TÍTULO ORIGINAL Synecdoche, New York
AÑO 2008
DURACIÓN 124 min.
PAÍS Estados Unidos
DIRECTOR Charlie Kaufman
GUIÓN Charlie Kaufman
MÚSICA Jon Brion
FOTOGRAFÍA Frederick Elmes
REPARTO Philip Seymour Hoffman, Catherine Keener, Michelle Williams, Dianne Wiest, Emily Watson, Samantha Morton, Hope Davis, Jennifer Jason Leigh, Rebecca Merle, Barbara Haas, Tim Guinee
PRODUCTORA Likely Story / Sidney Kimmel Entertainment
PREMIOS 2008: Cannes: Nominado a la Palma de Oro
GÉNERO Drama. Comedia | Teatro. Comedia dramática. Cine independiente USA
Clasificación : Vale la pena
Escribir sobre Synedoche, New York es tan difícil como escribir y memorizar su nombre, lo es tanto como verla. Se trata de una película ambiciosa que pretende abarcar lo inmenso - el drama humano del temor a la muerte - con un lenguaje áspero y con unos personajes que provocan una especie de indefinible repulsión.
Escribir sobre Synedoche, New York es tan difícil como escribir y memorizar su nombre, lo es tanto como verla. Se trata de una película ambiciosa que pretende abarcar lo inmenso - el drama humano del temor a la muerte - con un lenguaje áspero y con unos personajes que provocan una especie de indefinible repulsión.
Caden Cotard, representado por el magnífico Philipp Seymour Hoffman, es un director de teatro que se sumerge en la epopeya de hacer la obra de su vida sirviéndose de la emblemática Nueva York como escenario de su codicioso trabajo.
Charlie Kaufman, el exitoso y genial guionista de películas como Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Adaptation y Being John Malkovich, se arriesga ahora a dirigir su propio guión y el resultado es una película amorfa que nadie se atrevería a descalificar pero que nadie, tampoco, se atrevería a amar. Tengo que usar este peligroso verbo porque una cosa es deshacerse en elogios o en sesudos análisis y otra, bien distinta, amar, simplemente amar, una película. Deshagámonos de perjuicios y admitamos que lo que realmente buscamos cuando vamos al cine es enamorarnos de lo que vemos. No me refiero por supuesto a la atracción almibarada o al corazón flechado; me refiero a esa perturbadora fascinación que se nos instala por dentro cuando una película nos llega; cuando, literalmente hablando, una película nos embarga. Synedoche New York es una película inteligente que se despega de los códigos tradicionales del lenguaje cinematográfico. Cotard, su personaje central, no es ni el apuesto bueno ni el siniestro malo. Es, por el contrario, vulgar y cotidiano. Y su historia, ecléctica y confusa, pareciera elaborada para hastiar al espectador, para derrotarlo en los primeros minutos o, quizás, para probar su capacidad de asimilar un lenguaje cuya estética no pertenece a los canones tradicionales. Por todo lo anterior y quizás por mucho más, Synedoche New York es una de esas pocas películas que, sin quererlas, se las encomia; una de aquellas cuya genialidad se reconoce pero también una de aquellas que no se empacan en la valija ni de las películas imprescindibles ni, menos aún, en la de las amadas.
Podrá decirse, con toneladas de razón, que son películas como Synedoche New York las que al romper los moldes habituales de la creación, marcan nuevas pautas en el hacer y en el ver el cine. Puede que así sea. No lo sé. Por lo pronto yo sigo en mi empeño, pueril y básico seguramente, de ir buscando películas de las cuales enamorarme y me atrevo a pensar que son aquellas donde la genialidad de sus guionistas, directores y actores le cede el puesto protagónico a una historia de la que podamos - con dolor o con placer o con ambos - apropiarnos. Películas en las que la complejidad es capaz de agazaparse tras una cautivadora simplicidad. Esa es, pienso yo, la verdadera genialidad.