FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

jueves, 21 de abril de 2011

ANOTHER YEAR


TÍTULO ORIGINALAnother Year
AÑO
2010
DURACIÓN
129 min.  Trailers/Vídeos
PAÍS
  Sección visual
DIRECTORMike Leigh
GUIÓNMike Leigh
MÚSICAGary Yershon
FOTOGRAFÍADick Pope
REPARTOJim BroadbentLesley ManvilleRuth SheenPeter WightOliver MaltmanImelda Staunton,David BradleyKarina FernandezMartin SavageMichele AustinPhilip DavisStuart McQuarrie
PRODUCTORAFilm4 / Focus Features / Thin Man Films / UK Film Council
WEB OFICIALhttp://www.anotheryear-movie.com
PREMIOS2010: Premios del Cine Europeo: 2 Nominaciones: Mejor actriz (Manville) y música
GÉNERODrama | FamiliaVejez



Clasificación: Muy recomendada

En Another year, la más reciente película del director británico Mike Leigh no pasa gran cosa; tan solo pasa la vida misma que suele no estar hecha de grandes cosas. Tom (Jim Broadbent), un geólogo sexagenario y su mujer Gerri (Ruth Sheen) una terapeuta, parecen haber llegado, con una complicidad cariñosa y serena,  al declive tranquilo de sus vidas. Alternan sus rutinas laborales con el cuidado de una huerta, con lecturas vespertinas y, especialmente, con el rito de una mesa compartida con amigos. Entre estos está la singular Mary (Lesley Manville), una mujer que intenta, vanamente,  esquivar el paso del tiempo; una mujer que huye de su soledad refugiándose en un hogar que la acoge sin juicios ni reproches y que le ofrece siempre un puesto en la mesa.

De la relación entre esta pareja y su desubicada amiga trata, en esencia, Another year y su gran mérito, pienso yo, está en la forma ordinaria y plana como Leigh aborda el tema. No se trata, aclaro, de la ordinariez que solemos asociar con la vulgaridad. La ordinariez a la que me refiero, la ordinariez de Another year, tiene que ver con esa cotidianeidad que a diario envuelve nuestras vidas tiñéndolas de eso que solemos, mal llamar, monotonía. La película no está montada ni para sorprendernos ni, tampoco, para apabullarnos. No hay un romance otoñal que salve de su soledad a Mary ni hay, tampoco, un desenlace trágico con ínfulas moralistas acerca del como encarar el paso del tiempo. En Another year lo único que pasa es la vida misma, con sus planicies y sus discretos encantos, con sus rutinas y sus ocasionales destellos de felicidad.

Acostumbrados como estamos a las narraciones que siempre persiguen un punto de éxtasis o un desenlace inesperado, es  comprensible que Another year   desconcierte en algún momento por su falta de sucesos, por su detenimiento en diálogos que hubieran podido abreviarse, por su empeño - muy al estilo Leigh - en recordarnos que los eventos más significativos del ser humano suelen acontecer por dentro. Sin embargo el desconcierto dura poco porque a medida que transcurre la película nos damos cuenta que aquí el objetivo narrativo es otro. Se trata, simple y llanamente, de asomarse a la vida de unos seres comunes y corrientes sin pretensiones salvadoras o redentoras; de mostrarlos tal y como son, con sus penurias y fortalezas, con sus zozobras existenciales y con su discreta capacidad de solidaridad.

Mención aparte merece el personaje de Mary. Más que la brillante interpretación que  hace la Manville, lo sobresaliente es el personaje en sí. Una mujer que  es, sin dramatismos, el compendio  de muchas de nuestras debilidades y, también, el reflejo de no pocas de nuestras ansiedades.  Vanidosa e insegura quiere creer que un carro rojo o un blue jean ceñido o una copa de vino blanco son, paradójicamente,  pasaportes válidos para no viajar hacia la inminente vejez.

Entre más se la piensa, entre más se la reconstruye en la memoria, más nos gusta Another year. No porque sea realista, no porque se salga de los cánones tradicionales del relato jalonado por cualquier tipo de emoción, no porque sus actores sobresalgan en sus interpretaciones,  sino porque transmite, sirviéndose de todo lo anterior,  esa sensación entre plácida y angustiosa de que son esos días más,  esos años más, los que a través de una alquimia ordinaria terminan confeccionando nuestras vidas.

Curiosamente Leigh sólo emplea la cámara lenta en las escenas donde aparecen carros. En una de ellas el lente enfoca las llantas en movimiento y se produce en la retina ese efecto óptico que pareciera mostrar, simultáneamente,  que mientras que la rueda avanza, su aro interno retrocede. Algo parecido ocurre con las vidas, otoñales casi todas ellas, de los personajes de Another year. Mientras que el tiempo inmisericorde avanza con sus canas y sus presbicias, por dentro, senil y felizmente, se sucede una curiosa reversión del tiempo.       

Hay un cierto efecto narcótico en las películas de Leigh. En lugar de abrasar, abrazan y dejan en alguna parte, vaya uno a saber donde,  esa sensación de una confidencia que nos fue contada al oído.



sábado, 16 de abril de 2011

INCENDIES



TÍTULO ORIGINALIncendies
AÑO
2010
DURACIÓN
130 min.  Trailers/Vídeos
PAÍS
  Sección visual
DIRECTORDenis Villeneuve
GUIÓNValérie Beaugrand-Champagne, Denis Villeneuve (Obra: Wajdi Mouawad)
MÚSICAGrégoire Hetzel
FOTOGRAFÍAAndré Turpin
REPARTOLubna AzabalMélissa Désormeaux-PoulinMaxim GaudetteRémy GirardAbdelghafour Elaaziz,Allen AltmanMohamed MajdNabil SawalhaBaya BelalBader AlamiKarim BabinYousef Shweihat
PRODUCTORAmicro_scope
WEB OFICIALhttp://www.incendies-lefilm.com/
PREMIOS2010: Seminci: Mejor guión, Premio del Público, Premio de la Juventud
2010: Oscars: Nominada a la Mejor película de habla no inglesa
GÉNERODrama | Road Movie



Clasificación: Muy recomendada

Sobre sus tiempos, sobre sus atmósferas, sobre su verosimilitud. Sobre todo esto es posible escribir si se va a escribir sobre Incendies.

Sobre sus tiempos escribir que el relato va del presente al pasado y del pasado al presente sin con ello confundir al espectador; sin con ello caer en esos devaneos laberínticos que juguetean, creen ellos, con relojes y calendarios. Lo que hace Incendies es confirmarnos la redondez  del tiempo recordándonos que aunque creamos ser solo presente, la presencia del ahora solo puede expresarse como desembocadura de unos pasados que no son tales sino se les mira, deformándolos siempre, desde este inasible e inevitable presente. Al redondo - y no lineal como se cree - discurrir del tiempo, solo se lo percibe por el ayer que siempre anida en las entrañas del hoy que tenemos.  

La búsqueda de un padre que creían muerto y de un hermano cuya existencia desconocían es el eje central de una película que va y viene en el tiempo y al hacerlo deja en claro que su paso es tan capaz de arrasar como de edificar, de asolar como de sembrar. El logro narrativo del director Denis Villeneuve es que su uso de los flash back no resulta ni postizo, ni confuso. Resulta, por el contrario,  un modo imperceptible y convincente de decirnos al  oído que el tiempo es y será siempre un mecanismo ingenioso cuyos avances solo son perceptibles a través de constantes retrocesos.

Sobre sus atmósferas escribir que duelen, que agobian, que oscurecen el alma. Y ese valioso logro de Incendies tiene el mérito visual de basarse en la captura de unos ambientes desolados y a veces atroces que la cámara trata con un enorme respeto sin retocarlos con los falsetes de la belleza forzada o los fingimientos de las fealdades hipócritas. Las oscuridades, las soledades y las ruindades  de Incendies son naturales y eso constituye un enorme acierto en un arte que como en el caso del cine está plagado de imposturas logradas por una técnica envolvente que pareciera capaz de todo y, por lo mismo,  distante cada vez más de esa necesaria imperfección de la imagen que nos recuerda nuestra propia imperfección. Cuando, como en el caso de Incendies, el propósito central es un acercamiento a nuestras noblezas y, también, a nuestras mezquindades, resulta fundamental que la cámara  sea escueta y sobria. Siéndolo es como mejor se remedan, alma de por medio, nuestros ojos.

Sobre su verosimilitud escribir que lo creíble no resulta de la posibilidad estadística de su ocurrencia en esta escasa realidad que nos rodea. No viene a cuento juzgar con tan innoble rasero la historia de Incendies. Que tan probable pueda ser el suceso real de los hechos que allí se narran nada tiene que ver con la verosimilitud de los mismos. Lo cierto y lo valioso de la película es el sentimiento (uso el término sin prevenciones) de que lo vemos está realmente sucediendo como solo suceden las cosas en esa llanura vertical y profundísima que llamamos pantalla. Las buenas películas nos convencen sin que tengamos que invertir esfuerzos para lograrlo. Vamos al cine, aún al más ficto y fantasioso, para vernos, para complementar esa precaria visión que la vida nos ofrece de nosotros mismos. No es, como suele mal decirse, que con el cine huyamos de la realidad. Con el cine, por el contrario, salimos a su encuentro realzándola, hallándole esas notas que la hacen, quizás no más feliz, pero al menos sí más auténtica y muchísimo más plena.

Sobre otras muchas cosas de Incendies también se podría escribir. Sobre sus actuaciones soberbias y sobrias. Sobre esas irrupciones musicales, magistrales, de Radiohead. Sobre la reiteración de esa frontera huidiza entre el amor y el odio y sobre como con esta película canadiense uno se reencuentra con esa verdad endeble y cautivadora según la cual el lenguaje cinematográfico se alimenta, resignificándolas  en otro plano, de la literatura, de la música, de la pintura, de la danza y de la escultura. De todas ellas es deudor el cine como de él lo somos nosotros por habernos mostrado la posibilidad de otros senderos.

Adendo musical. Es increíble como la música que uno pensaría sería la más inadecuada termina casando como anillo al dedo. Así pasa en Incendies con las canciones de Radiohead. Lo que luego tan bien empata parece haberse hecho a la medida. Otro aplauso para la música y me quedo - y los dejo - con Incendies y Radiohead.














domingo, 3 de abril de 2011

LOS CHICOS ESTAN BIEN



TÍTULO ORIGINAL

The Kids Are All Right
AÑO
2010
DURACIÓN
104 min.  Trailers/Vídeos
PAÍS
  Sección visual
DIRECTORLisa Cholodenko
GUIÓNLisa Cholodenko, Stuart Blumberg
MÚSICANathan Larson, Craig Wedren
FOTOGRAFÍAIgor Jadue-Lillo
REPARTOAnnette BeningJulianne MooreMia WasikowskaMark RuffaloJosh HutchersonYaya DaCostaRebecca LawrenceKunal SharmaAmy Grabow,Eddie HassellJoaquín GarridoJoseph Stephens Jr.
PRODUCTORAFocus Features / 10th Hole Productions / Antidote Films / Artist International Management / Artist International / Gilbert Films / Mandalay Vision / Plum Pictures
WEB OFICIALhttp://filminfocus.com/film/the_kids_are_all_right
PREMIOS2010: Oscars: 4 nominaciones, incluyendo mejor película y actriz (Annette Bening)
2010: 2 Globos de Oro: mejor película comedia y mejor actriz (Bening). 4 nominaciones
2010: Festival de Berlín: Premio "Teddy" a la Mejor película
2010: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor guión, actriz (Bening) y actor sec. (Ruffalo)
2010: Independent Spirit Awards: Mejor guión. 5 nominaciones, incluyendo mejor película
GÉNEROComedia. Drama | Comedia dramáticaHomosexualidadFamiliaCine independiente USA


Clasificación : Vale la pena

Crecimos torpedeados por las imágenes de la familia perfecta.  Lo primero era la casa. Siempre la vimos desenvolverse, a la familia perfecta, en una casa grande con un antejardín enorme y con su centro vital latiendo  alrededor de una cocina abierta  con mamá preparando panqueques para el desayuno. Las estrecheces de los apartamentos modernos riman mal con aquellos ambientes idílicos donde crecieron nuestras familias modelo.  Siempre había, en aquellas familias, varios hijos que superaban sus diferencias y sus disputas con una enternecedora solidaridad entre hermanos y había, por supuesto, unos padres algo ya machacados por el paso de los años pero aún y ya por siempre enamorados.

Muchas de las películas de nuestra infancia y de nuestra adolescencia tenían ese referente familiar que reflejaba, con las distorsiones propias de cualquier malentendido idealismo,  el prototipo gringo de la familia como núcleo de la sociedad.

Vendrían luego, predecibles como reacción dialéctica, las películas que denunciaban y desnudaban (más lo segundo que lo primero) los conflictos y los dramas que se escondían tras esas frágiles apariencias de la familia perfecta.  Infidelidades,  agresiones, imposiciones, desesperanzas e incomprensiones ocuparon el lugar protagónico que antes tuvieron la solidaridad, la confianza y el mismísimo amor.  La imagen de la familia perfecta empezó a erosionarse y la reemplazó un acercamiento - no pocas veces atroz y desgarrador -  a las sombras que suelen poblar la convivencia humana y, especialmente, la convivencia familiar.  De la felicidad presunta  que moraba en las espaciosas casas pasamos a los conflictos reales que se escondían en sus habitaciones.

Los chicos están bien la película de Lisa Cholondenko nominada al Oscar 2010 como mejor película, es una muy bien lograda comedia con trazos de drama y no es, como pudiera pensarse, un drama con trazos de comedia.  Acá el orden de los factores sí altera el producto y Los chicos están bien se va por la primera línea para alcanzar un resultado que sorprende gratamente al espectador porque a la vez que lo divierte le clava, sin lastimarlo, unas agujas que nunca deja el divertimiento puro que persigue la comedia.

La familia de Los chicos están bien pudiera haber sido, casi, una de esas familias modelo que el cine nos vendió a tan bajo precio.  Pudiera haberlo sido de no ser por el hecho de que en lugar de padres o, mejor, de padre y madre, en esta familia solo hay madres. Nic (Annete Bening) y Jules (Juliane Moore) son dos lesbianas que por la vía de la inseminación artificial tienen dos hijos ya adolescentes: Joni (Mia Wasikowska) y Laser (Josh Hutcherson).  Se han organizado como familia y tienen, como aquellas de entonces, una casa grande que gira alrededor de esa cocina abierta donde entre cereales y copas de vino transcurren las felicidades y, también, las vicisitudes de cualquier familia. 

De entre las madres Nic es el padre. Proveedora,  severa y disciplinada. La Bening logra un muy buen retrato que empieza por  su pelo corto y desemboca en una enorme capacidad de comprensión y perdón. Jules es, antes que madre,  mujer. Una mujer que busca a tientas y con desespero la reivindicación de su propio espacio, el reconocimiento de su talento y la capacidad de ser, no por su condición de ser pareja de o madre de, sino por ser, simple y llanamente, quien ella es.  En un papel más ligero que el de su compañera de reparto, la Moore logra también una interpretación convincente, desprovista de maquillajes envolventes y bellezas postizas.

Con de la decisión de los hijos  de conocer a su padre biológico, personaje encarnado por Mark Ruffalo en la película, se construye un guión inteligente y sólido que ni se permite los facilismos de la comedia hueca, ni resbala hacia las arenas movedizas y tantas veces fingidas del melodrama.

Fruto de una serie de distorsiones culturales, todos llevamos a cuesta unas asociaciones erradas de género.  Prueba de ello es que acabo de escribir, por ejemplo, que Nic es el padre porque provee y porque es severo y disciplinado. Como si la capacidad de sostener económicamente una familia o la severidad o la disciplina fueran unas condiciones masculinas.  Otro tanto puede decirse de vincular la búsqueda de espacios y reconocimientos al género femenino.  Concepciones equivocadas sobre las cuales se han fundado millones de relaciones condenándolas, en el mejor de los casos, a la represión de los potenciales que, más allá de nuestros sexos, todos tenemos. Concepciones equivocadas que tantas veces se han utilizado para juicios que desembocan en condenas injustas. Tanto error hay en el apego ciego a ciertas instituciones como en su condena sistemática por la torpe simpleza de considerarlas simples legados del tiempo. La verdad debe andar por ese intento, siempre imperfecto, de ir reconociendo que no hay modelos, que cada ser y cada circunstancia deben mirarse y respetarse con un lente universal de valores que tenga, pese a su permanencia, una indeclinable vocación de adaptación y un dinamismo de constante evolución. 

Los chicos están bien subleva el orden establecido y nos invita, distrayéndonos,  a contemplar la posibilidad de que una familia, apartándose de los cánones tradicionales, alcance esa concordia que no viene dada por la casa inmensa o por los antejardines florecidos o por los amores reblandecidos de comercial barato, sino por esa compleja y a veces tortuosa aceptación y apropiación del ser que realmente somos y, especialmente,  del ser diverso que es ese otro al que llamamos padre o madre o hijo o hermano. De esos otros que son nuestra familia.