las escaleras. La gente sube y baja, presurosa la una, parsimoniosa la otra; ninguna se da cuenta de que ellos, ya próximos a separarse, alargan los segundos como queriéndose decir lo que ambos están callándose.  Es eso lo que ahora en palabras puedo decir me produjo esa imagen. A otro no le habrá dicho más que un encuentro casual y a otro lo habrá atiborrado con el sentido metafórico que siempre tendrán las escaleras. Con todo su poder evocador lo que hace el cine es regalarnos la imagen; a partir de ese momento somos nosotros los encargados de su procesamiento y en la medida en que más rica y fluida sintamos esa relación, mejor nos parecerá la películas que nos la provoque.

Tal vez no esté demás decir que soy uno de aquellos que daría lo que fuera por asistir, de corbata y sombrero, a una de esas funciones de los años treinta en la que la musicalización de la película se hacía con una orquesta en la escena. Engaño propio de toda reminiscencia del que se vale El Artista con delicia e inteligencia

sábado, 18 de febrero de 2012

THE DESCENDANTS



TÍTULO ORIGINALThe Descendants
AÑO2011
DURACIÓN110 min.
PAÍS
DIRECTORAlexander Payne
GUIÓNAlexander Payne, Nat Faxon, Jim Rash (Novela: Kaui Hart Hemmings)
MÚSICAVarios
FOTOGRAFÍAPhedon Papamichael
REPARTOGeorge ClooneyShailene WoodleyAmara MillerNick KrausePatricia HastieMatthew LillardJudy GreerBeau BridgesRobert ForsterBarbara L. SouthernMary BirdsongRob HuebelMichael OntkeanTroy ManandicmScott MorganMilt Kogan
PRODUCTORAFox Searchlight Pictures / Ad Hominem Enterprises
WEB OFICIALhttp://www.foxsearchlight.com/thedescendants/
PREMIOS2011: Oscars: 5 nominaciones, incluyendo mejor película, director y guión adaptado
2011: Globos de Oro: Mejor película dramática, mejor actor (Clooney). 5 nominaciones
2011: Premios BAFTA: 3 nominaciones: mejor película, actor (Clooney) y guión adaptado
2011: National Board of Review: Mejor actor, actriz sec. (Woodley) y guión adaptado
2011: Critics Choice Awards: Mejor actor (George Clooney). 7 nominaciones
2011: Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor película. Finalista para mejor guión
2011: Satellite Awards: Mejor película y guión adaptado. 6 nominaciones
2011: Independent Spirit Awards: 4 nominaciones, incluyendo mejor película y director
2011: Premios Gotham: Nominada a Mejor película, reparto y actriz (Shailene Woodley)
GÉNERODramaComedia | Comedia dramáticaFamilia

Calificación: Muy recomendada

Con todo y su buena actuación,  The Descendants  no es  George Glooney, su protagonista; The Descendants es, en toda la extensión de la afirmación, Alexander Payne, su director. Para decir lo anterior es preciso entender, al menos como un libre ejercicio de aproximación, el oficio del director cinematográfico y provistos de ese entendimiento analizar el trabajo realizado por Payne en su última película.

En el imaginario colectivo el director es ese hombre sentado en una silla plegable (con su cargo anotado al respaldo), usualmente impaciente e irascible, cuyas órdenes intercaladas de acción y corten son  seguidas por  una legión  conformada por actores, guionistas, músicos,  ingenieros de sonidos, cableros, luminotécnicos, fotógrafos, ambientadores,  decoradores, maquilladores y, no por últimos menos importantes, los surtidores providenciales de sandwiches y bebidas.

La verdad, siempre aproximada, pone en evidencia la inmensa similitud entre este arquetipo popular y el oficio de dirigir películas.  Para decirlo de una manera un tanto elemental y callejera: al director le toca hacer de todo. La película que vemos es el resultado de una cuidadosa labor de alquimia donde el director mezcla, entre otras tantas cosas, la conducción de los actores, la puesta de la cámara, la pertinencia del vestuario y la de  los decorados, la consonancia de la música y, muy especialmente, permítase el acomodo terminológico,  la cinematografización de un guión , es decir, ese volver lenguaje fílmico un  insumo que le es dado - o que el mismo se ha dado - en letras. El oficio de dirigir una película no se deja reducir al simple compendio de estas funciones. Las comprende todas pero no es su simple sumatoria.  Dirigir implica ordenar, comandar y también encauzar pero sobre todo implica la magia de transformar, de agrupar una serie de insumos para que de ellos resulte, sin apego a fórmula alguna, un producto que se le debe a todos ellos pero que a la vez ya no es ninguno de ellos porque los ha transustanciado para convertirlos, con un toque fascinante de  prestidigitación, en la película que finalmente vemos.

En el año 1973, hablándole a un grupo de estudiantes  de la Wesleyan University (Middletown, Connecticut),  Elia Kazan, el aclamado director de películas como Un tranvía llamado deseo (1951) La ley del silencio  (1954) y Al este del Edén (1955) , decía :

¨…. el director es el verdadero autor de la película. El director cuenta la película utilizando un vocabulario cuya parte más pequeña está constituida por un ordenamiento de las palabras.

Un guión, los directores lo aprendemos pronto, no es tanto una obra escrita, como una construcción. Aprendemos a buscar a tientas el esqueleto bajo la piel de las palabras.

Todo director, aun en esos raros casos en que no trabaja con uno o dos escritores -Fellini trabaja con un escuadrón - debe hacerse responsable del guión. No sólo tiene que decidir qué se tiene que reescribir, sino eliminar aquello que es innecesario, prever errores, apreciar posibilidades no verbales, asegurarse de que la estructura sea la correcta, tener un sentido del tiempo en pantalla, cuánto transcurrirá, en qué lugares, para qué fines

El director cinematográfico sabe que bajo la superficie de su guión hay un subtexto, un calendario de intenciones y sentimientos y sucesos interiores. Aquello que parece estar ocurriendo - pronto lo aprende -  raramente es aquello que está ocurriendo. Este subtexto es una de las herramientas más valiosas del director. Es aquello que dirige. Uno raramente ve a un director veterano dirigir con un guión. O siquiera mirarlo….¨

En The descendants  Payne logra, como pocas veces se ve, el acierto alquímico de una muy buena dirección cinematográfica.  Matt King (George Clooney) vive en la paradisíaca Hawai.  Lo primero que su voz en off nos advierte es que vivir en ella puede no ser tan idílico como su nombre lo sugiere. De hecho ese es su caso: su mujer ha quedado en coma después de una accidente y es Alexandra (Shailene Woodley) la mayor de sus dos hijas la que le cuenta que su madre le era infiel. Matt se empeñará en saber con quien lo traicionaron  y es esa ruta reveladora la que le permitirá,  no sólo reconstruir la relación perdida con sus hijas , sino también darle un giro al sentido mismo de una vida malversada entre escritos de abogado, su oficio,  y una fortuna familiar alrededor de la cual se enfrentan los intereses de algunos  primos movidos por el afán de una  riqueza rápida si venden unos valiosos terrenos de la familia  y los de  otros, él entre ellos,  que prefieren  conservar un patrimonio cultural ligado a la historia de la isla y a sus valores raciales y culturales. 

Lo que hace con maestría Payne es volver imágenes esta historia y hacerlo con un tono que  se desplaza  sin tropiezos entre la comedia absurda y el drama estremecedor. The Descendants nos hace reír y a la vez meditar. Lo primero sin la estridencia barata de la comedia de pacotilla  y lo segundo sin la insoportable pesadez del drama fingido.  Lo que nos demostró Payne en A propósito de Schmidt (2002) y especialmente en Entre copas (2004), nos lo confirma ahora en The Descendants : una dirección con sello muy personal que se detiene más en las intimidades de los procesos decisorios del ser humano que en sus exteriorizaciones.  La visión de Payne privilegia lo ordinario, lo común y corriente, del ser humano.  Es de esta última nota que se desprende esa característica ya tan propia de su cine, un cine bien dibujado cuyas ligerezas en el trazo tienen la virtud de profundizar sin necesidad de lastimar, un cine en el que se demuestra que la mejor reflexión es aquella a la que se nos conduce con una buena entretención.

Nota a deshoras. Que The Descendants sea una película de director no impide decir que también sea una película de actor. El cine nos va familiarizando con ciertas figuras y una de ellas es, a no dudarlo,  George Clooney.  Imposible no juzgar su actuación viéndolo a través de toda una filmografía que incluye trabajos tan dispares como los que ha tenido en  La Delgada Línea Roja  (1998) La Tormenta Perfecta (2000) O Brother (2000) la trilogía de los Ocean´s ( 11 - 2001 - 12 -2004 -  y 13 -2007- ), Michael Clayton (2007) , Quemar después  de leerse (2008) y Up in the air (2009), entre otros.  Es precisamente por todo este recorrido en la pantalla que puede decirse que en The Descendants  Clooney alcanza una de una de sus mejores y más honestas compenetraciones actorales. 

sábado, 4 de febrero de 2012

MIS OSCARES



A tres semanas de la famosa gala del  teatro Kodak en la que se entregan los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas Americanas, los archi famosos Óscares , acá en Colombia  de las nominadas a mejor película las que han pasado o están en este momento en cartelera son :  Midnight in Paris, Caballo de guerra, El árbol de la vida, Historias cruzadas (The Help) y The descendants.

Otras películas que también se han visto y cuyos directores, actores, guiones, bandas sonoras o ellas mismas también tienen postulaciones a la estatuilla dorada son : Los Hombres que no amaban a las mujeres,  Principiantes (Beginners), La Boda de mi mejor amiga, Rango, Kung Fu Panda 2 , el Gato con botas y  Las aventuras de Tintín.

A esta fecha los grandes ausentes de la cartelera son : The artist, Moneyball: rompiendo las reglas,  Tan fuerte tan cerca, La invención de Hugo, My week with Marilyn, La dama de hierro, Los idus de marzo, Chico y Rita, Un gato en Paris y, por supuesto, todas las nominadas a mejor película de habla no inglesa.

Las nominadas a mejor película son: The artist, Midnight in Paris, Caballo de guerra, El árbol de la vida, Historias cruzadas (The Help), The descendants, Moneyball: rompiendo las reglas,  Tan fuerte tan cerca y La invención de Hugo.

De lo  muy poco visto, de lo mucho por verse e, inevitablemente,  con las muy falibles guías del deseo, el afecto y el presentimiento, mis favoritos  para los premios principales son:

MEJOR PELÍCULA : The descendants

MEJOR DIRECTOR: Alexander Payne

MEJOR ACTOR PRINCIPAL: George Clooney

MEJOR ACTRIZ PRINCIPAL: Viola Davis

MEJOR ACTOR SECUNDARIO: Cristopher Plummer

MEJOR ACTRIZ SECUNDARIA: Jessica Chastain

MEJOR PELICULA DE HABLA NO INGLESA: Una separación

MEJOR PELICULA DE ANIMACIÓN: Chico y Rita

Mis principales votos, película y director, se van con The descendants. Payne dirige con pincel un trabajo que sin dejarse clasificar merodea entre la comedia y el drama. 


Creo que es el momento de Clooney; lo ha hecho bien, con profesionalismo y entrega y merece estar en el escenario de los premiados. En The Descendants se la juega toda con un personaje cuyas debilidades ponen en evidencia su fortaleza actoral.


Viola Davis se sobra en Historias Cruzadas y la Chastain no deja de deslumbrar en todos y cada uno de sus personajes. Si lo hizo de manera soberbia en el Árbol de la Vida en Historias Cruzadas es aún más sorprendente. 


Para Plummer un justísimo homenaje por su trayectoria y por su papel tan refrescante como impactante en The Beginners.


Separación, la película iraní, por lo que se ha dicho de ella y por lo que su trailer transmite. 


Finalmente un voto emocionado por Chico y Rita, la historia animada de Chico Valdes y Rita la Belle en la Habana y en la Nueva York de los cincuenta, con la musicalización de gran Bebo Valdés.

HISTORIAS CRUZADAS - THE HELP



TÍTULO ORIGINALThe Help
AÑO2011
DURACIÓN137 min.
PAÍS
DIRECTORTate Taylor
GUIÓNTate Taylor (Novela: Kathryn Stockett)
MÚSICAThomas Newman
FOTOGRAFÍAStephen Goldblatt
REPARTOEmma StoneViola DavisBryce Dallas HowardSissy SpacekOctavia SpencerJessica ChastainAhna O'ReillyAllison JanneyAnna Camp,Eleanor HenryEmma HenryChris LowellCicely TysonMike Vogel,Brian Kerwin
PRODUCTORADreamWorks Pictures
WEB OFICIALhttp://thehelpmovie.com


GÉNERODrama | Drama sureñoAños 60RacismoAmistadHistorias cruzadas


Calificación: Muy recomendada

Hay películas por las que uno se siente bien tratado. Historias Cruzadas es una de ellas. El buen trato en el cine no es, como pudiera pensarse, un consentimiento melifluo o un engaño empalagoso; el buen trato es que a uno lo conduzcan a través de una historia, un tanto con la suavidad de una caricia y otro tanto con el vértigo de un empujón arriesgado. Cuando una película mal trata de ella se sale o fatigado o decepcionado o hastiado o, simple y llanamente, como si a ella no hubiéramos entrado. Aquella que a uno bien lo trata lo puede aterrar, sobrecoger, embargar o enternecer pero siempre haciéndolo con una destreza inexpresable  que se siente frente a la pantalla. Si para asustarnos la película de terror abusa de los niños maléficos o de los consabidos y repentinos cierres de las puertas, lejos del miedo la sensación que a uno le queda, así se brinque de la silla, es la un cierto oportunismo cuando no la de un incómodo facilismo. Otro tanto sucede si para conmoverlo a uno la película se sirve de historias forzadas que siempre conducen a ese momento de éxtasis en el que se supera el marcador adverso, se pronuncia el discurso inesperado o se impide, en el último momento, la partida del amado. En ambos casos el mal trato no es una cuestión ni de agresiones, ni de ofensas; no es, este mal trato, un maltrato sino un trato errático e inadecuado que en lugar de crear con el espectador un enlace auténtico, lo usa y explota como un consumidor vacío del que sabe templar sus cuerdas emotivas más superficiales y primarias.

Historias Cruzadas es un ejemplo perfecto del buen trato cinematográfico. La historia sucede en el Missisipi de los sesentas. Por generaciones las mujeres negras trabajan en las casas de las pudientes familias blancas. Aquellas, además de lavar, cocinar y demás oficios domésticos, crían a los hijos de estas. Aunque sofisticado y camuflado tras una filantropía de misa dominguera y té de beneficencia, el trato servil y discriminatorio es evidente. Los negros deben entrar por una puerta distinta,  sentarse en unos determinados lugares del bus y, por supuesto, jamás usar el mismo baño que usan sus patronos. Finalizados sus estudios, Skeeter (Emma Stone) vuelve a su casa paterna con la firme decisión de convertirse en escritora. Al regresar su visión de la vida y del entorno social y familiar en el que creció cambia radicalmente. No entiende la banalidad de sus compañeros de generación y la intriga ese mundo tan próximo y a la vez tan distante de las mujeres negras que la criaron y que allí siguen, con un estoicismo desbordante, dándole sabor a las comidas, brillo a los cubiertos de plata y caudales de amor a esos enanos de ojos claros.  Skeeter se mete en el proyecto de hacer un libro con las vivencias y con los testimonios de unas mujeres tan rebosantes de amor y sacrificio, como de audacia y rebeldía.  Aibileen Clark  (Viola Davis) y Minny Jackson (Octavia Spencer) serán sus grandes colaboradoras en este proyecto que desestabilizará la fingida tranquilidad de una comunidad que en el año 63 veía por televisión  el asesinato blanquinegro del presidente Kennedy  y el emotivo “I have a dream”  de Martin Luther King.

El tema de Historias Cruzadas se prestaba para hacer con él un novelón de lágrima fácil y emoción epidérmica. La reivindicación de los derechos de los negros, el coraje algo magnificado de unas trabajadoras abnegadas y el incomparable glamour de los sesentas eran los ingredientes perfectos para hacer una obrilla de temporada con taquilla asegurada. Pero no, no fue así. Historias Cruzadas es sí una historia de reivindicación y valentía pero una historia contada con un tempo que combina la emoción, la hipocresía, el humor, la autenticidad y, por supuesto, el coraje. Decir que el valor de Historias Cruzadas está en haber alcanzado satisfactoriamente el cometido de emoción que se propuso, es una inaceptable reducción de su valor cinematográfico. Nadie discute que la película emocione; la discusión que hay que plantear es si por emocionar, la película pierde valor; si la emoción es inversamente proporcional a la calidad de lo que emociona. En Historias Cruzadas la emoción es un trazo que se desprende naturalmente del relato, no su objetivo premeditado. De allí su buen trato, de allí esa incomparable sensación no de estar viendo sino de estar sintiendo un relato que como el agua se infiltra humedeciéndolo todo, sin anegarlo,  apenas refrescándolo.

No hay que temerle a la confesión de habernos emocionado. Hay que temerle más bien a no reconocer el habernos emocionado. En Historias Cruzadas Tate Taylor, su director, logra que nos despojemos de esos tapujos intelectuales o culturales que solemos tener  y que nos entreguemos al placer de una historia bien contada que desemboca sin fingimientos en situaciones cargadas de emoción y sentido.

Mucho se ha escrito y mucho seguirá escribiéndose sobre las contundentes actuaciones de la Davis y de la Spencer.  Merecidas las estatuillas que ya les han dado y merecidas también las que aún están por dárseles. Yo, de estas dos soberbias actuaciones, me quedo con la tercera, con la de la sorprendente Jessica Chastain que en mi memoria todavía seguía siendo la amorosa señora O´Brien en el Arbol de la Vida y que aquí en Historias Cruzadas logra el fantástico personaje de  Celia Foote, esa bella tonta que tras su torpeza y hermosura es toda autenticidad y ternura. Viéndola pasar en su descapotable azul con el pelo al viento, quisiera  estar a su lado para entender con ella que cierta superficialidad puede ser a veces el asomo de una enorme profundidad .  Es el buen  trato que nos da una película el que nos permite, sin apenas darnos cuenta,  este tipo de sensaciones.