FITZCARRALDO

FITZCARRALDO
FITZCARRALDO. Werner Herzog. Klaus Kinski

domingo, 31 de octubre de 2010

AVATAR


TÍTULO ORIGINAL Avatar

AÑO 2009 Ver trailer externo

DURACIÓN 161 min.   Trailers/Vídeos 

PAÍS   Estados Unidos

DIRECTOR James Cameron
GUIÓN James Cameron
MÚSICA James Horner
FOTOGRAFÍA Mauro Fiore
REPARTO Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Michelle Rodríguez, Giovanni Ribisi, Joel Moore, Wes Studi, CCH Pounder, Laz Alonso
PRODUCTORA 20th Century Fox / Lightstorm Entertainment / Giant Studios Inc.
WEB OFICIAL http://www2.avatarmovie.com/
PREMIOS 2009: 3 Oscars: Fotografía, dirección artística, efectos visuales. 9 nominaciones
2009: 2 Globos de Oro: Mejor película, director. 4 nominaciones
2009: 2 Premios BAFTA: Diseño de producción, efectos especiales. 8 nominaciones
GÉNERO Ciencia ficción. Aventuras. Bélico. Acción. Fantástico. Romance | Extraterrestres. 3-D

Clasificación : Muy recomendada 

Más allá de que creamos o no, todos tenemos el derecho a imaginar como será aquel lugar que nos espera luego de nuestra estadía terrenal. A este divertimento imaginativo siempre concurren algunas imágenes de las que nos hemos apropiando con el paso de los años. Habrá quienes lo imaginan blanquísimo y celestial. Otros lo pensarán sideral, incrustado quizás en un macro universo del cual este, el nuestro, es apenas un despreciable apartado.  Otros lo verán tan material como el que ahora vivimos pero con el predominio, absoluto y fascinante, de una naturaleza amigable, resplandeciente y desbordada.

La imagen que nos hagamos de aquel otro posible lugar es, además, cambiante. Fue una la que tuvimos de niños y otra, de seguro amorfa y desdibujada, la que ya de adultos nos hacemos. 

Después de ver Avatar uno se imagina que ese lugar  habrá de parecerse - y mucho -  a la estrambótica y multicolor selva donde habitan, en la distante Pandora,  los Na´vi.  Es en ese lugar, imaginado por cerebros y programas, donde sucede la última aventura de ese cuentero genial y mercachifle llamado James Cameron.

Jake Sully (Sam Worthington) es un marine discapacitado que se enrola en las filas del ejército americano con la misión de adentrarse en el pueblo Na´vi para  hacer posible el objetivo militar de apropiarse del valioso mineral que subyace en su territorio. Para hacerlo Jake se conecta a una máquina que a través de un complejo proceso de enajenación y transformación, el programa Avatar, lo convierte en una suerte de nativo adaptable a las condiciones de vida del pueblo Na´vi. Es allí donde accidentalmente conoce a la Na´vi  Neytiri (Zoe Saldana) quien, guiada por las señales del algún poder supremo, se da a la tarea de introducir al intruso a su deslumbrante mundo atiborrado de aves fantásticas,  de plantas fosforescentes y, especialmente, de una envolvente y sagrada comunicación con toda la naturaleza que lo nutre y rodea. A partir de ese deslumbrante contacto, Jake comenzará una aventura que lo llevará de la traición a la fidelidad, del odio al más encumbrado amor.

Que Avatar se haya insertado en la historia del cine como un hito para  decir en adelante, de una película cualquiera,  si fue  antes o si  fue  después de los azulados personajes de Cameron, es una afirmación discutible. Lo que sí está por fuera de toda controversia es que Avatar es una historia que cautiva y envuelve, que transporta y fascina. El que apele a varios de los lugares comunes de la narrativa cinematográfica no le resta méritos. Lo que se los adiciona es la forma como los emplea, el lenguaje mágico que utiliza y la fuerza hipnótica de sus imágenes. Al discurso contra el potente invasor, a la victoria del débil que vence apoyado en sus convicciones y a la historia de un amor que descorre los pesados velos de la ambición, los conocemos bien pero eso nunca impedirá que vuelvan a fascinarnos y sorprendernos si nos los presentan, como lo hace Avatar,   con lenguajes poderosos y convincentes.

Durante más de dos horas el espectador viaja a un  mundo desconocido en el que quisiera quedarse, por su arrebatadora belleza, por sus escenarios delirantes, por la vertiginosa fuerza que lo atraviesa. Creo que la magia de Pandora y su gente está en sentir que Pandora alguna vez ya  fue nuestra, que la perdimos y que es posible recuperarla o, para decirlo con mayor exactitud, que aún es posible que ella nos recupere siempre que abandonemos los atavíos que nos han desconectado de nuestra más profunda esencia.

Una película es buena cuando nos permite soñarnos de otra forma a partir de la historia que se nos cuenta. El  “había una vez” de Avatar es la reafirmación de la ilimitada capacidad fantasiosa del cine y, de paso, de nuestra predisposición natural a convivir con el deseo  de que quizás allende de este existan mundos mejores. 

miércoles, 27 de octubre de 2010

Desafío



TÍTULO ORIGINAL   Defiance

AÑO
2008

DURACIÓN
137 min.   

PAÍS  Estados Unidos

DIRECTOR  Edward Zwick
GUIÓN  Edward Zwick, Clay Frohman (Libro: Nechama Tec)
MÚSICA  James Newton Howard
FOTOGRAFÍA  Eduardo Serra
REPARTO  Daniel Craig, Liev Schreiber, Jamie Bell, Alexa Davalos, Allan Corduner, Mark Feuerstein, Mia Wasikowska, George MacKay, Iben Hjejle, Allan Corduner, Tomas Arana, Jodhi May
PRODUCTORA  Paramount Vantage / The Bedford Falls Company / Grosvenor Park Productions
WEB OFICIAL  http://www.defiancemovie.com/
PREMIOS  2008: Nominada al Oscar: Mejor banda sonora original
2008: Nominada al Globo de Oro: Mejor banda sonora original

GÉNERO  Bélico. Drama | II Guerra Mundial. Holocausto. Basado en hechos reales

Clasificación : Vale la pena

El verbo desafiar tiene una clara connotación de osadía. Quien desafía a alguien le propone, de alguna manera, una confrontación. No es pasiva la actitud de quien acepta un desafío; es una actitud de iniciativa y arrojo. Desafío narra la historia de unos hermanos judíos, los Bielski, que deciden hacerle frente a la arremetida nazi  con una resistencia violenta que denuncia los miles de muertos que ha dejado el exterminio judío. Desde este punto de vista la historia que se cuenta en Desafio  procura salirse del clásico estereotipo del judío demacrado y frágil  que es arrumado con sus hermanos en unos vagones que viajan con la consigna de regresar sin sus pasajeros. Aunque quienes les rodean personifican perfectamente el icono tradicional del judío perseguido por la crueldad nazi, (seres de mirada ausente y triste envueltos en pesados y lúgubres abrigos negros) los tres hermanos (Daniel Craig, Liev Schreiber y Jamie Bell)  rompen el molde. Desafío nos los presenta como los héroes aguerridos que aún heridos arremeten contra sus adversarios para hacer valer esa ilusa consigna guerrera de que puede más el tesón de unos pocos que las armas de muchos.

Desafío es el relato de una resistencia (no en vano en países como España así se la tituló) que responde con agresión las agresiones y devuelve con balas y muertos, las balas recibidas y los hermanos caídos. Sin embargo y más allá de cualquier discusión moral alrededor del sinsentido de la guerra y sus venganzas, en Desafío persiste la imagen tradicional del judío sumiso que contempla, con una resignación estoica, el atroz exterminio de los suyos. Los únicos que se salen de este modelo son los hermanos Bielski que, quizás sin quererlo, refuerzan el arquetipo que ellos mismo excepcionan.

Aunque se la presenta como basada en hechos reales, al terminar la película  uno se pregunta si la resistencia de los tres hermanos fue tan aguerrida y heroica o si se apeló nuevamente a la emoción del último kilómetro.  El cine, aún el que se dice estrictamente histórico, siempre tergiversa y amaña los hechos que recoge de la realidad. La pantalla, al igual que la hoja escrita o el lienzo dibujado, siempre estará poblada  de mentiras que elaboran, en el ancho mundo de la relatividad,  su propia verdad. Por eso no importa que tanto se ciñe a la verdad  la historia que se narra en Desafío. Lo que en el relato cinematográfico interesa es la credibilidad que nos merezca la historia y su perdurabilidad en nosotros. Es por esto último que Desafío desentona y deja en el espectador el sinsabor de lo que pudo haber sido y no fue. La película está bien hecha; sus actuaciones, sin ser memorables, pasan la prueba. El ritmo narrativo, con algunos altibajos, termina jalonando bien la historia. Podría decirse, en fin, que la puesta en escena es aceptable mas sin embargo lo que disuena en medio de tanta corrección cinematográfica es la actitud, ciertamente desafiante, de los hermanos protagonistas. A la historia, al bosque brumoso y envolvente, al temperamento creyente y solidario del pueblo judío, le habría ido mejor una actitud distinta, una resistencia, porque no, agresiva pero no, como en Desafío, innecesariamente violenta y sangrienta. Mejor  una resistencia más inteligente y estratégica y, por la confluencia de tales características, más efectiva. A fin de cuentas son todos ellos rasgos sobresalientes de la raza judía.

El temperamento y su invariable actitud ante la cámara hacen de Daniel Craig un actor unidimensional. Lo que hace lo hace bien pero uno queda con al impresión de ya haberlo visto, de estar frente a un espectáculo actoral rutinario y repetitivo. Lo de Daniel Craig es una imperturbabilidad de hierro que le viene bien a la imagen renovada de James Bond pero no al carismático líder de unos judíos acorralados por la fuerza nazi en los gélidos bosques de la estepa rusa.

De Desafío yo me quedo con esa imagen de los árboles erguidos atravesando con su espeso follaje la bruma del inclemente invierno y me quedo con ella porque la asimilo a la actitud de esos hombres, mujeres y niños perseguidos que resistieron de pie, en medio del frío, los embates del enemigo no con otra defensa que el saberse unidos.  Es el buen resultado de esa solidaridad lo que el cine, auspiciado en muy buena medida por las fortunas judías, jamás se cansará de contarnos. 

martes, 26 de octubre de 2010

Escondidos en Brujas



TÍTULO ORIGINAL   In Bruges
AÑO
2008  
DURACIÓN
107 min.   
PAÍS
Reino Unido  
DIRECTOR  Martin McDonagh
GUIÓN  Martin McDonagh
MÚSICA  Carter Burwell
FOTOGRAFÍA  Eigil Bryld
REPARTO  Colin Farrell, Brendan Gleeson, Ralph Fiennes, Clémence Poésy, Jérémie Rénier, Thekla Reuten, Jordan Prentice
PRODUCTORA  Coproducción GB-Bélgica; Focus Features
PREMIOS  2008: Nominada al Oscar: Mejor guión
2008: Globo de Oro: Mejor actor - comedia o musical (Farrell). 2 nominaciones
2008: BAFTA: Mejor guión. 4 nominaciones
GÉNERO  Thriller. Drama. Comedia

Clasificación : Muy recomendada

El  thriller es simplemente un género o un subgenero cinematográfico cuyas películas se caracterizan por historias que giran en torno a hechos delictivos, misteriosos o, en todo caso, confusos y en las que el ritmo narrativo alterna emoción, tensión y suspenso. Los protagonistas del thriller son, en permanente confrontación, héroes y villanos que atraviesan situaciones extremas con desenlaces inesperados. El thriller está hecho para atrapar, para entrecortar la respiración de quien le ve. En sus comienzos al thriller solía asociárselo con historias policiales porque donde había un crimen tenía que haber un policía enmarañado en su resolución. Sin embargo el protagonismo policial se ha ido diluyendo y con el paso del tiempo la trama del thriller se soporta cada vez más en personajes complejos a los que no pocas veces encarnan deslumbrantes y temibles mujeres.  

Si un thriller es o se acerca a lo que se acaba de describir, Escondidos en Brujas no es el ejemplo clásico del thriller. De hecho cuando por género se la intenta clasificar, Escondidos en Brujas tiene el mérito - o el demérito, vaya uno  a saber -  de encajar en la siguiente mixtura: thriller, comedia y drama. Lo que pone en evidencia esta posibilidad de acopiar en una misma película géneros tan disímiles es, de una parte, el ingenio o la ambivalencia de su director y, de otra, el valor tan relativo de toda clasificación que se pretenda infalible.

En Escondidos en Brujas  dos asesinos a sueldo (Collin Farrell y Brendan Gleeson) terminan refugiándose en la ciudad más inapropiada para cualquier trama policial: la candorosa y encantadora Brujas. Uno a Brujas la asocia inmediatamente con un turismo bucólico, con calles estrechas y encantadoras, atiborradas de tiendas en las que se venden bordados para abuelitas. Si ni para historias de amor sirve Brujas, mucho menos ha de servir para un thriller policíaco. Pero es precisamente este desentone intencional en el que atina la película. A Brujas se la escoge para enmarcar la burla inteligente que jalona toda la película. El más joven de los asesinos se siente acorrolado en una ciudad anclada en el tiempo.  El otro, magistralmente interpretado por Gleeson,  apela a su sensibilidad artística para rescatar, de entre la rutina turística de la ciudad, su encanto cultural. Y es en medio de esta tediosa estadía que ambos esperan la llamada de su jefe (Ralph Fiennes), la llamada que habrá de devolverlos, sanos y salvos, a la zozobra de sus vidas, a su segura inseguridad.

A partir de este planteamiento se van entretejiendo situaciones que lindan con el absurdo. Enanos y prostitutas contrastan con las hordas de turistas. Unos y otras caricaturizan la ciudad medieval del ensueño y nos recuerdan, sin mayores aspavientos, que tanto paraísos como infiernos siempre van por dentro. Las ciudades son siempre nada más que un pretexto. Los diálogos son el diamante de la película; sobrios y plagados de un humor inteligente. La historia avanza salpicada de  destellos de comicidad y drama. No sabemos bien – y eso está bien – hasta donde va la burla. Quizás la película toda sea un gran burla pero planteada con una enorme seriedad. En este balance descansa el gran mérito  de Escondidos en Brujas.

La confluencia de géneros en Escondido en Brujas es todo un acierto. Lo que de comedia tiene aquilata el drama y lo que de drama tiene refina la comedia; el ritmo de thriller que las jalona a ambas impide, a la vez, las insulsas carcajadas y los momentáneos tormentos. En reemplazo de aquellas y de estos queda, emocionada, la sonrisa bien lograda.

Escondidos en Brujas es una de esas películas que se nos atraviesa en el camino desprovista de galardones, recomendaciones y títulos. Acá en Colombia pasó sin mayores reseñas y muy seguramente con discretas taquillas. Por eso es una suerte haberla visto y quizás también por eso su apreciación resulte más grata. Son cosas del cine. Un título  que ya está por abandonar la cartelera, meterse al cine sin ninguna guía y la grata sorpresa de encontrarse, sin predisposiciones ni avisos, con una película de la estatura y la genialidad de Escondidos en Brujas

lunes, 25 de octubre de 2010

Julie & Julia


TÍTULO ORIGINALJulie & Julia
AÑO2009
DURACIÓN123 min.  Trailers/Vídeos
PAÍSEstados Unidos  Sección visual
DIRECTORNora Ephron
GUIÓNNora Ephron (Libro: Julie Powell, Julia Child, Alex Prud'homme)
MÚSICAAlexandre Desplat
FOTOGRAFÍAStephen Goldblatt
REPARTOAmy Adams, Meryl Streep, Stanley Tucci, Chris Messina, Jane Lynch, Vanessa Ferlito, Lindsay Felton, Dave Annable, Mary Lynn Rajskub
PRODUCTORAColumbia Pictures / Scott Rudin Productions
WEB OFICIALhttp://www.julieandjulia.com/
PREMIOS2009: Nominada al Oscar: Mejor actriz (Meryl Streep)
2009: Globo de Oro: Mejor actriz - Comedia o Musical (Meryl Streep). 2 nominaciones
GÉNEROComedia | Biográfico. Basado en hechos reales. Cocina

Clasificación : Vale la pena



Julie & Julia cuenta en paralelo la historia de dos mujeres que encontraron en el oficio de cocinar un valioso espacio de reivindicación personal.  Julia Child (Meryl Streep) es, en los años cuarentas,  la esposa de un  norteamericano que cumple una misión diplomática en Paris.  Huyéndole al vacío de ser tan solo la mujer de alguien, decide ser quien presiente ser y acomete el proyecto de adentrarse, en cuerpo y alma, en la reputada cocina francesa. El resultado, un libro titulado Dominando el arte de la cocina francesa que se convertirá en un ícono de esta clase de publicaciones.  Más de medio siglo después Julie Powel (Amy Adams) es una mujer felizmente casada que al borde de los treinta siente que la aridez de su trabajo  puede resecar su vida entera. En uno de esos  arrebatos indispensables para estremecer la vida, decide preparar, durante los trescientos sesenta y cinco días siguientes, todas las recetas del libro de la Child. Es un silencioso homenaje a la maestra pero es también una bulliciosa manera de transgredir su rutina: dejará, día a día, su experiencia culinaria consignada en un blog. Su sueño: crear también - alrededor de esa alquimia de ollas, condimentos y salsas -  un “colectivo virtual” para compartir los tantos sabores y los no pocos desazones que siente aquel que hace del cocinar una forma de vivir.

La película cautiva con lo que tiene que, sin ser mucho, es más que suficiente para lo que se propone. La destreza escénica de la Streep ya todos la damos por descontada. Su compañera de fórmula, la promisoria Amy Adams, lo hace igualmente bien. Se enfrenta a su papel sin apelar al facilismo de la deslumbrante belleza o al lugar común de la pareja idílica. Con su esposo se entienden bien pero es más una complicidad rutinaria con sus aristas, las unas mullidas, las otras incómodas. Los hombres de Julie & Julia ( Dave Annable y Stanley Tucci) están, apenas, para que ellas sobresalgan. Sin aspavientos y discursos la película es un homenaje a la mujer y aunque ahora en muchas cocinas descuellan los hombres, nadie podrá negar que la cocina es, en su esencia más íntima, femenina. Por eso, entiéndanme bien, hay tan buenos cocineros hombres.

Coincido con aquellos que reconociéndole muchos méritos a la película consideran que hubiera sido mejor con veinte o veinticinco minutos menos de duración. Hay historias, como la Julie & Julia,  que no tienen historia y es por no tenerla que su relato se presta - y eso es toda una fortuna - a la cortedad.

Julie & Julia se suma, y se suma bien, al abultado listado de las películas agradables y buenas. Hablando en términos culinarios, es indiscutible que sus ingredientes son de buena calidad y que el resultado de su mezcla deja en la boca un sabor placentero. Pero no más va más allá. El platillo que nos sirven en la mesa no sobresale ni por su apariencia, ni por sus aromas o texturas. Se come con agrado pero no perdura.  Cuando se va al cine, al igual que cuando se va a un restaurante, no siempre estamos a la espera de un gran sobrecogimiento.  No pocas veces lo único que esperamos  es que nos consientan nuestros sentidos. Julie & Julia es uno de esos simples deleites. Esperar más de ella o juzgarla desde una expectativa distinta es perderse el buen sabor que nos queda después de verla.
  

sábado, 23 de octubre de 2010

EL LECTOR

TÍTULO ORIGINAL The Reader
AÑO 2008 Ver trailer externo
DURACIÓN 123 min.   Trailers/Vídeos
PAÍS Estados Unidos   Sección visual
DIRECTOR Stephen Daldry
GUIÓN David Hare (Novela: Bernhard Schlink)
MÚSICA Nico Muhly
FOTOGRAFÍA Chris Menges, Roger Deakins
REPARTO Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, Bruno Ganz, Lena Olin, Alexandra Maria Lara, Linda Bassett, Susanne Lothar, Matthias Habich, Ludwig Blochberger, Volker Bruch, Hannah Herzsprung, Jeanette Hain, Jonas Jägermeyr
PRODUCTORA Coproducción USA-Alemania; The Weinstein Company / Mirage Enterprises / Neunte Babelsberg Film
WEB OFICIAL http://thereader-movie.com/
PREMIOS 2008: Oscar: Mejor actriz (Kate Winslet). 5 nominaciones
2008: Globos de Oro: Mejor actriz secundaria (Kate Winslet). 3 nominaciones
2009: Premios del cine europeo: Mejor actriz (Kate Winslet). 3 nominaciones
2008: BAFTA: Mejor actriz (Kate Winslet). 5 nominaciones
GÉNERO Drama. Romance | Nazismo. Holocausto
Clasificación : Buen plan

Decir, para empezar, que así como me conmueve el acto silencioso de leer, también me atrae poderosamente el hacerlo en voz alta y el escuchar a otro que lo hace. Es más, en ocasiones y sin nadie  alrededor que pueda tacharme de zafado,  leo en voz alta y sólo para mí, la frase que me impactó, el pasaje que me sedujo.

Atrayéndome tanto y de tantas formas la lectura, El Lector se me ofrecía como un  terreno de complacencia segura. La historia no podía ser más atractiva: un joven, Michael Berg (David Cross) conoce a una mujer, Hanna Schmitz (Kate Winslet) que doblándolo en edad termina también doblándolo, física y sentimentalmente, en el humilde apartamento que le permite su sueldo de inspectora de buses. Allí, fugado de su grupo de amigos y de los encuentros propios de su juventud, Michael le lee a Hanna - antes y también después de hacer el amor -  extensos pasajes de la Odisea, cuentos enteros de Chejov y, como no, las aventuras de Tintín y su entrañable compañero el capitán Haddok. Años después de una brusca separación Michael, para ese momento ya estudiante de derecho, volverá a verla mas no ya para leerle como de muy joven lo hiciera, sino para verla, devastada y demacrada, ante un tribunal que la juzga por su participación en el exterminio judío.

Como una impecable mise en place todo estaba puesto para acertar. El tema, los actores, la fotografía, todo….  y sin embargo algo se malogra. La historia no supera el plano facilista de la emoción y uno se queda con el sinsabor que deja el desaprovechar la ocasión. Así pasa a veces en el cine. Historias que parecían banales y sosas extraen de su propia simpleza un vigor inesperado sorprendiendo a todos, mientras que historias, como El Lector,   plagadas de bemoles y vibratos, apenas si alcanzan a ser agradables o pasajeros divertimentos musicales. Y es que hay películas que bien pueden quedarse en el plano de la entretención e, incluso, en el de la emoción y cumplir, a cabalidad y con creces, su misión. Pero hay otras, como El Lector, que provistas de un guión ambicioso, alcanzar tan sólo la entretención y la mera emoción, las deja lastimadas y cojas  Las condena, fatal sentencia, a un pronto olvido.

Toda la crítica - e incluyo tanto la favorable como la adversa -  resalta y destaca el papel de la Winslet. Los unos dicen que su actuación coronó una entrañable película y los otros que el único brillo de esta opaca película es su actuación. Oscar merecido, a juicio de casi todos,  a la mejor actriz del 2008. Me aparto de esta generalizada opinión: cuando una historia, por la razon que sea, se desluce, toda ella se desluce y arrastra en la caída de los desmerecimientos , no tanto las actuaciones que la soportan, como sí los personajes que de estas surgen.  Esto no quiere decir que la actuación de la Winslet sea mala. Es, bien por el contrario, una muy buena actuación pero - ojo que es distinto - su personaje no alcanza la esquiva cima que sólo alcanzan aquellos  personajes que provienen de una buena actuación. Para decirlo de otra manera y quizás más clara manera: convence Kate mas no Hanna.

El Lector se quedó a mitad de camino. Se conformó con una historia cuyas aristas seductoras son innegables pero a la que le faltó una realización de talla mayor. Después de verla queda un poco esa impresión de haber tomado del arte, de la literatura en este caso, su impresión más superficial, su faceta más comercial. Con un tema como el escogido El Lector pudo haberse esforzado por alcanzar, en sus espectadores, la conmoción pero prefirió el terreno, seguro y plano, de la simple emoción. 





 
    

domingo, 10 de octubre de 2010

Dejad de quererme


TITULO ORIGINALDeux jours à tuer
AÑO2008
DURACIÓN85 min.  Trailers/Vídeos 
PAÍSFrancia  
DIRECTORJean Becker
GUIÓNJean Becker, Eric Assous, Jérôme Beaujour (Novela: François d'Épenoux)
MÚSICAAlain Goraguer, Patrick Goraguer
FOTOGRAFÍAArthur Cloquet
REPARTOAlbert Dupontel, Marie-Josée Croze, Pierre Vaneck, Jean Dell 
PRODUCTORAICE3 / Studio Canal / France 2 Cinéma
WEB OFICIALhttp://www.deuxjoursatuer-lefilm.com/

Clasificación : Vale la pena



Leí, ante de verla, que Dejadme de quererme o Deux jours a tuer, su título original, es una película  muy francesa. Con todo y eso - o quizás por eso -  me fui a verla y comprobé que, efectivamente, es una película muy francesa. Decir que algo es muy francés provoca de inmediato el interrogante de que es lo que hace que una obra, una película en este caso, sea muy francesa. ¿Porqué una película no es muy alemana o muy sueca o muy uruguaya pero sí, en cambio, muy francesa? Hay acaso un sello especial asociado con esa procedencia?  Quizás sean Francia y Estados Unidos los dos países que más evocan con sus nombres estilos cinematográficos propios. Cuando se dice de una película que es muy americana ya sabemos, con aplausos o rechiflas,  a qué nos estamos refiriendo. Otro tanto sucede con esas películas muy francesas que vuelven, fallida o exitosamente, a esa ambigua fórmula que entremezcla sensibilidad con desdén, desprendimiento con dejadez, trascendencia con pesadez.

Dejadme de quererme es una película que desnuda, sin mayores contemplaciones, las hipocresías que rodean la convivencia humana. Se trata de un ejercicio desgarrado, sin pompas y sin discursos que no apela a escenas extremas o delirantes. Se sirve, por el contrario,  de una cotidianidad plagada de fingimientos a la cual un hombre, hastiado,  decide renunciar. No es un héroe, es un hombre cualquiera que ya no quiere seguir cargando el fardo de una actuación permanente. Prefiere sacrificar el aparente amor que se le tiene si ese es el costo de optar por una existencia, quizás no más feliz, pero sí definitivamente más auténtica. 

Antoine decide, aparentemente de buenas a primeras, tirar por la borda el cerco burgués que ha labrado durante los últimos veinte años de su vida. Renuncia a su trabajo, vende su parte de la empresa y en un reparto alocado de insultos y bofetadas deja a su fiel mujer, a sus hijos y a sus más cercanos amigos. Sólo conserva, como propulsor de evasión, su veloz BMW que habrá de llevarlo al  reencuentro con su padre.


Dejad de quererme no tiene la finura melancólica de Conversaciones con mi jardinero (2007) pero sí se le siente el inconfundible tono narrativo de Jean Becker, el  director de ambas.  En sus películas siempre hay un contrapunteo entre la desolación y la esperanza.  Del hundimiento queda la posibilidad del rescate y desde el punto de vista del lenguaje narrativo, lo que siempre sobresale en su cinematografía es una estética que entremezcla la amargura con una muy medida dosis de ternura. Becker no emplea las licencias fáciles de la emoción. Su obra respira desencanto pero es de esa propia desolación de la que su lente sabe extraer un tono paradójicamente reconfortante. Dejad de quererme se resume en el abandono de las apariencias y en el desprecio de las imposturas sociales. En lugar de aquellas y de estas Becker propone un retorno a lo elemental pero no por la ruta simple de la felicidad sino por el más intrincado camino del reconocimiento de nuestra soledad.    

El gran mérito de Dejad de quererme es su aproximación sincera a los altibajos del hombre ordinario: Antoine es una mezcla desconcertante  de cobardía y coraje; en Cecile se amalgaman el dolor y la comprensión y   el padre es la expresión agridulce del distanciamiento y la solidaridad. A Becker lo obsesiona el tema del otro, es decir, la constatación reiterada de que la vida no tiene sentido sin la comprensión y, también, sin la oposición con el otro. 

En el fondo quien pida que no se le quiera a lo que está aspirando es a otro tipo, quizás más auténtico, de querencia. 




sábado, 9 de octubre de 2010

El luchador


TITULO ORIGINALThe Wrestler
AÑO        2008              
DURACIÓN105 min.
PAÍSEstados Unidos
DIRECTORDarren Aronofsky
GUIÓNRobert D. Siegel
MÚSICAClint Mansell
FOTOGRAFÍAMaryse Alberti
REPARTOMickey Rourke, Marisa Tomei, Evan Rachel Wood, Judah Friedlander, Ajay Naidu
PRODUCTORAWild Bunch / Protozoa Pictures
WEB OFICIALhttp://www.elluchadorlapelicula.es

Clasificación : Muy recomendada

El cine es, por excelencia, un muy buen espacio para escenificar la tragedia humana . Por la ancha pantalla han desfilado y desfilarán por siempre, seres extraviados, dejados del prójimo y olvidados de Dios. Allí los vemos: anclados en su perdición, malditos, sin brújula, solitarios y, he ahí la extraña fascinación,  también  estupendos e imprescindibles. Seres capaces de desafiar las reglas más elementales de la convivencia y, sin embargo, por una trágica e inexplicable razón, personajes a los que no solo comprendemos y perdonamos sus infamias, sino con los que de alguna oscura manera nos solidarizamos .

Randy Robinson "The Ram"es, en El Luchador, uno de esos eslabones perdidos. Famoso luchador en los ochentas la vida lo sorprende  años después vacío y desvencijado. Aunque las vanidades del celuloide aún lo muestran fornido,  el cuerpo de  ahora denuncia los abusos del pasado y si antes las graderías del cuadrilátero estaban llenas, ahora solo las visita, de cuando en vez, la compasión o la nostalgia. 

Mickey Rourke logra un personaje contundente. Rourke más que representar a Randy es el propio Randy. Así lo sentimos al punto de apreciar e incluso querer a un ser que debiera repugnarnos por sus bajezas, por abandonar a su hija, por entregarse con un morboso narcisismo al culto de un cuerpo grotesco, por ser  tan vil y despreciable.  Sin embargo es esa misma piltrafa humana la que nos conmueve, con la que nos solidarizamos y a la que entendemos cuando manda todo a la mierda para ser lo único que realmente sabe ser: un luchador de pacotilla que morirá solo, hediendo a sudor y olvidado por un minúsculo mundo que alguna vez lo aplaudió.

La historia es esa. Un hombre arrinconado por sus recuerdos que intenta  recuperar lo que nunca ha sido suyo:  el amor de su hija o una relación de pareja para darse cuenta, con un desgarro que soportará como un golpe más del cuadrilátero, que solo se recupera lo que alguna vez se tuvo.

Aronofosky, su director, alcanza un tono contenido en la forma de narrar una historia que bien pudo resbalar hacia la emoción dramática. Randy pudo  dejarlo todo y tras el mostrador servir ensaladas con cordero trozado; pudo ir con su hija los sábados en la tarde a algún muelle, es decir, a algún sitio para padres e hijos reconciliados o pudo estar con ella, la estriptisera cuarentona encarnada por Marisa Tomei, y rescatarla de su sordidez prostibularia. Todo eso nos hubiera conmovido pero más y mejor nos conmueve  que lo hubiera desechado todo para quedarse con su público decadente  y con esos otros orangutanes que, junto con él,  terminarán deshaciéndose a pedazos en medio de  la rudeza  y de la más elemental de las torpezas.

Hay que decirlo sin mayores ambages: la atracción hacia estos seres extraviados, desvalidos e insalvables se explica porque son nuestra única manera, imaginaria e indolora, de frecuentar los sórdidos pasajes de la perdición y el abandono. 

Me quedo con esa cámara que sigue a Randy acechándolo por la espalda; así, sin alcanzarlo, sin ponerse a su lado, solo espiándolo  en su mundo degradado. Me quedo con esa cámara porque expresa bien la atracción que sentimos hacia esos personajes cuyo brillo proviene, sin paradojas, de su propia oscuridad.  

jueves, 7 de octubre de 2010

La elegida


TÍTULO ORIGINALElegy
AÑO2008
DURACIÓN108 min.  Trailers/Vídeos 
PAÍSEstados Unidos  Sección visual 
DIRECTORIsabel Coixet
GUIÓNNicholas Meyer (Novela: Philip Roth)
MÚSICAVarios
FOTOGRAFÍAJean-Claude Larrieu
REPARTOBen Kingsley, Penélope Cruz, Dennis Hopper, Patricia Clarkson, Peter Sarsgaard, Deborah Harry, Charlie Rose, Antonio Cupo, Sonja Bennett, Chelah Horsdal
PRODUCTORALakeshore Entertainment
GÉNERORomance. Drama | Drama romántico
Clasificación : Buen plan

En La Elegida David Kapesh (Ben Kingsley) es un profesor universitario de literatura. De entrada hay que decir - y eso ya va diciendo mucho - que David Kapesh es un encantador profesor de literatura. Pudiera haberse dicho que David Kapesh es un carismático profesor de literatura, pero la verdad es que Kapesh solo alcanza el encanto, no así el carisma. Y es apenas encantador porque todo permite inferir que lo suyo, antes que transmitir, es seducir. Estamos ante el prototipo del intelectual maduro y libre que consciente (o quizás inconsciente) de la inevitable decadencia de sus otros encantos, se perfuma con sus conocimientos. Es el hombre de las citas cultas, de las seductoras comparaciones, de las caricias demasiado aprendidas.  Kapesh  se engalana para sus jóvenes alumnas a las que le resulta relativamente fácil derrumbar, literalmente hablando,  con una frase de Shakespeare o con el fingido estremecimiento ante un rostro de Goya. Y aparece entonces,  después de haber entrado tarde a clase y con un escote discreto e insinuante,  la Consuela (Penélope Cruz), mezcla demasiado perfecta de candor y fuego, de pudor y sensualidad, de juventud y desconcertante adultez.

Es en una fiesta donde Kapesh la aborda con un deseo galopante que disfraza mal con su intelectualidad tan frágil como cautivadora. Van luego al teatro, toman vino en el piso de él y a partir de estos primerizos encuentran se arriesgan, esporádica y erráticamente, a ser pareja. Él, atónito con la belleza de ella y ella, al principio, un tanto enigmática pero luego esperanzada en algo que nunca resulta claro.

Los treinta años que los separan parecieran ser la sombra que pronto oscurecerá el idilio. Sin embargo él siente que Consuela no es una más; es, simple y llanamente, mucho más que una. Y así se va tejiendo esta historia que uno dudaría en calificar como de amor. Es más bien el cruce casual de dos anhelos que descubren destellos en el otro para llegar a un desenlace forzado que pretende invertir el orden de las cosas para que sea de ella la frase que debió ser siempre la de él: perdóname, es tarde, estoy cansada y, aunque quisiera,  ya no tengo nada para darte…

La Elegida pudo ser, por muchas razones,  mucho mejor película de la cinta, apenas pasable, que es.  Pudo ser mejor si Isabel Coixet hubiera sido fiel a su trayectoria y no hubiera sucumbido a la tentación de dirigir al limón como lo hizo esta vez acompañada de Elizabeth Koishet. Apostaría a que la Coixet aderezó algunos cuadros con sus brochazos pero eso no es suficiente si se quiere asegurar un tono constante y propio como aquel al que nos tiene acostumbrados. Pudo ser mejor si la historia hubiera buceado más a fondo en las vicisitudes de los encuentros dispares, pero prefirió los lugares comunes tan propios de los amores que con poética de pacotilla han dado en llamar otoñales. Pudo ser mejor si la Consuela no hubiera sido tan Penélope Cruz. En la película hay demasiada cámara para ella, demasiado deleite con su rostro y su cuerpo, demasiada ella desplazándolo todo y ella con tanto desgano, apenas modelando sus inocultables encantos. Qué diferencia con la Penélope de Vicky Cristina Barcelon. Pudo ser mejor si a la tentativa amorosa que la historia es, se la hubiera despojado del infaltable y azucarado piano, del viento en la playa jugueteando con el pelo de ella, del cuarto oscuro en el que, de a pocos, va emergiendo el rostro que él capturó con su anacrónica y romántica Leica.

Hay que decir, porque merece ser dicho, que Ben Kingsley  reafirma su clase. A un buen actor se lo prueba en una película del montón. En este caso Kingsley es superior al papel que le encomendaron y es sobre todo superior a su compañera de reparto. Lo secunda bien Dennis Hopper haciendo del viejo amigo. Las conversaciones con este son las pocas inmersiones en una película que apenas roza la superficie del agua.

Yo me quedo con la Coixet de La vida sin mí  y me quedo también con el Kingsley que siempre siempre encarna, de manera  comprometida y entregada, todos y cada uno de sus  personajes.