FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

jueves, 21 de junio de 2012

AGUAS TURBULENTAS



TÍTULO ORIGINALDeUsynlige - De osynliga (Troubled Water)
AÑO2008
DURACIÓN
PAÍS
DIRECTORErik Poppe
GUIÓNHarald Rosenløw-Eeg
MÚSICAJohan Söderqvist
FOTOGRAFÍAIngeborg Klyve, John Christian Rosenlund
REPARTOPål Sverre Valheim HagenTrine DyrholmEllen Dorrit Petersen,
Fredrik GrøndahlTrond Espen SeimAngelou GarciaHenriette Garcia,
Terje Strømdahl,
Anneke von der Lippe,Frank KjosåsJon Vågenes Eriksen
PRODUCTORACoproducción Noruega-Suecia-Alemania; Paradox Spillefilm A/S
GÉNERODrama
Calificación: Muy recomendada


Para hablar de Aguas turbulentas hay que trazar una frontera que separe el drama que en ella se cuenta de la forma como este nos es contado.  El primero, hondo y perturbador,  trata de la culpa, el dolor, la redención y el perdón; la segunda es un inteligente armazón de dos historias contadas desde ópticas  distintas que poco a poco y mediante un constante ir y venir en el tiempo se van intersecando hasta hacerse una sola.

Las historias:

Jan Thomas (Fredik Grondahl) recupera su libertad después de pagar  una pena por el homicidio de un menor que desapareció arrastrado por el torrente de un río. Su talento musical y en especial su virtuosísimo como intérprete del órgano le permiten trabajar  en una iglesia dirigida por Anna, una sacerdotisa cuya belleza emerge, paradójicamente, de su infructuoso deseo de ocultarla. Entre ambos brota una atracción que se sobrepone a la contención y al pudor que rodean este inusual encuentro. Anna tiene un hijo menor y será a través de este incipiente modelo de familia que Thomas intentará rehacer su vida fracturada. Temeroso por la reacción de Anna, Thomas le oculta su pasado.  Un pasado inundado por esa corriente que se llevó la vida del niño y con ella, arrastrada por la negación y la culpa, su propia vida.

Agnes (Trine Dyrholm) es la mamá del niño que murió. Después de la tragedia Agnes y su esposo adoptan dos niñas dándose cuenta, sobre todo la afligida mamá, que hay vacíos que se ahondan aún más cuando se intenta llenarlos.  El dolor resurge cuando en su condición de maestra organiza una visita escolar a la iglesia donde toca Thomas; es allí donde Agnes se reencuentra con el asesino de su hijo; lo reconoce  en medio del estremecimiento que a todos los presentes les produce la soberbia interpretación  que Thomas  hace en  el órgano de la querida Troubled water de Simon y Garfunkel. El reencuentro que la prisión pospuso por tantos años habrá de tener lugar y podrá ser quizás la oportunidad para vengar el crimen atroz o, al menos, para oír de su autor la inútil explicación del porque lo hizo .

La forma de contarlas:

Aguas turbulentas esquiva la línea fácil del  relato cronológicamente ordenado. Opta en cambio por la técnica de ir soltando fragmentos que irán alcanzando su coherencia y su articulación con la historia central a medida que las escenas van encajando, las unas en las otras, como fichas de un gran rompecabezas. Sin embargo no es en sí la técnica lo que le confiere a la película su nota sobresaliente. Lo que en realidad la hace remarcable es que ese premeditado desorden narrativo logre el efecto perturbador  que se siente de principio a fin. Desde que Thomas abandona su presidio hay algo latente en el ambiente  anunciando que hay condenas irredimibles y que las esperanzas de restauración evidenciarán, tarde que temprano, las fragilidades de todo espejismo.

El gran mérito de Aguas turbulentas es lograr una sensación de unidad y continuidad mediante un sistema narrativo de fragmentación.  Erik Poppe, su director, emplea la herramienta de la reiteración visual para mostrar como un mismo hecho adquiere significaciones diversas según cual sea el ángulo desde el que se lo aprecie. Al espectador se le muestra dos o tres veces la misma escena pero nunca queda la sensación de una repetición innecesaria; lo que queda, por el contrario,  es la percepción de haberse contemplado el hecho a través de miradas diversas que le confieren un mejor sentido o, si se quiere, una mayor aproximación a la verdad.  Para esto Aguas turbulentas va más allá del simple uso de unas herramientas  que entremezclan los brincos en el tiempo y los cambios visuales de narración.  Lo que sobresale en el relato es la intimidad que lo caracteriza. Thomas ve el mundo que lo rodea y el pasado que lo acecha, con una visión acuosa que parece incapaz de emerger de la profundidad donde yace un niño muerto. Hay incluso varias tomas de cámara desenfocada que nos recuerdan la visión borrosa que se tiene bajo el agua. Agnes por su parte lo ve y lo vive todo desde la miopía que causa la incomprensión y esa búsqueda ansiosa de algo o alguien que le explique el porqué de su dolor. Ambos visiones, intersecadas por los mismos hechos, terminan instaladas en la retina de un espectador que está más acostumbrado a las resoluciones de los enigmas o a las definiciones moralistas que a este tipo de relatos donde no hay verdades absolutas ni bondades victoriosas, sino seres humanos complejos que andan por ahí viviendo sus vidas, sin heroísmos ni martirios y con la endeble convicción de que la verdad como valor absoluto proviene de su percepción del mundo circundante.

El sonido del órgano es envolvente, metálico y solemne. Su majestuosidad tiene el doble efecto de hacernos sentir insignificantes frente a lo supremo pero, a la vez, capaces de percibirlo y reconocer nuestra capacidad de tender a ello. Algo similar pasa con el agua que puede significarnos ahogo, limpieza,  misterio, turbulencia o pureza. De principio a fin la película está marcada por momentos de agua que le imprimen un peculiar acento de enigma y silencio. Todo bajo el agua pareciera suceder en otro plano de la verdad. Lo que logra transfundirnos el tono de Aguas turbulentas es ese debate permanente del ser humano que discurre sin tregua entre las amarguras que le depara la vida y las esperanzas salvadoras que vislumbra en el rostro del otro, en una partitura, en un posible creador o, las más de las veces, en la simple ternura de un niño.    



domingo, 17 de junio de 2012

PODER Y TRAICION



TÍTULO ORIGINALThe Ides of March
AÑO2011
DURACIÓN101 min
PAÍSEstados Unidos
DIRECTORGeorge Clooney
GUIÓNGeorge Clooney, Grant Heslov (Obra: Beau Willimon)
MÚSICAAlexandre Desplat
FOTOGRAFÍAPhedon Papamichael
REPARTORyan GoslingGeorge ClooneyPaul GiamattiMarisa Tomei,
Philip Seymour Hoffman,
Evan Rachel WoodJeffrey WrightMax MinghellaJennifer Ehle
PRODUCTORACross Creek Pictures / Exclusive Media Group / Smoke House
PREMIOS2011: Oscar: Nominada a Mejor guión adaptado
2011: Globos de Oro: 4 nominaciones, incluyendo Mejor película dramática
2011: Premios BAFTA: Nominada a Mejor actor secundario (Hoffman)
2011: Critics Choice Awards: Nominada a Mejor reparto
2011: Festival de Venecia: Sección oficial largometrajes a concurso
2011: Festival de Toronto: Sección oficial largometrajes a concurso
2011: Nominada Premios David di Donatello: Mejor película extranjera
GÉNERODrama | Política

Calificación : Vale la pena

En el calendario romano los idus eran los décimo terceros días de cada mes. Fechas de buenos augurios en los meses de marzo, mayo, julio y octubre. Para los otros meses del año la fecha favorable se desplazaba al día quince.  Contradiciendo esta creencia o quizás corroborándola, fue un idus de marzo cuando,  no obstante haber sido advertido del infortunio que se le avecinaba, muere asesinado Julio Cesar. Así nos lo recordará más tarde Shakespeare en su injustamente olvidado Julio Cesar . Más tarde fue Thornton Wilder quien bautizó una de sus novelas con el sugestivo y a la vez equívoco título The ides of march (1948). Digo sugestivo y equívoco porque el idus  de marzo ha estado ligado - y lo estará ya por siempre - a la relatividad connatural  que acompaña a la buena suerte. Lo que pareciere en principio un infortunio deviene luego en fortuna y viceversa. La secuencia sigue y ahora es nuestro querido George Clooney el que, basándose en la obra de teatro Farragut north de Beau Willimon, se apropia de este título para adentrarse en los turbios vericuetos de la política norteamericana.

Ides of march dirigida y coprotagonizada por Clooney muestra hasta donde puede llegar la sofisticación de la perversión si el objetivo es el poder.  Ryan Gosling  (Half Nelson, Blue Valentine y Drive, entre otras) trabaja al servicio de Clooney un candidato demócrata que tiene muy buenas posibilidades de llegar al sillón presidencial de la Casa Blanca. Su suerte – la esquiva y bifronte suerte -  depende del resultado de las elecciones primarias que en el sistema americano preceden la elección presidencial. Como siempre, como en todas partes, las alianzas partidistas resultan indispensables para alcanzar el voto de los electores y es en su insaciable búsqueda  que se violentan, con los más variopintos disfraces,  fronteras legales, éticas y morales. Mal reencauchado, como siempre lo ha estado, resurge el maquiavélico slogan según el cual “el fin justifica los medios”.

Ides of march, entre nosotros Poder y traición, es un producto compacto y bien logrado que elude con inteligencia las simplezas habituales de los thrillers políticos pero que por unas fallas en la estructura de su guión termina valiéndose  de algunas de ellas. De otra parte es una regla de oro que cuando el peso de una película  gravita exclusivamente sobre  los kilates actorales  de su reparto , la que resulta lastimada es la trama del relato y en particular la forma como se pretenda contar una determinada historia. Algo de esto pasa en Ides of march. Su historia arranca con un ritmo envolvente pero muy pronto echa mano de un incidente que se siente forzado y que desluce su guión. Pese a eso su tono se mantiene pero es inevitable sentirse ya no frente a un diagnóstico descarnado y sobrio de hasta donde se puede llegar tras la consecución del poder, sino frente a un entramado algo artificioso que infla, más de la cuenta,  un affaire  del candidato con una pasante de su campaña.

Imposible no reconocer la contundencia de actores como el propio  Gosling y, realzándolo, de maestros como  Philip Seymour Hoffman y Paul Giamatti y de la ya consolidada  Marisa Tomei. Sin embargo es la estatura interpretativa de estos la que pone en evidencia las fragilidades del relato que se soporta en ellos.  Son ellos quienes lo sostienen cuando debiera ser al revés. Debiera ser el relato quien los justifique y no a la inversa.

Sería sin embargo injusto y totalmente desproporcionado decir  que Ides of march es un relato más de intrigas políticas y lo sería especialmente con un Clooney que vuelve a demostrarnos su compromiso con un cine serio y con una forma cuidada y elaborada de transmitir algo que va más allá, mucho más allá, de la entretención fugaz y vendedora. Es evidente y por lo mismo indiscutible que el nombre de Clooney ya está ligado con una  estética y una técnica  que rebasan los cánones ordinarios de la industria cinematográfica. Así lo demuestra en Poder y traición una película a la que no obstante faltarle el poder para ingresar al estante de las imprescindibles no traiciona la trayectoria de un hombre que con los años ha ido madurando una obra merecedora desde ya del reconocimiento que siempre se le debe al trabajo marcado por una línea definida, quizás no de genialidad, pero sí de coherencia y consistencia. Cada vez estoy más convencido que, incluso en el cine,  valen más estas que aquella.