FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

miércoles, 11 de enero de 2012

MIS 10 DEL 2011


Estamos  en tiempos de listas.  Listas pretéritas y listas futuras; listas de propósitos y listas de supuestos logros. No soy amigo de las listas. Me parece que encasillan, que por ser necesariamente excluyentes lastiman y que en su ambición simplificadora paralizan aquello que en su esencia siempre es móvil y cambiante. Con esta advertencia solo procuro decir que atreverse a listar las cinco o las diez o el número que sea de las grandes o mejores películas de tal  o cual año, de tal o cual década o, peor, de la historia misma del cine, es una tarea cuyo resultado siempre estará marcado por una obvia subjetividad y, por lo mismo, por una enorme fragilidad.

Pese a lo anterior y dándole entonces el modesto alcance que todo listado de este tipo merece, me arriesgo enseguida a listar mis películas del 2011. Un par de  precisiones: la lista se refiere a las películas vistas en el año 2011, no necesariamente producidas o realizadas en este mismo año. Eso quiere decir que algunas películas del listado (en este caso todas) pueden ser de años anteriores y que sólo llegaron a nuestra cartelera el año pasado. También figuran en el listado aquellas películas que habiéndolas visto en el 2011 - no en salas comerciales -  pueden tener de realizadas treinta, cuarenta, cincuenta y hasta más años. Los bien o mal llamados por algunos clásicos del cine. El listado no sigue otro orden que el de la inestable memoria y por esa razón dicho orden no es indicativo de ninguna preferencia.

Sin más anotaciones este es mi listado

1. Incendies

Año: 2010

País: Canadá

Director: Denis Villeneuve

2. Winter´s Bones

Año: 2010

País: Estados Unidos

Director: Debra Granik

3. Biutiful

Año: 2010

País: México

Director: Alejandro González Iñárritu

4. En un mundo mejor

Año: 2010

País: Dinamarca

Director: Susanne Bier

5. De Dioses y Hombres

Año: 2010

País: Francia

Director: Xavier Beauvois

6. Cisne Negro

Año: 2010

País: Estados Unidos

Director: Darren Aronofsky

7. True Grit

Año: 2010

País: Estados Unidos

Director: Joel Coen, Ethan Coen

8. El Hombre de al lado

Año: 2009

País: Argentina

Director: Mariano Cohn, Gastón Duprat

9. The Hustler

Año: 1961

País: Estados Unidos

Director:  Robert Rossen

10. Breve Encuentro

Año: 1945

País: Reino Unido

Director: David Lean



lunes, 9 de enero de 2012

EL ARBOL DE LA VIDA


TÍTULO ORIGINALThe Tree of Life
AÑO2011
DURACIÓN138 min.
PAÍS
DIRECTORTerrence Malick
GUIÓNTerrence Malick
MÚSICAAlexandre Desplat
FOTOGRAFÍAEmmanuel Lubezki
REPARTOBrad PittJessica ChastainHunter McCrackenSean PennLaramie EpplerTye Sheridan,Fiona ShawCrystal ManteconPell JamesJoanna GoingKari MatchettMichael Showers
PRODUCTORAFox Searchlight Pictures / Riverroad Entertainment
WEB OFICIALhttp://www.twowaysthroughlife.com/
PREMIOS2011: Festival de Cannes: Palma de Oro - Mejor película
2011: Premios Gotham: Mejor película (ex-aequo)
2011: Círculo de críticos de Nueva York: Mejor actor (Pitt), actriz sec. (Chastain) y fotografía
2011: Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor director, fotografía y actriz sec.
2011: Críticos de Chicago: Mejor película, director, actriz sec. (Chastain) y fotografía
2011: Satellite Awards: Mejor guión original y actriz secundaria (Chastain). 4 nominaciones
2011: Online Film Critics Society: 5 premios, incluyendo Mejor película y guión
GÉNERODrama | FamiliaInfanciaAños 50


Calificación: Vale la pena



Cuesta trabajo hacerlo. Cuesta trabajo decir que una película como El árbol de la vida, teniéndolo casi todo a su favor, termina malográndose como proyecto cinematográfico. Y cuesta trabajo hacerlo porque la idea de Terrence Mallick es monumental; porque el manejo de las cámaras es soberbio, casi poético; porque las actuaciones, especialmente la del reparto menos estelar, son más que convincentes y porque de una manera inteligente y desafiante su línea narrativa  opta por un relato al que le resulta totalmente indiferente el orden aquel del inicio, el nudo y el desenlace. Sin embargo y pese a la concurrencia de todos estos factores positivos hay una cierta demasía  en El árbol de la vida que les sale en contravía. 

Todo en esta película da una sensación de desborde, de haber ido más allá de lo que se requería sacrificando de esta manera el eje central de cualquier película: su propia historia. Es tanto el detenimiento en los recursos visuales de la película que aquello que pudo ser fascinación termina en hastío. Es la maestría con la que la cámara de zambulle en el universo convulso de un adolescente y, más allá,  es el mensaje que ágilmente  serpentea por toda la película, los que nos traban la lengua para atrevernos a decir que Mallick fue más allá de donde debía y que con una versión  menos ambiciosa pero más depurada y simple hubiera logrado un mucho mejor resultado.

Sí, hay que decirlo: El árbol de la vida está repleta de tomas estelares, de conmovedoras escenas, de mensajes edificantes pero falla como película porque entre tanto y tan bien intencionado decorado su argumento terminó extraviándose. En el cine siempre tener que haber un cuento y la forma como se le cuente es el factor determinante. Cuando no hay cuento no puede haber encuentro.

La propuesta argumental de El árbol de la vida es relativamente simple: Jack (Hunter McCracken) es un adolescente que vive en medio del contraste de la actitud de sus padres. Su madre, la fantástica Jessica Chastain, es la expresión pura del amor y de la entrega incondicional; su padre, el consolidado Brad Pitt, es la obsesión personalizada por formar un hijo valiente y competitivo que sea capaz de enfrentarse al mundo hostil que lo espera. Entre estas dos fuerzas, ambas amorosas, y en medio de lacerantes preguntas sin respuesta, va creciendo un Jack ensimismado y rebelde. Sirviéndose, quizás en exceso, de la voz en off y de un contrapunteo visual con imágenes que van desde la eclosión  molecular hasta la erupción volcánica,  El árbol de la vida plantea sus grandes tesis: primera, el amor es el único código posible para, aún sin entenderla, vivir y gozar esta vida y, segunda, somos uno solo con la naturaleza que nos rodea y de haber sido algas marinas pasaremos a ser, por voluntad divina y después de este tránsito humano, chispas, saltamontes o quizás enormes girasoles.

Las preguntas que Jack  se hace sobre los caprichos de dios son las mismas que nosotros, entonces de niños y ahora también de adultos, nos hacemos y esa coincidencia elemental nos emociona al punto de la compenetración y la solidaridad con el incomprendido protagonista.  Pero en el cine una cosa es el posible torrente de emociones contagiosas y otra, distinta,  el cauce por el que las mismas circulan. Una película puede (de hecho abundan los ejemplos) ser un mar de emociones y, a la vez, un completo desierto en cuanto al hilo argumental, a la historia misma, por la que aquellas transcurren. Una buena película es aquella que nos llega, sin estridencias, a través de la historia que la misma nos cuenta. Entre más se apele al artificio innecesario mayor será el distanciamiento de esa inamovible regla del bien contar para poder atrapar. Uno puede admirar muchas cosas de El árbol de la vida; puede uno incluso comulgar con sus propuestas filosóficas y puede uno salir, después de las más de dos horas de proyección,  con ese deleite propio de la conmoción anímica. Todo eso puede pasar pero nunca se deben confundir los destellos aislados, por sobrecogedores que ellos sean, con la uniformidad de una noche estrellada.

Para destacar la actuación más que sobresaliente de Jessica  Chastain. Esta mujer logra con su sola presencia todo un halo de ternura y compasión capaz de reaccionar enérgicamente cuando las circunstancias imponen la defensa de aquello en lo que cree. Compartir reparto con unos monstruos como Pitt y Sean Penn (Jack adulto) no era cosa fácil y la verdad es que terminó superándolos. A Pitt porque su papel, sin duda alguna bien logrado, no daba para exprimir todo su talento y a Penn porque lo invitaron a lo que parecía ser una gran fiesta dejándole apenas traspasar el umbral de la puerta.  Tratándose de un actor de esta estatura, todo un desperdicio. Queda el brillo de la Chastain más elocuente que los resplandores de la naturaleza y más diciente que el pálpito de las células.




sábado, 7 de enero de 2012

LAS AVENTURAS DE TINTÍN: EL SECRETO DEL UNICORNIO







TÍTULO ORIGINALThe Adventures of Tintin: Secret of the Unicorn
AÑO2011
DURACIÓN107 min.
PAÍS
DIRECTORSteven Spielberg
GUIÓNSteven Moffat, Edgar Wright, Joe Cornish (Cómic: Hergé)
MÚSICAJohn Williams
FOTOGRAFÍAAnimation
REPARTOAnimationJamie BellAndy SerkisDaniel CraigSimon PeggNick FrostDaniel MaysToby JonesEnn ReitelJoe StarrMackenzie CrookKim StengelGad ElmalehTony CurranCary ElwesSebastian Roché
PRODUCTORAAmblin Entertainment / Paramount Pictures / Sony Pictures Entertainment
WEB OFICIALhttp://www.tintin.com/
PREMIOS2011: Globos de Oro: Nominada a Mejor largometraje de animación
2011: Premios Annie: 5 nominaciones, incluyendo Mejor película y mejor guión
2011: Satellite Awards: Mejor largometraje animación. Nominada a Mejor guión adaptado
2011: Asociación de Críticos de Los Angeles: Nominada a mejor largometraje de animación
GÉNEROAnimaciónAventuras | Cómic3-D

Calificación: Muy recomendada


El que quiera fidelidades absolutas que se quede en casa con su vieja colección de Tintines con pasta dura. Solo en ellos cada lector podrá encontrar a su Tintín de siempre, el de  la voz que coincide con la que la imaginación le imprimió y el del espíritu forjado por el propio lector cuando de joven o de niño se encontró, para ya nunca más separarse de él,  con el joven reportero belga.

En la afición por Tintín hay de todo. Están sus seguidores fieles que más allá de las cambiantes modas siempre encuentran un inigualable solaz en volver a las aventuras de siempre. Para estos  un  Stock de Coque o  un  Tintin en el Tibet ya no son - ya nunca podrán volver a ser -  retornos a aquellas lecturas desprevenidas y apasionadas de entonces, sino más bien la serena visita a una casa conocida en las que se ofrece un  buen café. Estos aficionados ya no leen las aventuras ; se contentan con repasar las imágenes porque al hacerlo la memoria convoca, casi siempre a retazos,  esos momentos inolvidables en los que Tintín fue, en su estado más primario, emoción  pura. Hay otros que se precian de ser, con letra cursiva y todo, tintinólogos . Son una suerte de concursantes en potencia que lo saben todo, desde el nombre completo del pianista que acompaña a la Castafiore en sus giras operáticas, hasta la verdad sobre las supuestas depresiones otoñales de Hergé, el creador de Tintín.  Y los hay, como podrían ellos faltar, los que se dicen seguidores de Tintín por el status intelectual y social que da, eso piensan ellos,  decirse un fanático seguidor del periodista y su amorfo círculo de amigos. Estos últimos suelen decir, con tono jactancioso, que hay un abismo entre las versiones originales en francés que ellos tantas veces han leído y las mediocres traducciones al español. Son estos mismos lo que en las reuniones sociales comentan, con la discreción impostada de la voz baja, que ellos ya vieron, hace meses, la película de Spielberg cuando la estrenaron en Europa….

Pertenézcase o no a alguno de  estos  círculos de amigos de Tintín, lo cierto es mucha expectativa se creó en torno a  la película de Spielberg sobre el legendario personaje. Buena parte de la  espera giraba en torno a que tan fiel le sería la película al encopetado periodista y sus aventuras de papel.  Muchos decían que sacarlos, a Tintín y sus compañeros de aventuras,  de sus recuadros  era, inevitablemente, traicionarlos o, cuando menos, deformarlos. Que adosarles una voz era tanto como castrar esa posibilidad infinita de tonos que hay en los rectángulos  en los que se encierran sus parlamentos. La película llegó y llegó demostrando que las fidelidades en el cine exigen un generoso espacio de adaptación, que el cine mismo es y siempre será un ejercicio inacabable  de aproximación que en su tentativa de expresión construye, más allá de sus modelos o sus representaciones, su propia realidad.
   
Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio es, a mi juicio, una versión muy bien lograda de la famosa historieta . La dupla Spielberg – Jackson, director y productor respectivamente, logra un resultado sorprendente que muy seguramente se separa - y es inevitable que lo haga - del Tintín que muchos teníamos y seguimos teniendo adherido al alma.  Sin embargo esa separación o esa diferencia respecto de nuestras impresiones, lejos de restarle puntos a la película se los agrega porque de lo que se trataba el proyecto de Spielberg era de hacer una película de Tintín respetando al máximo el personaje pero explotándolo desde esa perspectiva individual que siempre surge a partir de las lecturas propias.  El Tintín que vemos en Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio quizás no sea nuestro Tintín pero es, sin lugar a dudas, una magnífica versión del joven periodista. Lo propio pasa con el querido Haddock, con Hernández y Fernández, con la adorable y a la vez detestable Bianca Castafiore y, por supuesto, con el entrañable Milú. El Haddock que tengo en mente, por ejemplo, no es de nariz tan protuberante ni de ojos claros  pero el Archiblado (ese es su nombre) de la película está fantástico con su desmedida afición por el whisky  y con su inigualable sartal de vituperios.

La historia de Spielberg es un muy bien logrado ensamble de varias aventuras. La trama central está tomada del Secreto del Unicornio pero no son pocos los elementos tomados del Cangrejo de las Pinzas de Oro, del Asunto Tornasol y de otras historietas. Spielberg nunca anunció la reproducción cinematográfica de una aventura determinada. Se cuenta que Spielberg habló telefónicamente con el propio Hergé y que este estuvo de acuerdo en que fuera el primero el responsable de llevar a Tintín al cine. La muerte inesperada del enigmático Hergé hizo que el acuerdo final se diera con su viuda; lo que se convino con esta fue hacer una película sobre las aventuras de Tintín, no una película sobre una determinada aventura. Spielberg tenía licencia para construir una historia que siéndole fiel a sus fuentes podía despegarse de las mismas. Así lo hizo con un acertado engranaje de tiempos que le da a la historia un muy buen ritmo y una total coherencia.

El resultado es una historia mucho más trepidante que aquellas en las que se inspira. Quienes leímos a Tintín nunca sentimos el vértigo que ahora nos transmite la película y eso, insisto, lejos de ser una infidelidad imperdonable es una adaptación que conjuga de manera magistral la esencia de la historia original y la de sus personajes  con los encantos vertiginosos de las nuevas tecnologías.  El Mo-Cap (Motion Capture) que emplea Spielberg  y a través del cual se almacenan las acciones de actores humanos para luego utilizar esa información en la animación de modelos digitales en 3D, es una herramienta fascinante que de haberla visto proyectada en la pantalla y empleada en sus criaturas,  de seguro habría estremecido al propio Hergé.  

No creo, como se ha dicho en algunas reseñas sobre la película, que tanto énfasis en la acción haya ido en detrimento de la identidad de los personajes. Los de Hergé no se caracterizan ni por sus largas meditaciones, ni por su meditabundos diálogos; de su temperamento y de sus ideales dan fe sus acciones y creo que en eso reside muy buena parte de su atracción. Así lo supo captar ese mago que es Spielberg, atento no sólo a logro estético sino al acierto comercial.  

Yo no sé que tanto pueda ser o de que tipo ser el disfrute de aquel que vea la película sin haber leído nunca una aventura de Tintín. A lo mejor el goce es total porque la historia, los paisajes  y sus personajes se imponen, por fuera de toda coordenada temporal o generacional,  sin ningún otro referente que aquel que ellos mismos generan. Para quienes tuvimos la suerte de sumergirnos  de lleno en la lectura de las  aventuras de Tintín, El Secreto del Unicornio es la confirmación, innovadora y respetuosa, de que toda obra, cuando es valiosa y perdurable,  está siempre expuesta a ese prodigio de ser, siendo ella irrepetible y única, tantas y tan diversas  obras como tantos y tan diversos sean quienes la aprecien.

Nota a deshoras: Lo único que recuerdo de un curso de cine que tomé hace ya muchos años fue una recomendación que nos dio quien lo dictaba. La película escogida fue Mujeres al borde de un ataque de nervios de Almódovar y la recomendación, valiosísima, fue que nos fijáramos en la forma como se presentaban los créditos de la película; a juicio de quien nos dictó el curso eso ya decía mucho de lo que luego se vería en la película. Razón tenía el hombre y desde entonces  y cuando la película lo merece, nunca dejo de fijarme con detenimiento en este aspecto. La forma como se presentan los créditos en Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio es sencillamente espectacular. Todo un homenaje al personaje y sus aventuras; como la película misma: un tributo infielmente fiel.



domingo, 1 de enero de 2012

LA DAMA DE SHANGHAI





TÍTULO ORIGINALThe Lady From Shanghai
AÑO1947
DURACIÓN87 min.
PAÍS
DIRECTOROrson Welles
GUIÓNOrson Welles (Novela: Sherwood King)
MÚSICAHeinz Roemheld
FOTOGRAFÍACharles Lawton Jr. (B&W)
REPARTORita HayworthOrson WellesEverett SloaneGlenn AndersTed de CorsiaErskine Sanford,Gus SchillingCarl FrankLouis MerrillEvelyn EllisHarry Shannon
PRODUCTORAColumbia Pictures
GÉNEROCine negroIntriga


Calificación: Muy recomendada

Pasa en La Dama de Shanghai lo que le pasó a la cabellera de su protagonista.  De ese ondulado y largo cabello rojizo que la inmortalizó en Gilda (foto superior de esta nota), el pelo de la Hayworth se recorta y dora en La Dama de Shanghai (foto inferior de esta nota). En la película, dirigida y protagonizada por Orson Welles, sucede algo parecido a lo que le pasó al pelo de la bella y atormentada Rita. 

Los primeros minutos son todo un deleite visual que entremezcla la voz en off de Michael O’hara (Orson Welles), un marinero irlandés, con los diálogos insinuantes de los protagonistas.  La historia comienza con una travesía en  yate y el uso maestro de unos primeros planos cargados de sensibilidad y sensualidad dejan entrever las posibles honduras de un gran relato. Hasta acá, en el comienzo de La Dama de Shanghai, lo que fuera, en Gilda, el cabello ondulado  y largo de la Hayworth. A medida que la película avanza ese tono fino que tantas cosas buenas auguraba se va desliendo para cederle su espacio a una historieta – bien contada sí, pero historieta en todo caso – de aventuras.  Es acá donde la cabellera que antes caía sobre los hombros desnudos se recoge y tintura buscándole a su portadora otra expresión de su propia belleza. Una trama que pudo ser  la estremecedora  historia de amor de dos almas desoladas, se convierte de pronto en un thriller negro que pese a su buen manejo deja en la retina esa impresión, un tanto baladí,  de la impostura y el fingimiento.

En la película Rita Hayworth es Elsa la mujer de Arthur Bannister (Everett Sloane) un penalista tan afamado como extravagante. Michael O´Hara y Elsa tienen un encuentro casual en el Central Park que termina en el enfrentamiento del primero con una banda de inexpertos criminales que pretendía robar a la solitaria y bella mujer. Después de este primer encuentro y como aparente expresión de agradecimiento por haber salvado a su esposa, el enigmático Bannister contrata como miembro de su tripulación a O Hara. Vinculación que terminará en un intrincado cruce de líneas sentimentales en el que nadie es - o al menos nadie termina siendo -  aquel que parecía ser. 

Entre Michael y Elsa surge un mutuo enamoramiento. A la sombra, mordaz e irónico, el marido sigue con cuidado los devaneos de su mujer y la  aparente entereza  de su nuevo colaborador. Por su parte George Grisby (Glenn Anders), socio de Bannister,  se entromete en estos amores cruzados con una propuesta que terminará develando las intenciones verdaderas de estos enigmáticos jugadores que más bien parecen, en el símil demoledor que hace el propio O´Hara, tiburones hambrientos que terminan devorándose entre sí.

Que no sean pocas las razones que justifiquen el lugar privilegiado que en la memoria cinematográfica tiene La Dama de Shanghai, no quiere decir que ella sea, intrínsecamente hablando, una buena película. Me explico.  La sola presencia de la Hayworth es, de por sí, un cuño memorable. Su belleza, ahora tamizada y algo sobredimensionada por el paso de los años, es todo un imán de atracción. Sin embargo esta misma belleza es, en La Dama de Shanghai , un embauco de principio a fin. La Hayworth siempre parece una foto emergiendo de un magazine de modas. Tan bella como irreal, tan posuda como incapaz de tejer con los demás, en su papel de femme fatale, un hilo de comunicación verdadera.  Otro tanto sucede con los paisajes que le sirven de marco a la película. Las playas exóticas,  los grupos tropicales y los feroces cocodrilos no son más que piezas de decorado cuya inclusión un tanto forzada demerita la verosimilitud de la historia que en medio de ellas se cuenta. Y lo mismo sucede a la postre con la propia trama de La Dama de Shanghai. Welles quiso hacer memorable una historia de folletín y para ello se sirvió de no pocos recursos: su propio personaje, una mezcla curiosa  de filósofo y camorrero; la Hayworth, para entonces su verdadera mujer, clavándole  siempre su mirada   - oblicua y engañosa - a la cámara y, en general, un reparto que hizo un trabajo ciertamente caricatural y, quizás por ello mismo, perdurable. Súmesele a lo anterior el mérito del saber contar  una historia por ordinaria que sea, unos primeros planos muy bien logrados , unos diálogos penetrantes y, especialmente,   un par de esas escenas - la final de los espejos es ya un clásico del cine -  que se incrustan en la memoria colectiva haciéndose ellas mismas más importantes que la película que les sirvió de marco. 

Pero no siempre de la conjunción de tantos y tan buenos recursos resulta una buena película. En La Dama de Shanghai algo se rompe después de un comienzo brillante. No se trata, sin embargo,  de una ruptura brusca sino un quiebre discreto e, incluso, imperceptible. Es como si de espectadores expectantes pasáramos al confort visual de una entretenida aventura. Deja de importar el transfondo de los personajes y lo que ahora cautiva es la revelación, entre tantos y tan disímiles candidatos,  de quién podrá ser el impostor o el pérfido asesino. 

Welles, en todo caso, nunca será capaz de hacer una simple o entretenida aventura. Si La Dama de Shanghai se desvía de su curso original no es para extraviarse en los corredores rectilíneos de la entretención barata; opta más bien por una historia mejor contada que actuada donde el genio de su director se siente aún en medio de una historia que anunció vuelo y se quedó apenas en un buen merodeo terrestre.  

De todo lo anterior resulta una película como La Dama de Shanghai que siempre valdrá la pena ver y recomendar; una película de la que podríamos robarnos la foto – que no la actuación – de la Hayworth; una película cuyos extremos, el principio y el final, son mucho mejores que toda la trama que entre ellos acontece. Una película, en fin, que en medio de sus evidentes debilidades, tanto en lo argumental como en el plano propiamente interpretativo de sus actores,  siempre nos cautivará por esa deliciosa condescendencia que algunos tenemos, primero, con el blanco y negro y, segundo, con ese modo peculiar de contar las historias que tienen películas como La Dama de Shanghai. 

Habrá que admitir que condescendencias de este tipo ponen en evidencia no sólo un melancólico romanticismo, sino también una entrañable empatía con las princesas solitarias y con los héroes incomprendidos.